El equipo de científicos mexicanos e internacionales empleó dos métodos distintos, el primero es la interferometría sísmica, que usa el ruido sísmico ambiental, y el segundo es monitorear las señales de los pequeños temblores que ocurren dentro del volcán para los cuales usan la IA.
Ciudad de México, 17 de agosto (SinEmbargo).– El volcán Popocatépetl es uno de los principales símbolos del paisaje en el Valle de México, a pesar de que se encuentra a unos 75 kilómetros de la capital mexicana. Se trata de un querido accidente natural que nos cautiva aún por su tamaño y por su inesperado comportamiento: a veces tranquilo, a veces malhumorado, a veces incandescente y a veces explosivo.
Pero todas las veces nos deja, a los ciudadanos comunes y a las docenas –o quizá cientos– de científicos, tanto mexicanos como internacionales que lo estudian, perplejos. El tamaño de nuestra ignorancia, asegura Marco Calo, investigador en el departamento de Vulcanología del Instituto de Geofísica de la UNAM, «es siempre muy grande, infinito». «Pero el nivel de conocimiento nos permite saber algunas cosas. Pensamos de poder conocer mucho de un volcán, pero hay que tener un nivel de humildad para reconocer lo poco que sabemos», completó.
Calo, junto con las doctorantes Leonarda I. Esquivel Mendiola y Karina Bernal Manzanilla, también del IGF de la UNAM, conversaron en GALILEO, el programa sobre ciencia de Estudio B, sobre su trabajo con respecto a «Don Goyo», el singular apodo del volcán que domina los valles del centro del país. Su trabajo es inédito: desarrollaron técnicas nuevas, conocidas e implementaron también la Inteligencia Artificial (IA) para poder «radiografiar» al «Popo» por dentro.
Caló explicó que los métodos que usan son similares a las técnicas de radiografía médica. Sin embargo, en este caso, se obtiene una imagen de la estructura interna del volcán a partir de los cambios en las velocidades de las ondas sísmicas que viajan por su interior.
El equipo de Calo emplea dos métodos distintos, el primero es la interferometría sísmica, que usa el ruido sísmico ambiental, y el segundo es monitorear las señales de los pequeños temblores que ocurren dentro del volcán para los cuales usan la IA. La información recabada en conjunto servirá para mejorar los modelos que explican cómo funciona el «Popo» y para apoyar a Protección Civil en la toma de decisiones más convenientes y a los gobiernos para salvaguardar mejor a la población.
Esquivel Mendiola, estudiante de doctorado en Ciencias de la Tierra especializada en sismología, colabora ahora con Arturo Iglesias Mendoza, y explica que ya cuenta con las primeras imágenes de la estructura interna del volcán hasta a 10 kilómetros de profundidad (cinco sobre el nivel del mar y cinco debajo de éste). Esas son las imágenes publicadas por la UNAM y que las expertas diseccionaron en GALILEO.
Bernal Manzanilla, también estudiante de doctorado en Ciencias de la Tierra, especializada en sismología, realiza el entrenamiento de un sistema de IA para identificar distintos tipos de temblores que ocurren dentro del volcán. «La forma usual en que vemos los datos y se procesan es de forma manual», explica. «Requiere de mucho tiempo, incluso Cenapred [Centro Nacional de Prevención de Desastres] lo hace hace así, al final lo que obtenemos de la IA es una serie de los sismos que ocurren al interior, que nos va a servir para estudios futuros de qué está pasando allá adentro. Queremos calcular imágenes más detalladas», explicó en el programa.
«Hay que pensar que lo que tenemos en estas imágenes, es una radiografía donde vemos los huesos, partes de los órganos, y con la IA ahora estamos viendo si circula cierto tipo de sangre, entonces tenemos estas dos informaciones muy importantes, una imagen estática del momento, y también información sobre cómo se mueven las cosas adentro», argumentó Calo, haciendo referencia a su ejemplo del cuerpo humano comparado con este proyecto dedicado al Popocatépetl.
Esquivel Mendiola hizo además hincapié en las «anomalías» que resultan de estudiar el volcán. «Desarrollamos modelos para observar los contrastes e identificamos que la parte central del volcán: identificamos que en la parte central del volcán hay una forma de hongo, una parte somera, menos profunda, con roca más sólida, contenido cristalino», dijo.
«Pero ya mucho más profundo el conducto es mucho más estrecho. Tenemos información del edificio completo. Y en el volcán no observamos una cámara magmática masiva, lo que conocemos cuando sale como lave no lo vemos en gran cantidad: existen pequeños cuerpos de magma que se va a alojando en compartimentos. Es la forma de un árbol», detalló la científica.
Uno de los principales desafíos que tienen los investigadores del IGF es mejorar la rapidez en la adquisición de datos, pues actualmente laboran con los registros póstumos y si bien, en el caso de la implementación de la IA se puede procesar un mes de datos en una hora, el objetivo es aprovecharlo en tiempo real.