Alejandro Páez Varela
15/07/2024 - 12:08 am
El futuro de la prensa
Periodistas, intelectuales y medios no aceptan que si Claudia Sheinbaum hace bien las cosas (y están dadas las condiciones para que no fracase), no serán 12, sino al menos 18 años de gobiernos progresistas. ¿Resistirán dos décadas en la negación, entregados en los Sarmiento y los Moreno (son sólo ejemplos)? López Obrador no fracasó, como pronosticaron sus gurús más renombrados: ¿van a hacer algo al respecto?
Durante las elecciones de 2024 se hizo más que notorio el tránsito de la casa encuestadora de El Financiero hacia la posición que ocupó GEA-ISA, herramienta de manipulación que nadie sabe quién paga, pero que todos saben que está vinculada a Felipe Calderón y a una derecha con olor a Genaro García Luna. Las encuestas del diario mexicano –como las de otros medios– hicieron crisis con el resultado del 2 de junio pasado. Cualquiera pudo preguntarse si el daño compensó la ganancia, es decir: si vendieron resultados (olvidemos del dilema profesional y ético por un momento), si valió la pena el descrédito y, sobre todo, qué harán sus dueños y directivos al respecto. No veo a El Financiero disculpándose. Al menos Ciro Gómez Leyva lo hizo ahora y lo hizo antes.
Pero no es El Financiero. Es la prensa mexicana en lo general, que se enfrenta dilemas y obstáculos coyunturales que empujan hacia la reconfiguración que no se dio con Andrés Manuel López Obrador. Este sexenio provocó cambios, por supuesto; pero no hay un nuevo ecosistema de medios. La influencia de Proceso –ejemplo– prácticamente se desvaneció y su espacio fue ocupado paulatinamente por las revistas que antes fueron culturales: Nexos y Letras Libres, ahora dedicadas a la política. Este cambio, sin embargo, se ve más como el saldo de un choque de dos trenes y no como un ajuste planeado. Perdimos lo mejor de dos mundos porque creció y a la vez se debilitó el género de opinión con una multiplicación de voces con una misma textura y temática; y desapareció (o perdió presencia) la investigación periodística de largo aliento a cambio de más análisis de escritorio.
Me siento en las ramas al abrir este texto, de título tan ambicioso, con estos casos. Pero es imposible ignorarlos. El protagonismo que adquirió Reforma en estos seis años (para bien y para mal) le ponen un reflector: ¿Iniciará su marcha hacia el centro después del jalón que dio hacia la derecha o a la derecha radical en los últimos 20, 25 años? Porque si su rostro es un analista como Sergio Sarmiento, quien se habla de tú con Javier Milei, Ricardo Salinas Pliego o Cayetana Álvarez de Toledo y Peralta-Ramos, no puedes negar que caminas por los jardines de la derecha radical. ¿En ese sitio está cómodo Reforma? Que las plumas destacadas sean Francisco Martín Moreno, Catón (el de los chistes) y Denise Dresser manda mensajes tremendos: ¿buscará mantenerse en ese registro? Veo intentos por jalarse más al centro sin romperse demasiado. Así lo dije desde que Roberto Zamarripa asumió la dirección. ¿Para allá va: al centro sin romperse demasiado?
Hay condiciones, pues, para un ajuste fuerte en la prensa. Nadie iba a cambiar en medio de la ofensiva lanzada desde Presidencia porque era reconocer debilidades, pero conforme se acerca el fin del mandato de López Obrador algunos verán coyuntura para un cambio. Algunos, dije. No todos. La soberbia en el gremio es un veneno muy eficaz y antiguo como la cicuta. He visto empresas mediáticas irse al carajo por la soberbia de sus editores y dueños, y es previsible que algunos no acepten, aún con la tremenda derrota de 2024, que los tiempos que vivimos no son “un accidente histórico”, como dijo Beatriz Paredes, sino el tránsito hacia una sociedad más progresista. Es previsible que muchos sigan creyendo que López Obrador fue un error sistémico, de la manera en que lo fue Acción Nacional, que desde 2000 cae y cae. Nada debe sorprendernos porque el símbolo de la decadencia de nuestro tiempo es la sonrisa bótox de Alejandro Moreno que lo acompaña hacia el barranco.
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Un factor interesante son los nichos de mercado. El fenómeno AMLO compactó a casi toda la prensa en las derechas de tal manera que alguien puede comprar Reforma o El Financiero y encontrará su dosis completa de antilopezobradorismo. Lo mismo en los estados: a un editor le parece normal presumir en su portada a Sarmiento o a Moreno –sigo con los mismos ejemplos–, tan cercanos a la imagen de Beatriz Pagés y Carlos Alazraki, porque no los registran como ultras.
Recuerdo un estudio de la década de 1990 que decía que los impresos mexicanos habían menospreciado a las mujeres durante un siglo y que ahora ellas decidían, en su casa y en su oficina, el gran porcentaje de las suscripciones. Podían operar contra una suscripción y cancelarla, fueran ellas las proveedoras o sus parejas. Y al carajo las suscripciones, salvo casos muy contados. Al carajo los periódicos con olor a loción para después de afeitar.
Así veo a la prensa ahora. Vea usted qué aboyadas están las marcas que hace una década dominaban las capitales del país. ¡Hace una década! Estaciones de radio que regresaron a la música; noticieros de televisión que sólo sirven para sacarle dinero a los alcaldes y a los gobernadores pero con apenas influencia. Periódicos tan flacos que ya no envuelven un pescado.
