MICROFINANCIERAS: LOS POBRES SEGUIRÁN POBRES

11/12/2012 - 12:00 am

Inspiradas en el microcrédito, el modelo de Mohamed Yunus en Bangladesh para superar la miseria, las microfinancieras proliferan en México sin regulación y con intereses exorbitados. Sus clientes –los pobres - son la seguridad del negocio

Las encontramos a cada paso, nos ofrecen dinero “fácil” y “casi sin garantías” con “pagos chiquitos”. Son las microfinancieras.

Desde su nombre nos tientan: “Te Creemos”, “Presta simple”, “Don apoyo”, “Finamigo”, “Pro mujer”, “Con ser tu amigo” y “Fortaleza a mi futuro”, entre muchas otras. Las financieras apelan a nuestros valores: la amistad, la familia, la solidaridad y el apoyo; se instalan en zonas populares para ofrecer sus servicios de crédito y son muy activas en captar clientes pues saben que los pobres pueden ser muy buenos pagadores.

Uno de los mecanismos de préstamo más común es el llamado banco comunal donde se forman grupos de mujeres para solicitar cada una un crédito individual, pero se asume responsabilidad por la deuda de todas en conjunto.

Observo la experiencia de cerca. Me introduzco a un grupo de crédito de la financiera Compartamos y registro cómo funciona el modelo.

El número varía pero pueden ser grupos de 12 mujeres o más. Sólo mujeres pues así es la mecánica. Con el dinero en la bolsa me explican: “Los hombres tienen otras tentaciones”. Cada una solicita un crédito personal que va de los tres a los 30 mil pesos a pagar en 16 semanas. Cada semana, según el día que determine el grupo, acudirán a la junta de recuperación y depositarán en efectivo y a la vista de todas, su paga.

El grupo se ha formado entre amigas y vecinas, cada una tiene o quiere iniciar un pequeño negocio, venta de monederos, talleres de calzado o ropa, comida, un pequeño local de dulces; son actividades de subsistencia, donde cinco, 10 o 20 mil pesos sirven mucho. Llevan una libreta donde queda especificado cuánto hay que pagar cada semana, además de que antes hicieron un depósito por el 10 por ciento de lo solicitado. Sobre la tasa de interés no hay tanta claridad pues la cantidad es lo que les importa, me dice Patricia Jiménez y me da un ejemplo: “Pides treinta mil pesos y cada jueves, por 16 semanas, tienes que devolver dos mil 144 pesos”.

Lo más interesante del sistema es la autorregulación del grupo. La financiera se los ha dejado claro: aunque cada una pide un préstamo personal todas son corresponsables de las demás; si una deja de pagar las demás se hacen cargo, puede haber varios préstamos individuales pero para la financiera hay un solo pagaré, por una que incumpla todas deben y la “ficha” o cantidad total a depositar por semana no se puede hacer.

Como nadie quiere asumir las cuentas ajenas o perder su buen historial crediticio, la presión sobre sus compañeras es despiadada. Al grupo de Nancy Flores, que vende ropa, le va bien porque señala: “Nadie entra sin recomendación y la que recomienda se responsabiliza, la junta es cada jueves a las 10 de la mañana en la casa que se haya señalado. Hay tolerancia de 15 minutos, a las 10:16 horas se cobran 50 o 100 pesos de multa, según diga el grupo. Si estás enferma, avisas y mandas a alguien con el dinero”. Cuando alguna no paga, el grupo entero va a su casa si es necesario a reclamar a la morosa, pues la “ficha” se tiene que depositar antes de las dos de la tarde. El cobro está sumamente aceitado, ni la financiera lo haría tan bien, pienso.

Estoy con el grupo de mujeres el día que termina su ciclo de 16 semanas y las cumplidas pueden pedir un nuevo préstamo. En medio del barullo escucho cómo una señora pide 30 mil pesos, casi se hace un silencio total. Analizan el caso y surgen los comentarios de que no sería seguro pues esa persona llegó tarde a la junta en una ocasión. Así de duro es el criterio para evitar que alguien pida mucho, pues les han recordado que la deuda es de todas.

¿Y SACAREMOS PROVECHO DE ESTO?

¿Es útil el crédito para estas mujeres?, sin duda, con un préstamo de 18 mil pesos Leny Frías le dio un empujón a su taller de zapatos: “Compramos material, herramientas y metimos nuevos modelos”. María Martínez vende electrodomésticos de casa en casa y por cinco años ha solicitado préstamos para su negocio del cual vive. Carla Ramírez vende dulces, ahora pedirá la tercera parte de lo que solicitó el ciclo pasado pues sus ventas, me comenta, han bajado.

Escucho las historias y tengo la impresión de que los minipréstamos sí funcionan para sobrevivir pero en pocos casos se pueden considerar realmente productivos.

