La calma después de la tormenta

07/07/2024 - 12:01 am

En el santuario hemos enfrentado muchas tormentas y lluvias desastrosas, pero esta vez fue diferente: un ciclón. Mi primer ciclón. Pensé que no sería muy distinto de las lluvias torrenciales que ya habíamos superado, pero Gustavo, con su experiencia, sabía que no era así. Preparamos el santuario y reforzamos los refugios para que los animales estuvieran secos y cómodos durante los días de lluvias e inundaciones que se avecinaban.

La noche antes del día estimado de la llegada del ciclón, comenzó a llover con fuerza, aunque dentro de lo esperado. Todo estaba listo, sólo añadimos canales extras alrededor de los refugios bajo la lluvia, ya que nunca logramos predecir la dirección de la corriente. No fue tan malo como esperaba; terminamos y nos fuimos a dormir con todo en orden.

Suelo despertar muy temprano para atender a los habitantes del santuario, con muchas alarmas, especialmente cuando estoy cansada. Esta vez, los fuertes vientos golpeando las ventanas me despertaron en la madrugada. Gustavo, con su experiencia en huracanes, tuvo la excelente idea de forrar todas las ventanas con malla pollera para proteger a los gatos.

Nos levantamos y salimos de inmediato. La lluvia caía en todas direcciones, abrumadora. Al cruzar la puerta, no había una esquina seca. Metimos a todos los animales posibles en la casa. Luego, comenzamos un arduo trabajo bajo la tormenta que nos tomó cinco horas sin descanso. La mitad del terreno estaba inundado. Afortunadamente, habíamos construido todos los refugios lejos de esas zonas. El viento soplaba en una dirección inesperada, así que cambiamos todas las paredes al otro lado, agregamos unos cuantos techos extras y, para cerrar con broche de oro, un árbol de cincuenta metros del vecino cayó sobre nuestra barda, rompiéndola y llevándose consigo dos de nuestros árboles. No sabíamos cuán débil había quedado la barda, así que cercamos toda el área dañada.

Nos concentramos especialmente en Shelly y Waheela, unas chivitas especiales. Shelly, al nacer contrajo una bacteria que dejó deformes sus patas delanteras, haciéndola caminar con ellas dobladas. Waheela nació ciega y es muy pequeña, con una audición muy desarrollada, lo que hace que se asuste con los truenos y el viento fuerte. Les agregamos varias paredes extras para que no entrara ni una gota de agua ni ruido.

Fue todo muy difícil y peligroso. El viento se llevaba la escalera y nuestro taladro dejó de funcionar al día siguiente, pero aguantó las cinco horas de trabajo bajo la lluvia.

Mucha gente dirá que no vale la pena todo lo que pasamos, pudiendo simplemente encerrarnos en casa. Sin embargo, el amor y la responsabilidad nos dan la energía para actuar en cualquier situación en favor de los animales, especialmente de aquellos bajo nuestro cuidado. Por otro lado, sabemos que mucha gente piensa y actúa de igual manera. Como santuario, nos preocupa la integridad de los animales dentro y fuera de aquí. Era físicamente imposible salir a ayudar, así que intentamos llamar a quienes pudieran hacerlo.

Es importante reconocer lo increíble que es la gente de protección civil en Nuevo León. No sólo concentraron los recursos en humanos, sino que también salvaron la vida de muchos animales, poniendo sus vidas en riesgo. Rescataron a un hombre con sus nueve borregos, cincuenta caballos varados en una isla que se formó en Cerro Prieto, un caballo atascado en el río Santa Catarina, perros arrastrados por la corriente y más. Estas personas son los verdaderos héroes del huracán Alberto.

Los días posteriores seguía lloviendo aunque iba en disminución, Alberto dejó un hermoso santuario verde y con abundante alimento para los chivos y borregos. Al final, estos ¨desastres¨ naturales son necesarios, Nuevo León ha librado por fin la fuerte sequía que nos atormentaba; el río Santa Catarina se había convertido en una especie de bosque urbano con gran variedad de fauna, en su mayoría patos, garzas, tlacuaches, castores, más de 800 tipos de insectos, etc., ahora que ha vuelto a ser el majestuoso río que era, me pregunto qué sucederá con esta fauna, algo que definitivamente averiguaré.

Ximena Machete
Nacida en la Ciudad de México, a mis 29 años soy tatuadora, artista plástica y defensora de los derechos de los animales. Los últimos 6 años de mi vida los he dedicado a ser la encargada del bienestar de los animales del Santuario Libres al Fin en Monterrey, Nuevo León.
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