Alejandro Calvillo
06/07/2024 - 12:05 am
La Coca-Cola, un producto de riesgo
Puede afirmarse que no hay ningún producto en el mercado, con excepción del tabaco y el alcohol, que este generando los daños que el consumo de bebidas azucaradas está provocando.
Comerse, directamente, en unos minutos, 10 cucharadas de azúcar o de jarabe de maíz de alta fructuosa, hacerlo de manera cotidiana, todos los días, representa un grave riesgo a la salud. No se trata de azúcares provenientes de frutas o algunas verduras que entran al organismo en bajas concentraciones, acompañadas de fibra y que se liberan lentamente. Se trata de azúcar refinada, concentrada, sin fibra alguna, que entra disuelta en un líquido y que genera un potente golpe glucémico en el organismo, un aumento fuerte y repentino de azúcar en la sangre que, si no fuera por la descarga de insulina por parte del páncreas, nos provocaría un coma glucémico. Las repercusiones en salud que este consumo provoca son muy diversas, desde el aumento de peso por el consumo de una gran cantidad de calorías vacías, hasta hígado graso, síndrome metabólico, diabetes, enfermedades cardiovasculares y diversos tipos de cáncer. El 70 por ciento de la azúcar añadida que se consume en la dieta de los mexicanos viene a través de las bebidas azucaradas. Y el 70 por ciento de las bebidas azucaradas comercializadas en nuestro país son de Coca-Cola, de ahí el título que le he dado a esta columna.
Se estima que el consumo promedio de bebidas azucaradas en México es de cerca de medio litro por persona al día. Este es un promedio; si excluyéramos a quienes no consumen estas bebidas o las consumen muy poco, los que las toman ingieren más de medio litro, existiendo población que consume más de un litro y hasta dos al día.
Basta el consumo de una lata de refresco al día durante dos semanas para que se disparen algunos indicadores de riesgo de desarrollo de enfermedades cardiovasculares. De acuerdo al doctor Arturo Guerra, director de la Asociación Nacional de Cardiólogos de México, cada dos minutos muere en México una persona por enfermedad cardiovascular. A partir de datos del INEGI sobre las muertes ocurridas por diabetes en 2021, podemos estimar que cada 4 minutos muere un apersona por diabetes. El producto que, por sí sólo, contribuye en mayor medida a estas muertes es la bebida azucarada.
Se calcula que, entre los adultos mayores a 20 años en México, el 6.9 por ciento de todas las causas de muertes son atribuibles al consumo de bebidas azucaradas. Por lo tanto, el consumo de bebidas azucaradas se asocia a un total de 40 mil 842 muertes anuales en nuestro país. De estas muertes, 23 mil 433 (57 por ciento) son a causa de la diabetes, es decir, el 35.6 por ciento del total de muertes por diabetes en México. 13 mil 517 (33 por ciento) son causadas por enfermedades cardiovasculares, el 12.7 por ciento de todas las muertes por esta causa, y 144 (-1 por ciento) ocasionadas por diferentes tipos de cáncer asociados a la obesidad (https://n9.cl/q05yt).
El consumo de estas bebidas en nuestro país empieza desde los primeros años de vida, incluso, en muchas regiones, comienza desde los primeros meses de vida. Los primeros impactos en salud, los primeros riesgos que provoca, lo más visibles en un inicio, están en el deterioro de la salud bucal, presentándose caries dental y graves problemas de dentición desde edades muy tempranas. En el caso de población indígena es muy común encontrar caries extendida en dentadura de leche. Este es el inicio más visible de los riesgos en salud de este tipo de bebidas.
Puede afirmarse que no hay ningún producto en el mercado, con excepción del tabaco y el alcohol, que este generando los daños que el consumo de bebidas azucaradas está provocando. Es por esto que tampoco hay ningún producto en el mercado, con excepción del tabaco y el alcohol, que haya sido objeto de fuertes recomendaciones internacionales para reducir su consumo, como es el caso de las bebidas azucaradas. Tanto por el máximo organismo internacional de salud -la Organización Mundial de la Salud- como por el máximo organismo financiero -el Banco Mundial-. Desde la OMS se recomiendan muy diversas políticas para reducir el consumo de estas bebidas con el fin de proteger la salud de la población, y desde el Banco Mundial se recomiendan medidas fiscales, impuestos, para bajar su consumo y obtener recursos para proteger las finanzas públicas de los gastos que generan las enfermedades provocadas por su consumo.
Pensemos tan sólo que este producto, que ha llevado a los consumidores mexicanos a la ingesta cotidiana de altísimas cantidades de azúcares refinados cada día, que provoca la ingesta directa de varias cucharadas de azúcares refinado en forma similar a consumir el azúcar directamente, cuenta con la mayor red de distribución de cualquier producto en el país y cuenta, a la vez, con la mayor inversión en publicidad, por encima de cualquier otra mercancía. Además, su alto consumo se relaciona con los impactos que genera en el centro de recompensa del cerebro al provocar fuertes descargas de dopamina provocando, de ser recurrentes, altos niveles de adicción, adicción que ya se ha reconocido puede provocar el azúcar.
En la solicitud para que sean declaradas estas bebidas como producto de riesgo, se presenta evidencia del poder económico y político de las empresas refresqueras y sus embotelladoras, señalando sus inversiones dirigidas a generar una percepción de que estas bebidas no generan daños a la salud, que su consumo es producto de una decisión personal, que el sobrepeso y la obesidad se relacionan con la falta de actividad física. Recursos, financiamiento, donativos de estas empresas a asociaciones de profesionales de la salud, instituciones académicas, investigadores, todo encaminado a provocar una narrativa que desvíe la atención de la responsabilidad de sus productos. A esto se suman las campañas multimillonarias que asocian su ingesta con la felicidad, la juventud, el deporte, el arte, ocultando su vínculo con el sobrepeso, la obesidad, el síndrome metabólico, el hígado graso, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, etcétera.
En este contexto, frente a la enorme inversión que protege los intereses de esta industria y genera una percepción equivocada de un producto con fuertes consecuencias en la salud pública, la autoridad sanitaria tiene la obligación de comunicar los riesgos que significa el consumo de estas bebidas, no sólo las que contienen azúcares añadidos, también las que contienen edulcorantes no calóricos y otros ingredientes que provocan daños en la salud y que la propia Organización Mundial de la Salud ha recomendado no consumir.
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