Las acreditadas disfrutan y usan el dinero que pidieron prestado, pero también están muy vigiladas. El modelo de algunas financieras hace que no sólo su grupo ejerza presión sobre ellas, sino que en varios casos personal de las entidades de préstamo las ha visitado en su domicilio, ha entrado a todas las habitaciones, ha abierto sus armarios, les ha tomado fotos a ellas y a su familia, si tienen un negocio piden cuentas, notas, registran el capital de trabajo, si hay algún empleado, direcciones, teléfonos, todo.

Las microfinancieras conocen bien a sus clientes y si algo se les escapara, para eso está el grupo, aun así dicen “nuestro riesgo es muy alto, pues la mayoría (de las acreditadas) no están bancarizadas”. El pecado es -pareciera ser- no tener una tarjeta de crédito.

EL OBJETIVO NO ES SUPERAR LA POBREZA

De acuerdo con el último informe del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en México hay 52 millones de personas pobres; de éstos 11.7 millones son pobres extremos y de entre este grupo el 70 por ciento lo integran mujeres que viven en el campo o en zonas con altos índices de marginación; justo uno de los principales sectores hacia los que van dirigidos las microfinancieras, pero para estas instituciones la pobreza no es su tema.

“El microcrédito no es para eso”, me dicen de inmediato los directivos de las microfinancieras. Jorge Kleinberg, director de Te Creemos, expone: “Los préstamos son para mejorar la calidad de vida de las personas (en lo inmediato). Son una herramienta para quienes tienen cierta capacidad de pago, de hecho hay un piso donde las microfinancieras no deben meterse y es con personas que apenas pueden adquirir sus alimentos, a ellos no hay que prestarles porque literalmente se comerían el dinero, a ellos el gobierno los tiene que atender con apoyos”, señala. “Erradicar la pobreza no es tarea fácil, si existiera una solución precisa y efectiva se hubiera llevado a cabo desde hace tiempo”, refuerza la economista Paloma Merodio. Alejandro Puente de Compartamos, me dice a su vez: “Antes de un crédito, la gente tiene que comer, vestirse y transportarse, nuestros clientes no son pobres, prestamos al sector socioeconómico “D”, a los que están en la base de la pirámide”.

Y ENTONCES, ¿CUÁL ES SU FUNCIÓN SOCIAL?

“Las microfinancieras son el gran engaño y farsa del siglo XXI”, explica Horacio Esquivel, doctor en Economía y Coordinador de la especialidad en Microfinanzas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). “Nos vendieron la idea de que con el modelo de préstamos modestos para muchos, en pagos pequeños, se iba a combatir la pobreza, pero se partió del supuesto de que la gente pobre sólo necesita crédito y eso es falso, porque no necesariamente por tener más dinero e insumos, una persona que tenga un pequeño negocio va a vender más, pues su demanda no necesariamente crece con el crédito”.

Sin garantía de ventas, señala, las financieras pueden sobreendeudar a la gente y colocarla en una trampa de pobreza.

Es como si se transformara la pobreza en deuda. La constante es deber y pagar en ciclos de 16 semanas. Para romper el ciclo, se necesitaría además del dinero, cultura financiera, capacitación para el trabajo, fondeo a más bajo costo e incluso cierta asesoría legal para saber hasta dónde en créditos personales se está obligado realmente a pagar las deudas de un tercero.

Los directivos de las financieras con los que platiqué no le dan vuelta; de abatir la pobreza, ni hablar. El gran asunto -me aseguran- es la inclusión financiera de los sectores populares y para ello el negocio debe tener gran cobertura.

MICROFINANCIERAS POR TODAS PARTES

En 1997, el grupo Prodesarrollo, que reúne a algunas de las financieras más importantes del país, inició sus operaciones con 13 instituciones. Hoy tiene registradas a 94, pero este número es sólo un poco más del 10 por ciento de las que en realidad existen.

La cifra más cercana de entidades que dan crédito a personas o grupos del sector popular, con regularidad excluidos del sistema financiero, me la da Jorge Kleinberg, de Te Creemos. “Debe haber unas 850 entre las Sociedades financieras populares (Sofipos), las Sociedades financieras de objeto múltiple (Sofomes), las cooperativas de ahorro y préstamo, y uniones de crédito”.

Estamos hablando, claro, de las entidades que están medianamente registradas; es decir, están acreditadas como Organizaciones no Gubernamentales, Asociaciones Civiles o -como su nombre lo indica- Cooperativas, Sociedades o Uniones, pero en sus registros no necesariamente se especifica su calidad de prestamistas.

La captación de ahorro en nuestro país está muy supervisada, no así la de prestar dinero y por ello muchas empresas que funcionan como agentes de financiamiento no necesitan de autorización y/o supervisión de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) para operar.