Y en la capital, peor. Medios que se hablan entre ellos porque dejaron de hablarle a la gente. Prensa para un círculo rojo que ya ni es rojo y que tampoco lee ese tipo de prensa. Columnista que compiten entre sí a ver quién es más estridente o cuenta más mentiras; que decretaron “el fin del sexenio” varias veces desde diciembre de 2018 o que ya tomaron a los hijos del Presidente por sus puerquitos, sin un sólo dato en firme, simplemente porque no hay quien los desmienta.
Prensa que perdió el foco por corrupta y por soberbia: ¿cuántos “se dieron cuenta” que Claudio X. González fue el jefe de la oposición en 2024, antes de que lo exhibiera la "mañanera"? ¿Cuántos se atrevieron a decir que la “marea rosa” usurpaba los colores del INE, no era ciudadana y terminaría entregando a sus seguidores a “Alito” Moreno, Marko Cortés, Xóchitl Gálvez y demás políticos mediocres?
¿Cuántos medios alertaron que la principal herramienta de la oposición, Latinus, tenía dinero de la familia de Roberto Madrazo, un político despreciable, vinculado al fraude electoral y a la chapuza? ¿Cuántos alertaron sobre la cantidad infame de encuestas manipuladas, de Massive Caller, a México Elige y de GEA-ISA a El Financiero? ¿Cuántos se atrevieron a decir que, de manera totalmente irregular, Reforma dejó de publicar la medición presidencial justo cuando el Presidente que odian tanto promediaba picos altos? Al menos SinEmbargo sí lo hizo. Y disculpen el cebollazo; ya ustedes descubrirán quiénes más lo hicieron así.
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Las encuestas se hicieron crisis con el resultado final del 2 de junio, pero hizo crisis todo el ecosistema de medios. ¿Dueños y editores harán algo al respecto? No sé, quizás sí, aunque también es cierto que la sonrisa bótox de “Alito” rumbo al desfiladero es el signo de nuestros tiempos.
Hace muy poco se pensaba que el reto de los medios mexicanos era la tecnología. No lo es. Nunca lo ha sido. Ni Inteligencia Artificial ni todo junto. El reto está en otra parte. Los periodistas SIEMPRE hemos sobrevivido a los cambios tecnológicos y SIEMPRE nos ha derrotado la corrupción, el conformismo y la soberbia, en ese orden o en el orden que sea. Vean a mi generación, que pasó de la máquina de escribir a la computadora y de la computadora a todo esto que estamos viendo. Y lo superamos. Lo que no superaremos es la corrupción y la soberbia.
El periodismo de finales del siglo XIX europeo era cortesano y corrupto: lo rebasaron por la izquierda corrientes literarias que voltearon a ver a los pobres, sobre todo urbanos; lo que sobrevivió no fue el periodismo cortesano, sino novelas como Crimen y Castigo o Germinal. Y el periodismo de finales del siglo XX mexicano fue de derechas, acomodaticio y corrupto (neoliberal, pues). Lo rebasó medio mundo: las redes sociales y cualquiera que tuviera un celular y pudiera comunicar algo.
Periodistas, intelectuales y medios no aceptan que si Claudia Sheinbaum hace bien las cosas (y están dadas las condiciones para que no fracase), no serán 12, sino al menos 18 años de gobiernos progresistas. ¿Resistirán dos décadas en la negación, entregados en los Sarmiento y los Moreno (son sólo ejemplos)? López Obrador no fracasó, como pronosticaros sus gurús más renombrados: ¿van a hacer algo al respecto?
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En gran medida, el triunfo cultural del lopezobradorismo está anclado en que no apostó a un cambio brusco, sino gradual. Supo advertir lo que venía y utilizar la experiencia acumulada. Y les guste o no, se impuso por encima de los pronósticos. Ese “entender los tiempos” no operó con los medios, que apostaron a que todo volvería a 2017. Y no.
Hasta corrientes económicas y de pensamiento tan poderosas como el neoliberalismo o el capitalismo han sufrido en estos nuevos tiempos cambios importantes; evoluciones graduales, pero al final, evoluciones. Es muy probable que Donald Trump gane (sobre todo después del atentado) y que el comercio se cierre más. ¿Quién lo diría? No hay nadie más capitalista que Trump y apostará al proteccionismo.
El “realismo capitalista” jugaba con la idea de que era más probable el fin del mundo que el fin del capitalismo. Pues de alguna manera, la “economía moral” que plantea López Obrador lo reconoce, pero lo reacomoda: su propuesta fue hacer ajustes de tuerca a una máquina en movimiento. El libre comercio y el libre flujo de capitales no se pueden detener; simplemente hay que pasarles una factura moral, es decir: retener porciones de la ganancia para repartirlas en los sectores agraviados por el liberalismo económico. Pero en esencia es capitalismo con, digamos, ciertas variables.
Los analistas políticos, los intelectuales y los medios se entretuvieron en la textura; en batallas pequeñas, y no vieron la película completa. Se pelearon contra libros de texto mientras AMLO impulsaba una revolución. Soberbia pura, veneno antiguo. Y complicidades y corrupción. Todo junto.
¿Viene ese reacomodo en la prensa? Juraría que sí, porque es eso o morir. Para empezar, porque 99 por ciento de los medios se pelea un nicho de mercado cada vez más pequeño de panistas y priistas de derechas, a la vez que ignoraron a millones que levantaron la mano en estos años y que se han vuelto una masa crítica, una voz de trueno.
¿Cuál es el futuro de la prensa en México? Por su bien debería cambiar, aunque perfectamente entenderé si no lo hace.
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