Gustavo de Hoyos Walther
30/07/2024 - 12:04 am
Fraude en Venezuela
«El problema del chavismo es que los ingresos por exportaciones petroleras comenzaron a menguar. A partir de ese momento a la falta de legitimidad política se agregó la crisis económica».
En 1999 llegaron al poder Vladimir Putin y Hugo Chávez en Rusia y Venezuela, respectivamente. Ahí se sentaron las bases de la hegemonía de los populismos del siglo XXI.
En el caso de Chávez, este llegó al poder como un candidato supuestamente leal a la democracia liberal venezolana, cuyas raíces se hunden en los acuerdos de Punto Fijo en 1958, tras la caída del dictador, Marcos Pérez Jiménez.
Tres partidos lo signaron: Acción Democrática, La Unión Repúblicana Democrática y el COPEI. De ahí surgió el órden político y económico de Venezuela durante la postguerra. El sistema político fue realmente democrático, con elecciones competidas. Económicamente, sin embargo la prosperidad no fue compartida con los grupos menos favorecidos económicamente.
De este disgusto ciudadano, Chávez supo cómo aprovecharse para arribar al poder. No pasó mucho tiempo para que él liquidará el sistema democrático anterior, utilizando ingresos petroleros que fueron altos durante casi todo su gobierno. Al mismo tiempo, alentó la creación de un culto a la personalidad alrededor de su figura y logró que el Legislativo y el Judicial se supeditaran a su mandato. Fue el fin de la República del Pacto de Punto Fijo.
El chavismo no siguió el paradigma soviético o cubano, donde un Partido controla la burocracia y al ejército, en un proyecto al servicio de una economía centralmente planificada. En lugar de eso, la energía social giraba en torno a un caudillo carismático que repartía el poder político y económico de acuerdo a sus gustos y a la coyuntura.
El problema del chavismo es que los ingresos por exportaciones petroleras comenzaron a menguar. A partir de ese momento a la falta de legitimidad política se agregó la crisis económica. La respuesta del régimen no fue abrir el sistema político, sino perseguir disidentes y líderes de la oposición.
Aunque al principio los diversos grupos que se oponían al régimen chavista estaban desunidos, poco a poco iniciaron una convergencia estratégica relevante.
Este fue el contexto en que ocurrió la elección del pasado domingo. La energía social de los opositores fue tan clara que nadie parece creer en los resultados anunciados por el gobierno según los cuales, este obtuvo el 51 por ciento del sufragio, curiosamente el mínimo necesario para mantenerse en el poder.
Varios Jefes de Estado criticaron el posible fraude cometido por Maduro y su grupo. Entre ellos estuvieron los gobiernos de Estados Unidos, Costa Rica, Argentina, Perú y Chile. Llama la atención este último, pues su Presidente, Gabriel Boric, se considera de izquierda.
Contrasta esto con el posicionamiento tardío del gobierno mexicano que se mantiene en una absurda neutralidad. Esto tiene como causa que, si bien por un lado, la simpatía del régimen obradorista está con Chávez, la evidencia de fraude es inobjetable. Es posible que el gobierno mexicano y brasileño busquen desempeñar un papel de mediación para resolver el conflicto. Pero quizás sea la Organización de Estados Americanos (OEA) la que deba realizar esos esfuerzos. De cualquier manera, la tentativa chavista de monopolizar el poder en Venezuela ya no será posible.
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