Kleinberg me explica que es tal la competencia en el mundo del préstamo para los pobres que en una calle de San Mateo Atenco en el Estado de México hay más de 20 microfinancieras que te prestan prácticamente para cualquier cosa, siempre y cuando sea lícita.

Investigo.

Es la avenida Benito Juárez que llega hasta la plaza central. Está llena de micronegocios: zapaterías, farmacias, tiendas, alguien que afuera de su casa puso una mesa y vende pollos, la señora de los dulces, el bolero, ropa de segunda mano; de todo y ….sí, cuento 22 financieras: Respuesta Rápida, Fincomún, Compartamos, Prendamás, micronegocio Azteca, Credimax, etc. etc.

La zona es fértil para buscar acreditados. San Mateo Atenco tiene casi 73 mil habitantes y es un municipio de alto crecimiento económico debido a que se encuentra en la zona metropolitana de Toluca, la escolaridad promedio es de segundo de secundaria y el 77 por ciento de su población gana entre uno y cinco salarios mínimos. Una actividad representativa del lugar es la zapatería, negocio que inició ahí al término de la Revolución, por lo que es muy común ver talleres de cuero, de zapatos y zapaterías en forma hasta en las banquetas, además de que elaboran textiles y prendas de vestir.

Las señoras de Atenco me cuentan que ahí las microfinancieras se las pelean para que se conviertan en sus clientas, “no importa que ya tengas un crédito con una”, me dice Gregoria Palacios, “te mejoran la tasa o te piden menos requisitos, con tal de que les agarres un préstamo”.

POR LAS BUENAS O POR LAS MALAS

Al no estar obligadas a registrarse (sin marco regulatorio), las microfinancieras tampoco están obligadas a reportar a sus clientes ante el Buró o el Círculo de crédito; sus directivos  deciden cuánto prestan, a quién, con qué tasa de interés y cómo van a penalizar a los morosos, además del método de cobranza -que en algunos casos- consiste en un sofisticado sistema de acoso como documentan estas historias.

Alicia R. relata lo que considera que fue un acto de crueldad por parte de Financiera CAME, luego de que se atrasó en un pago de su préstamo: “Te cobran multas altísimas, te pegotean tu casa con letreros alusivos a tu deuda y decorados con dibujos de ratas, le hablan a todas tus referencias más de seis veces al día, incluyendo tu trabajo y vecinos”.

Luis S. cuenta lo que le ocurrió con Apoyo Económico Familiar cuando cayó en mora por segunda ocasión: “Un tipo fue a verme a mi oficina, en tono amenazante y de forma grosera me pedía hiciera el pago (…) en esos momentos sonó mi celular, era otro tipo de igual forma exigiéndome el pago, le comenté que ya estaba uno de sus compañeros frente a mí y que llegaría a un arreglo con él por lo que no aceptó y seguía intimidándome, le colgué el teléfono y en seguida sonó el teléfono de mi oficina, era otro tipo, el cual fue agresivo y en tono amenazador me pidió hiciera el pago, me dijo que iban a ir a mi casa a vaciarla, que iban a proceder de otra forma para que les pagara (…) le pedí al tipo de la oficina se retirara y como no quiso irse (le) dije que entonces yo me iba a salir de la oficina y fue como logré que se fuera”.

El acoso de los casos anteriores es relativamente común en préstamos individuales y muchas veces no lo practica la financiera, sino los despachos de cobranza que les compran su deuda. Para ellos, cualquier peso recuperado es ganancia y por ello se empeñan ferozmente en cobrar.

Sin duda quien solicite un préstamo está obligado a pagarlo, pero al respecto la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (CONDUSEF) ha dejado claro que ningún despacho de cobranza tiene la facultad ni el derecho de pasar a los domicilios de los deudores, ni de ofender a las personas, ni de dejar notificaciones que sean puestas a la vista de terceros, pues ello constituye un delito contra la información financiera; además de que las cobranzas extrajudiciales no otorgan atributos a los despachos para actuar por cuenta propia y por encima de la ley.

Menos de 200 microfinancieras reportan las deudas a las instituciones de historial crediticio como el Buró de Crédito o el Círculo de Crédito. Sin reportes de la deuda, muchas personas piden varios créditos y terminan sobreendeudadas. Las financieras saben de ello, pero no les importa porque por las buenas o por las malas sus directivos van a cobrar el dinero.

DE YUNUS A LA REALIDAD

De acuerdo al Informe de las Microfinanzas en México, elaborado por el grupo Prodesarrollo, durante el 2011 el sector atendió a 7.6 millones de personas, de las cuales el 80 por ciento lo integraron mujeres y el 53 por ciento vivía en zonas rurales; los créditos ascendieron a 28.9 millones de pesos, con un préstamo promedio de cinco mil 700 pesos por persona, mismos que “se ocuparon principalmente para potenciar micronegocios  en los sectores comercial y de servicios”.

