En la policía en Estados Unidos no existen reglas nacionales sobre cómo los agentes aplican la fuerza, las mejores prácticas brindan cierta orientación, pero no son obligatorias.
Por John Seewer, Reese Dunklin y Taylor Stevens
Estados Unidos, 15 de mayo (AP).– En cientos de muertes en las que la policía utilizó la fuerza con el propósito de detener a alguien sin matarlo, los policías violaron directrices bien conocidas para sujetar y someter a las personas de manera segura —no sólo una o dos veces, sino varias—.
La mayoría de las transgresiones implicaron inmovilizar a las personas boca abajo de manera que su respiración podía resultar restringida, o aturdirlas repetidamente con un arma que da descargas eléctricas, según encontró una investigación de The Associated Press.
Algunos agentes no tuvieron más remedio que infringir las buenas prácticas policiales —pautas de seguridad recomendadas por agencias gubernamentales, grupos de seguridad pública y expertos en capacitación— para salvar una vida o proteger a alguien.
Muchas otras transgresiones fueron más difíciles de explicar. En ocasiones, los policías recurrieron prematuramente a armas o sometimiento físico durante interacciones de rutina, o malinterpretaron la confusión de una persona en emergencias médicas como un desafío, lo que desencadenó una serie de errores. En otros casos, continuaron usando la fuerza incluso después de haber esposado y controlado a las personas.
Para su investigación, la AP catalogó mil 036 muertes a lo largo de una década después de que los agentes utilizaran fuerza que no involucraba armas de fuego. En aproximadamente la mitad, los funcionarios médicos dictaminaron que los policías causaron o contribuyeron a las muertes, pero generalmente no se mencionaba si se siguieron las mejores prácticas policiales.
Contar las transgresiones de las mejores prácticas también fue difícil cuando los departamentos no documentaron detalles importantes o retuvieron sus archivos. Pero con base en una revisión de decenas de miles de páginas de registros policiales y judiciales, así como en cientos de horas de video de grabaciones de cámaras corporales, esto es lo que la AP encontró:
—Los agentes infringieron las directrices de tres o más formas en aproximadamente 440 muertes, o aproximadamente el 45 por ciento de las veces. En otros, a veces un sólo error causó lesiones potencialmente mortales.
—Muchos de los que murieron consumían drogas o alcohol, o tenían afecciones médicas subyacentes, lo que los hacía más vulnerables a una fuerza mal aplicada, tal como lo advertían las mejores prácticas.
—En aproximadamente el 30 por ciento de las muertes en las que la policía se salió de las pautas varias veces, los agentes o personas alrededor enfrentaban un peligro inminente o potencial. Las prácticas de seguridad pueden excusar a los agentes bajo tales circunstancias.
Debido a la forma en que se organiza la policía en Estados Unidos, no existen reglas nacionales sobre cómo los agentes aplican la fuerza. Las mejores prácticas brindan cierta orientación, pero no son obligatorias. Al final, los departamentos o estados individuales establecen sus propias políticas y capacitación.
Directrices del Gobierno federal ayudarían a establecer estándares uniformes respecto al uso de la fuerza, dijo Alex del Carmen, un criminólogo veterano que trabaja en la Universidad Estatal de Tarleton, y ha monitoreado las reformas ordenadas por los tribunales en departamentos con problemas.
Si bien las organizaciones policiales nacionales ofrecen directrices, éstas no siempre llegan a los agentes, y agregó: "No reemplazan al Gobierno federal, que debería haber tomado la iniciativa hace muchos años para brindar dirección y claridad".
Las razones por las cuales los policías no siguieron las pautas variaron, encontró la AP. Algunos testificaron que no se las habían enseñado. En otros departamentos, las políticas no estaban actualizadas.
En algunas ocasiones, los agentes atribuyeron específicamente a su formación el mérito de haber ayudado a evitar errores. Un policía de Ohio, por ejemplo, enfundó su arma de electrochoques cuando le dijeron que un hombre de 60 años buscado por orden judicial tenía problemas cardíacos.
Tyler Owen, expolicía, cree que casi todos los agentes lo hacen bien. La mayoría de los encuentros no involucran el uso de fuerza, dijo, y la solución para evitar problemas casi siempre es sencilla: obedecer a la policía.
