Violeta Vázquez-Rojas Maldonado
03/06/2024 - 12:04 am
La oposición al día siguiente
A eso hay que agregar la pésima reputación con la que de por sí cargan, sobre todo el PRI y el PAN, que encabezaron gobiernos ineficientes y corruptos. La única esperanza para los partidos que conforman la alianza (si es que el PRD logra mantener su registro) sería la de regresar a sus vocaciones unipartidistas, reformular sus plataformas ideológicas y quizá intentar un “relanzamiento”, reivindicando viejos triunfos y prometiendo rectificaciones.
Escribo esta columna la mañana del dos de junio, a unos minutos de que abran las casillas. Dicen que la democracia es incertidumbre, y yo por el momento escribo únicamente con dos certezas: la primera, que Claudia Sheinbaum será elegida como presidenta de México y, la segunda, que la oposición -y ahora veremos a qué me refiero con eso-, muy a su pesar, va a seguir existiendo al día siguiente. Además de estas dos certezas, hay muchas preguntas que valen hoy y tal vez no serán preguntas mañana (como si Morena logrará mayorías legislativas o si ganará las siete gubernaturas que prevén las encuestas). Una pregunta, sin embargo, queda en el aire independientemente de los pormenores del resultado electoral: ¿qué hará la oposición, a partir del lunes 3 de junio, para reconfigurarse y sobrevivir?
Para empezar a esbozar una respuesta, hay que aceptar que eso que llamamos oposición, aunque se ha amalgamado bajo el común denominador de su desprecio a AMLO y a todo lo que representa, no es un conjunto políticamente uniforme. Identifico, por lo menos, cuatro aristas: (1) La oposición partidista, oficialmente reconocible bajo los logos del PRI, PAN y PRD; (2) La otra oposición partidista bajo la bandera de Movimiento Ciudadano; (3) La oposición que se autonombra «ciudadana» y no se identifica con ninguno de los partidos y (4) La oposición que es vocal contra el obradorismo, tiene foros y micrófonos de amplio alcance, genera opinión pública y milita con partidos o candidatos pero no lo acepta abiertamente.
Pienso en estas cuatro clases como “aristas” de la oposición y no como sectores independientes porque, primero, no hay líneas prístinas que los separen y, segundo, porque en momentos coyunturales como el que vivimos ahora, dos o más de ellos pueden confluir. Por ejemplo, para esta elección, confluyeron alrededor de la candidatura de Xóchitl Gálvez los tres partidos de la Alianza -el PRIANRD-, el brazo «ciudadano» que se identifica con el nombre de «marea rosa» y una buena parte de los analistas y comentaristas políticos que, sin hacer explícita su preferencia por los partidos o, incluso, renegando de ellos, atizó la narrativa de «la democracia en peligro» y no sólo llamó -en algunos casos más subrepticiamente que en otros- a votar por Gálvez, sino que aconsejaron y marcaron el tono de una campaña sin rumbo que se dejó guiar por lo que se le ocurriera al comentarista en turno en las mesas de análisis.
Estas tres aristas, amalgamadas bajo el respaldo a una misma candidatura, se diferenciaron tajantemente de Movimiento Ciudadano, que en los últimos meses, incluso, se volvió el principal rival de la contienda Xochitlista. A Máynez y a su partido les dedicaron desaires y desprecios, como los comentarios indolentemente socarrones de Emilio Álvarez Icaza ante el trágico accidente ocurrido durante un mitin de ese partido en Nuevo León, o aquel comentario de López-Dóriga cuando dice que la boleta electoral tiene “dos espacios en blanco”, implicando que uno de ellos es el recuadro de Movimiento Ciudadano.
La pregunta que queda en el aire es: ¿qué sucederá con estas aristas de la oposición una vez que pase la coyuntura electoral? Tal vez habría que intentar dilucidar cuál puede ser el destino próximo de cada una.
Para empezar, la alianza del PRIANRD tal vez se dé cuenta de que, por usar una frase bien empleada por el presidente López Obrador, «hay sumas que restan». Unirse en un mismo frente viniendo de tradiciones partidistas antaño disímiles (un partido que fue de izquierda, el partido emblemático de la derecha y el que fuera el partido hegemónico adversario de ambos) sólo redundó en el desdibujamiento ideológico de sus identidades, la ausencia total de un proyecto de gobierno y el descrédito de los votantes que bien se dieron cuenta de que, a falta de esas dos cosas, lo único que podía moverlos a aspirar por cargos de elección es la ambición personal.
A eso hay que agregar la pésima reputación con la que de por sí cargan, sobre todo el PRI y el PAN, que encabezaron gobiernos ineficientes y corruptos. La única esperanza para los partidos que conforman la alianza (si es que el PRD logra mantener su registro) sería la de regresar a sus vocaciones unipartidistas, reformular sus plataformas ideológicas y quizá intentar un “relanzamiento”, reivindicando viejos triunfos y prometiendo rectificaciones. Puede funcionarles o no, pero lo que definitivamente ha sido para ellos la receta del fracaso ha sido el fusionarse bajo los caprichos de un grupo oligárquico y desconocer a la base social que algún día representaron.
La oposición autonombrada «ciudadana», que -por muy buenas razones- no comulga con los partidos pero que en esta coyuntura decidió enarbolar sus banderas, ha perdido, por lo mismo, su credibilidad. Incluso si pasa los próximos días tratando de desmarcarse de los partidos con los que se alió para lanzar a la candidata opositora, a esta oposición aún le quedan bastiones estratégicos del poder, y tratará de parapetarse detrás de la defensa del Poder Judicial y la de cualquier otro organismo autónomo o contramayoritario al que el nuevo gobierno intente “tocar” con alguna propuesta de reforma.
A pesar de que seguirán renegando de los partidos políticos bajo la consigna “todos son iguales”, habrán de seguir apuntalando alianzas legislativas y nuevamente saldrán a defender sus banderas en las elecciones intermedias. Otra de las fortalezas de esta oposición autonombrada «ciudadana» serán los espacios de los que sigan gozando en los medios los analistas y comentaristas (esa cuarta arista de la oposición) que, también renegando de los partidos, se han querido mostrar como neutrales y apartidistas. Esta oposición que abraza o reniega de los partidos de la alianza a conveniencia es quizá la más poderosa y la más dispuesta a radicalizarse en contra del nuevo gobierno.
Por último, Movimiento Ciudadano logró consolidar un mucho mejor porcentaje de la votación de lo que al inicio se esperaba. Pronto sabremos cuál será su peso en las cámaras. Si bien las otras aristas de la oposición se voltearon contra este partido en específico, tildando a su candidato de “esquirol” (sin advertir que, según la evolución de las encuestas, los votos que iba ganando Máynez los iba perdiendo Sheinbaum y no Gálvez), lo cierto es que los naranjas no son, ni serán, aliados fáciles de Morena. Se perfilan como una oposición más razonable y más dispuesta a llegar a acuerdos, pero de ningún modo se puede confiar en que Morena tenga en Movimiento Ciudadano a una bancada de incondicionales. Todo lo contrario, el sexenio para ellos se tratará de cómo capitalizan lo que cosecharon este domingo en las urnas. Y lo van a vender caro.
En suma, para comprender el destino de la oposición a partir del 3 de junio hay que empezar por reconocer que la oposición no es una sola, y que entre los sectores que la conforman habrá vaivenes, alianzas y rupturas a conveniencia. A pesar del resultado que se obtenga, y de la abrumadora victoria de Morena y su coalición, es un error pensar que toda la oposición asimilará los resultados de esta elección meramente como una derrota.
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