“Los créditos bien utilizados son positivos”, explica Paloma Merodio, economista del ITAM, quien asegura que “la provisión de servicios financieros a los pobres ha sido rentable y al mismo tiempo le ha otorgado a éstos poder económico, especialmente a las mujeres, que han sufrido directamente la falta de educación, la alta mortalidad infantil y una salud materna limitada”; sin embargo, “las microfinancieras fueron creadas con una misión social”.

Merodio sabe de lo que habla pues trabajó en el Grameen Bank, creado por el profesor Muhammad Yunus, quien en los setenta obtuvo un doctorado en Economía y estableció en Bangladesh, su país, un modelo rentable para ayudar a los más pobres de su nación a hacerse de recursos para salir adelante.

En 1976 en el pueblo de Jobra, Yunus vio que algunas mujeres fabricaban objetos de bambú, el capital para tal actividad salía de préstamos que hacían los usureros de la zona, los intereses se comían con el tiempo las ganancias y los beneficios de esa actividad económica se esfumaban. De su bolsa, Yunus prestó a cuatro decenas de mujeres lo que hoy sería el equivalente a unos 360 pesos. Así estableció los cimientos del Grameen Bank especializado en microcréditos: préstamos pequeños a personas pobres sin la exigencia de garantías de por medio. Un sistema basado en la solidaridad y la participación comunitaria.

Muhammad Yunus. Foto: Wikimedia commons.

La economista Merodio me lo deja claro. Hoy en día se puede hablar de dos modelos en el tema: el de Yunus y el comercial. El segundo está basado en la experiencia de Bangladesh, pero hasta ahora “no ha sido efectivo en comunicar de qué manera está creando valor social”.

Las microfinancieras en México tomaron la idea original del Grameen Bank, pero lo que en la práctica hacen hoy dista mucho de ese modelo.

¿NEGOCIO CON MISIÓN SOCIAL?

En octubre, la calificadora Fitch emitió un reporte sobre las microfinancieras en México con tres datos sumamente reveladores: las tasas de interés en el país son las más elevadas en América Latina, el rendimiento promedio anual de la cartera en México durante 2011 ascendió al 77.4 por ciento y casi todas las firmas de microcrédito que operan en el país son ilegales o carecen de un adecuado marco regulatorio.

Esas tasas de interés se justifican, me explica Jorge Kleinberg de Te Creemos. “No hay manera de operar con un gran volumen de préstamos pequeños a tasas bajas y si prestamos más dinero sobreendeudaríamos a la gente o ya estaríamos en otro sector socioeconómico y dejaríamos de atender al 80 por ciento de la población a la que vamos”.

Alejandro Puente, director de Relaciones Externas de Compartamos me da un dato preciso: “Por un crédito de cinco mil 500 pesos el CAT es de 115 por ciento y cada cinco mil pesos que prestamos nos cuestan por cliente dos mil 300 pesos”. Claro, si en lugar de cinco mil son ocho mil o diez mil, el costo de operación es igual.

El nivel de riesgo, me insisten en todo momento los directivos de ambas financieras, es muy alto. Coinciden en que prestan a personas sin historial crediticio, de bajos ingresos, que viven en lugares difíciles de acceder. El simple hecho de captar a esos clientes implica una enorme fuerza de promoción y de desplazamiento de ejecutivos de cuentas. El 65 por ciento de su nómina –exponen los dos- se va en atender clientes de manera personalizada. Tenemos gastos administrativos y de cobranza altos. La ley nos obliga a tener provisiones por la cartera vencida.

Le pregunto a Te Creemos por su cartera de acreditados y por su nivel de mora. Tiene 80 mil clientes, su préstamo promedio es de ocho mil pesos y su cartera vencida es de 1.8 por ciento. En el caso de Compartamos, hay dos millones 482 mil 664 clientes, su préstamo promedio es de cinco mil  200 pesos y su morosidad del 2.8 por ciento.

En cinco años, el número de clientes de las microfinancieras se ha triplicado y la cartera en pesos es 285 por ciento más grande de lo que era en 2006 como se reporta en el informe de las microfinanzas en México elaborado por Prodesarrollo. El economista Horacio Esquivel indica que las tasas de interés de los microcréditos, si se considera la inversión y ganancias de las microfinancieras, no deberían ser mayores al 80 por ciento.

Ni en la financiera pequeña, ni en la más grande del país, la falta de pago es un problema real, en ningún caso la cartera vencida llega siquiera al tres por ciento. El nivel de retorno de sus recursos está por arriba del 95 por ciento para ambas entidades.

Los clientes son los pobres del país. Y clientes muy seguros, a juzgar por los números del sector. Para ellos, la esperanza de que el microcrédito los ayude a superar su circunstancia cada vez queda más lejana.

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