"Al seguir resistiéndote y luchando contra las fuerzas del orden, te pones en riesgo", agregó Owen, ahora portavoz de la Asociación de Policía Municipal de Texas, el grupo policial más grande del estado.
Cuando los agentes tratan con personas que son inestable o que no pueden comprender órdenes, a veces necesitan usar la fuerza fuera de las mejores prácticas —incluso si eso significa "hacer cosas violentas para volver a casa con sus familias"—, afirmó.
La investigación de la AP, realizada en colaboración con los Centros Howard para Periodismo de Investigación y FRONTLINE —un programa documental de investigación periodística de la cadena PBS—, abarcó de 2012 a 2021. Si bien las transgresiones involucraron muchos tipos de "fuerza no letal", las más frecuentes ocurrieron en las cuatro áreas siguientes.
INMOVILIZAR BOCA ABAJO
LO QUE DICEN LAS DIRECTRICES: La policía ha estado alerta desde la década de 1990 sobre los riesgos de inmovilizar a alguien sobre su pecho en lo que se conoce como posición decúbito prona —yacer sobre el vientre—. La preocupación comenzó con la asfixia posicional —cuando el pecho no puede expandirse, se priva al cuerpo de oxígeno—. Pero más recientemente, los investigadores han advertido que comprimir el pecho también puede estresar el corazón y provocar un paro cardíaco.
La clave es cambiar a alguien de esa posición lo más rápido posible. Un boletín del Departamento de Justicia (DOJ, por sus siglas en inglés) de 1995 recomendaba hacerlo "tan pronto como el sospechoso esté esposado", y advertía sobre un "círculo vicioso" en el que poner peso sobre la espalda de una persona puede restringir aún más la respiración, lo que causa que luchen más violentamente para lograr que sus pulmones se expandan. Esa orientación federal se dio en medio de una creciente preocupación por la inmovilización en decúbito prono, incluso por parte de un grupo nacional de jefes de policía en 1993.
El DOJ también ha advertido que la sujeción boca abajo puede ser más peligrosa para una amplia categoría de personas a las que la policía suele confrontar: quienes consumen drogas o alcohol. También son vulnerables las personas obesas, las que tienen problemas cardíacos o respiratorios, o quienes ya han recibido descargas eléctricas con pistolas aturdidoras. Para el 2001, el DOJ aconsejó a los departamentos que desarrollaran políticas que abordaran la asfixia posicional.
LO QUE ENCONTRÓ LA AP: Los agentes inmovilizaron a alguien boca abajo en al menos 740 de las mil 036 muertes —y generalmente uno de ellos o a veces más, usó su peso corporal encima—. En aproximadamente la mitad de los casos de inmovilización prona, la policía no cambió a la persona de posición en cuanto la esposó o lo hizo sólo después de que había dejado de responder.
Cuando hubo videos disponibles o los informes policiales indicaban la duración de la inmovilización: a algunas personas las mantuvieron boca abajo menos de 60 segundos después de esposarlas. Más a menudo, la inmovilización continuó durante minutos mientras los agentes ataban los tobillos del sospechoso o esperaban a que dejara de resistirse.
Un video obtenido por la AP mostraba a un oficial de policía en Ava, Missouri, esposar a un hombre que sufría una recaída de drogas y lo sujetó en posición decúbito prona durante aproximadamente ocho minutos. El policía advirtió que mantendría la inmovilización hasta que el hombre dejara de patear. Una vez quieto, el oficial le preguntó al hombre: "¿Ya vas a estar tranquilo?". No respondió. Pasaron otros dos minutos antes de que el oficial se diera cuenta de que el hombre parecía no respirar. Un Juez federal que revisó el video falló en favor del agente en una demanda civil, y dijo que la Ley no exigía que la policía dejara de mantener la inmovilización boca abajo una vez que la persona dejaba de luchar. No obstante, esa interpretación legal no estaba en sintonía con la de tribunales federales de otras regiones, que brindan instrucciones amplias sobre el uso de la fuerza.
