La escritora Laura Baeza habló con SinEmbargo sobre su más reciente novela que se sumerge en la brutalidad de la esclavitud sexual en México y las heridas que deja en las víctimas, sus familias y la misma sociedad que sostiene este modelo delictivo.
Ciudad de México, 9 de junio (SinEmbargo).– Laura Baeza está de regreso con El lugar de la herida (Alfaguara), una novela que presenta un mismo problema desde dos realidades diferentes: “por un lado Lucero, una joven que, lamentablemente, es privada de la libertad y es obligada a ejercer esclavitud sexual, acompañada de una de sus compañeras de salón, Nancy. Y por el otro lado, Dolores, la madre de Nancy”, quien busca a su hija con todos los recursos a sus manos.
“La novela está situada hace 20 años, a principios de los años 2000. Nos lleva a una realidad distinta, donde apenas se usaba la tecnología que conocemos al día de hoy. No había videovigilancia, no había muchas cosas. No digo que eso nos garantice en este momento seguridad, para nada, probablemente estamos en el peor momento para ser mujer y ser joven en cuanto a eso, pero también es importante señalar que las niñas simplemente son sometidas porque hay un sistema que valida eso, porque hay cómplices de todo tipo, desde el adulto mayor hasta el más joven, y aquí lo vemos también retratado con la ilusión del amor del amor romántico, que fue la también la ilusión de las personas de mi generación, hace 20 años”, compartió Baeza en entrevista.
La autora expuso que como sociedad nos hemos vuelto “bastante autómatas” con ciertos temas que no nos toca vivir o con los cuales no estamos relacionados. “Sé que nuestro mecanismo de defensa ante tanto horror es seguir de largo y porque también la situación no está como para que todo mundo intentemos rescatar lo que esté al alcance, pero creo que la Literatura también nos brinda la oportunidad de ver realidades que en el día a día no conocemos, pero están ahí y conocer también historias por más doloroso que nos resulte”.
En cuanto a sus personajes, Baeza señaló que todos están atravesados por la culpa. En el caso de Dolores por no haber hecho lo imposible para no perder a su hija: “la culpa que cualquier padre sentirá al respecto: 'por qué no la cuide más', no sé, hay ideas también muy sobre pensadas cuando llegan esta situación 'por qué no le puse un rastreador', 'por qué no la vigile constantemente', 'por qué no la llevé a la puerta de la escuela y la recogí en la puerta de la escuela', entonces el miedo ahí se conjuga con la culpa y la madre empieza a especular sobre su realidad, a sentir también culpa de seguir, de continuar, de no estar en una situación terrible como su hija, lo cual es es espantoso”.
“Por otro lado Lucero también siente culpa pese a que ella está padeciendo cosas terribles, dice en algún momento de la novela que si ella no hubiera dejado que Nancy se acercara a ese grupito que conforman al principio de la historia, nada de eso hubiera sucedido, y luego dice 'si yo me hubiera alejado de Nancy, nada de esto me hubiera pasado', entonces está el miedo porque el miedo es lo que mantiene estos personajes casi de forma automática”.
De igual forma explica que la historia “está totalmente ahorcada por el ejercicio del poder y de la violencia que se lleva a cabo desde el patriarcado”, en donde hay todo un sistema y una estructura criminal de cómo se va a lucrar con la esclavitud sexual. “En la medida en la que yo iba investigando y veía datos, me parecía horrible que yo a los 13-14 años que estaba jugando y viendo las caricaturas, una persona de distintas investigaciones, alguien que apareció en lo que yo consulté, a los 13-14 años se encargaba de llevar chicas a otro lado, entonces ahí yo también caí en cuenta de que no todos poseemos la misma realidad y lo que yo haya vivido no corresponde a lo que viven otras personas.”
Baeza comentó que para esta historia llevó a cabo una investigación sustentada 100 por ciento en fuentes periodísticas y no tuvo relación con ninguna víctima porque así lo decidió. “No quise ir a buscar a nadie, sé que pude haber encontrado información, pero a mí me interesaba qué se había dicho, cómo se había retratado desde la prensa, qué material había, qué vídeos habían grabado de personas que decían 'bueno, yo fui a tal lugar y esto pasó', y ahí me daba cuenta de que muchos, muchos casos coincidían, las características de algunas chicas, las características de sus familias”.
En el caso de la novela precisó que se sitúa geográficamente en Tlaxcala, “un lugar donde sabemos que desde hace algunos años, sucedía esto con una estructura muy bien pensada para quienes lo ejercían, pero sucede en muchos ámbitos, sucede en el sur del país, donde pues prácticamente hay pequeños sitios de ingobernabilidad, sucede en el norte, que también ha sido un paso para todo esto, sucede en las ciudades más grandes donde uno puede camuflar cualquier delito, y sucede en los lugares más apartados, entonces esto abarca todo!.
“Yo también pensaba, en la medida en la que iba construyendo la historia con todo lo que investigaba y luego lo que especulaba para hacer la ficción, que cuando algo se rompe dentro de nosotros, cuando ya podemos hacer el mal sin que eso nos dé ningún cargo de conciencia, entonces todo está perdido, es lo que sucede con estos chico”, refirió.
Y puntualizó: “Desde libros anteriores, me había interesado tratar estos temas, no por morbo ni mucho menos, simplemente creo que la vida y la Literatura me fueron llevando a algo así, y siento que es más visible México que la violencia, al menos en mi caso, no se trata de visibilizar porque ya es totalmente visible, es imposible que nos cause extrañeza algo que sucede todo el tiempo, pero yo quería hablar del otro lado, quería ponerle voz a una persona que, en términos de ficción, ha contado su historia, pero en otras circunstancia”.