Alrededor de 240 de los casos de inmovilización prona involucraron a personas sospechosas de consumir drogas o alcohol. Durante 11 minutos, policías en Gulfport, Mississippi, sujetaron a un hombre de 53 años que causaba disturbios afuera de un restaurante junto a la playa. La policía primero lo aturdió con una pistola paralizante, y luego un oficial se sentó a horcajadas sobre su espalda mientras era sujetado. Un video de una cámara de tablero no reportado anteriormente y obtenido por la AP lo mostró luchando por mover las caderas y los hombros, y gritando: "No puedo respirar". Finalmente, quedó inmóvil con el oficial todavía encima. El policía dijo a los investigadores que había sido entrenado para no poner a nadie sobre su pecho y que su peso estaba sobre sus rodillas, e insistió en que había puesto al sospechoso de lado todo el tiempo —contrario a lo que mostraba el video—. Un jurado investigador se negó a presentar cargos contra los policías después de que se dictaminó que la muerte fue accidental por consumo de drogas.
Al menos 180 personas inmovilizadas en el suelo eran obesas. Los agentes del condado de Knox, en Tennessee, se dieron cuenta de que necesitaban reposicionar a un hombre esposado que estaba boca abajo en el suelo. "Ponlo de lado para que pueda respirar. Tiene una barriga grande", dijo uno. Pero cuando el hombre de 127 kilogramos soltó una pierna, los oficiales lo ataron de piernas cruzadas y le esposaron los tobillos y ataron las manos y los pies detrás de la espalda. Durante más de tres minutos, cerca de una docena de policías permanecieron quietos después de que rodó y se acostó sobre su estómago. Uno de ellos le presionó la parte superior de la espalda con una rodilla y una mano para obligarlo a permanecer quieto. Un minuto después, vieron que su vida corría peligro cuando un oficial se arrodilló junto a su cuerpo inmóvil, y le preguntó su fecha de nacimiento. Su muerte se atribuyó al fentanilo y las metanfetaminas. El Fiscal de Distrito calificó las acciones de los policías como legales y cerró el caso, pero la familia llegó a un acuerdo no revelado con el condado en una demanda por muerte por negligencia.
DEMASIADAS DESCARGAS ELÉCTRICAS
LO QUE DICEN LAS DIRECTRICES: Cuando las pistolas aturdidoras comenzaron a ganar popularidad entre la policía hace dos décadas, no había límites específicos sobre cuántas veces o durante cuánto tiempo alguien podía recibir una descarga eléctrica. Eso cambió a medida que aumentaron las muertes y las demandas contra Taser, la marca principal de estas armas.
Axon Enterprise Inc., fabricante de Taser, ha dicho desde mucho tiempo que, en situaciones volátiles, las pistolas aturdidoras Taser son una alternativa más segura que disparar a los sospechosos o golpearles la cabeza con una porra. Las pistolas aturdidoras disparan pequeños dardos —conectados al arma con cables—, que descargan electricidad desde una distancia corta que paraliza los músculos brevemente. Los policías también pueden poner la pistola directamente en el cuerpo y dar un doloroso electrochoque a alguien para que obedezca.
La empresa ha insistido en que factores como la intoxicación por drogas o problemas cardíacos subyacentes son los verdaderos culpables de las muertes, y no la electricidad. Pero algunas investigaciones comenzaron a encontrar que las descargas repetidas pueden generar riesgos cardíacos y respiratorios.
En 2011, el Police Executive Research Forum (Foro de Investigación Ejecutiva de la Policía), un grupo nacional de políticas de aplicación de la Ley, emitió directrices que decían que a los policías se les debería enseñar que utilizar descargas eléctricas múltiples veces puede incrementar el riesgo de muerte. Las directrices contenían advertencias sobre descargas simultáneas de más de un dispositivo y recomendaron limitar la electricidad a 15 segundos —o tres descargas del ciclo estándar de cinco segundos—.
Para 2013, Axon advirtió en su manual de capacitación que se debían "evitar las exposiciones prolongadas y repetidas", y citó las preocupaciones de las fuerzas del orden, y de los grupos médicos sobre rebasar los 15 segundos.
Las recomendaciones de seguridad, incluidas las de Axon, también dicen que los policías deben hacer una pausa, luego de apretar el gatillo de la pistola aturdidora para evaluar a la persona antes de aplicar una nueva descarga. Cuando las descargas múltiples no son efectivas, los agentes deben considerar otras opciones.
LO QUE LA AP ENCONTRÓ: A pesar de las advertencias, los agentes usaron sus armas aturdidoras más de tres veces o durante más de 15 segundos combinados en al menos 180 de los 538 encuentros mortales que involucraron esas armas.
Tres agentes de Roswell, Nuevo México, dieron descargas eléctricas a un hombre de 34 años hasta 15 veces después de que dijeran que sostenía una porra parecida a las de la policía y arrojaba puñados de piedras. Algunos de los dardos impactaron en su cabeza y pecho. Después de un disparo inicial en el pecho, el hombre soltó la porra, pero se siguió aplicando la descarga. Un Juez federal no encontró fallas en el número total de disparos de arma aturdidora, pero sí dijo que los últimos, cuando el hombre ya estaba en el suelo e incapacitado, fueron demasiado lejos porque ya no era una amenaza.
En Colorado, uno de los dos policías que dispararon sus armas aturdidoras un total de ocho veces contra un hombre que se resistía a ser esposado testificó en una demanda que no fue capacitado sobre el peligro de aplicar descargas eléctricas a alguien más de tres veces. El subjefe del Departamento de Policía de Colorado Springs en ese momento testificó que su política permitía a los agentes continuar la descarga de electricidad hasta que el comportamiento de la persona cambiara. El departamento determinó que los agentes no hicieron nada malo, pero la demanda que alega falta de capacitación de la policía sigue en curso.
Uno de los tres agentes en South Boston, Virginia, que electrocutaron a un hombre que rodaba por la acera de un hospital, dijo que las acciones de un sospechoso —no las pautas de Taser— dictan qué hacer. Los policías dispararon sus armas aturdidoras un total de 20 veces, incluso después de esposar al hombre. "Hay ocho páginas de advertencias y, básicamente, si leyera y cumpliera con cada una de ellas, no dispararía a nadie con una pistola aturdidora", explicó el agente en respuesta a una demanda civil que después se resolvió fuera de los tribunales. Los fiscales federales dijeron que no vieron pruebas suficientes para presentar cargos de derechos civiles contra los tres agentes.
Algunos casos fueron mucho más allá de las directrices emitidas por Axon y los expertos policiales. Los agentes dispararon sus pistolas aturdidoras 10 o más veces en al menos 29 encuentros identificados por la AP. En un caso poco común, dos oficiales de policía de Wilson, Oklahoma, fueron declarados culpables de asesinato después de aplicar descargas eléctricas a un hombre 53 veces en 2019 — casi cuatro minutos en total de disparos de los Taser— a pesar de que él nunca intentó atacar a ninguno de los agentes. Un investigador estatal dijo que el hombre estaba desnudo en una zanja y recibió numerosas descargas eléctricas porque aparentemente no siguió las órdenes de colocarse boca abajo y poner las manos detrás de la espalda.
PARALIZAR A LOS VULNERABLES
LO QUE DICE LAS DIRECTRICES: Axon y las organizaciones policiales han advertido a los departamentos de policía durante más de una década que las personas mayores, y las personas que padecen una crisis médica o de salud mental se encuentran entre quienes tienen un mayor riesgo de muerte súbita por descargas eléctricas. A los agentes también se les ha dicho desde hace mucho tiempo que las personas que se encuentran en lugares elevados, o que corren pueden sufrir una caída catastrófica cuando sus músculos se paralizan.
En 2009, Axon recomendó por primera vez que la policía apuntara los dardos de las Taser a la espalda, o el abdomen en lugar del pecho siempre que fuera posible. Si bien la empresa dijo que esto aumentaría la "eficacia del arma y evitaría el remoto riesgo potencial de un efecto cardíaco", explicó que la razón principal del cambio era defenderse contra demandas judiciales, según un memorando de la compañía que explica dichos cambios.
Muchas agencias policiales han adoptado al menos algunas de estas recomendaciones, aunque aún dan a los agentes margen de maniobra cuando las personas representan un peligro inmediato y la necesidad de controlarlas supera los riesgos.
LO QUE LA AP ENCONTRÓ: Se sospechaba que los grupos vulnerables sometidos con mayor frecuencia a descargas eléctricas consumían drogas ilícitas o mostraban signos de comportamiento extraño o agresivo, paranoia o fuerza inesperada.
Otros eran vulnerables de maneras distintas. Al menos 10 personas que murieron después de recibir una descarga eléctrica tenían 65 años o más, incluido un veterano con demencia que había amenazado con apuñalar a un oficial con un bolígrafo en un asilo de Minnesota. El hombre de 79 años cayó y se rompió la cadera luego de que los dardos electrificados hicieran contacto con él. Murió dos meses después por complicaciones relacionadas con la caída. Ninguno de los agentes enfrentó una investigación, según el Departamento de Policía de Stillwater.
Los agentes electrocutaron al menos a 50 personas que huían o eran susceptibles a una caída. Un tribunal federal de Georgia dijo que un agente de policía del condado DeKalb no debería haber disparado su arma aturdidora contra un pasajero desarmado que inexplicablemente huyó de una parada de tránsito y trepó por una pared de 2.4 metros. El tribunal dijo que el hombre no había cometido ningún delito ni había hecho gestos amenazantes, pero el agente disparó su arma aturdidora sin emitir una advertencia. El hombre cayó, se rompió el cuello y murió.
En algunos casos, los agentes optaron por utilizar un aturdidor eléctrico incluso cuando una pistola podría haber estado justificada. Entre las más de 100 personas que recibieron descargas eléctricas de la policía en el pecho, la cabeza, el cuello o los genitales se encontraba un hombre de Michigan que agredía sexualmente a su novia delante de sus dos hijos. Al escucharlo gritar "voy a matarla", un oficial disparó su arma aturdidora para detener el ataque. Otro dio una descarga al sospechoso desde 1.5 metros de distancia cuando se negó a ponerse boca abajo. Ese electrochoque cerca de su corazón resultó fatal, dijo un médico forense. Si bien la política del Departamento de Policía de Rockwood advertía contra apuntar al pecho, el oficial dijo en una declaración que no era allí hacia donde apuntaba, y que el hombre era un objetivo en movimiento. Manifestó a un investigador estatal que usar la pistola aturdidora era más seguro que "ponerle las manos" al hombre o usar su arma de fuego. Un Fiscal y un tribunal federal apoyaron a los agentes al citar la amenaza a la seguridad.
FUERZA DESPUÉS DE ESPOSAR
LO QUE DICEN LAS DIRECTRICES: En su mayoría, los tribunales federales han estado de acuerdo en que golpear, usar pistolas aturdidoras o inmovilizar a alguien boca abajo es excesivo cuando está esposado y no se resiste ni ignora las órdenes de un agente.
Estas decisiones de los tribunales federales han llevado a muchos departamentos a adoptar políticas que permiten la fuerza contra personas esposadas únicamente en pocas circunstancias. Una política modelo, desarrollada por casi una docena de grupos de seguridad pública en 2017, pedía el uso de la fuerza contra personas esposadas sólo cuando, de otro modo, huirían o lastimarían a alguien.
LO QUE LA AP ENCONTRÓ: La policía no dio la vuelta rápidamente a al menos 360 personas después de que fueron esposadas o controladas —aproximadamente la mitad de todos los casos que involucraron sujeción en decúbito prono—. Muchos de los agentes también mantuvieron sobre ellas su peso corporal, manos o rodillas para aplicar presión.
Una Corte federal de apelaciones dijo que los agentes de Richmond, Virginia, fueron demasiado lejos después de esposar e inmovilizar a un hombre que se negó a recibir tratamiento de salud mental. Incluso después de que dejó de moverse, los policías no liberaron la presión, dijo el tribunal. El tribunal no culpó a la decisión de los agentes de detener al hombre, pero dijo que no podría haber representado una amenaza una vez que lo superaron en número y lo esposaron.
En más de 30 casos, la policía utilizó armas aturdidoras contra alguien que ya estaba esposado o que había dejado de resistirse. Los agentes de Hazelwood, Missouri, aplicaron descargas eléctricas a un hombre esposado hasta 13 veces y lo golpearon repetidamente con una porra. El hombre conducía de manera errática de camino a casa para celebrar su aniversario de bodas y parecía intoxicado. Los fiscales decidieron que la policía no hizo nada malo porque él se resistió agresivamente. Un Juez federal, quien falló a favor de la policía, dijo que era claro que el hombre peleó durante ocho minutos y que se requirieron tres agentes y múltiples disparos de armas aturdidoras y golpes con porras para someterlo.
En un caso en Delaware, un Juez federal no dio inmunidad a un policía estatal por un reclamo de fuerza excesiva después de que usó su arma aturdidora contra un hombre que parecía estar inmovilizado y ya no se resistía. El agente, instructor certificado de Taser, inicialmente tomó medidas para evitar un resultado mortal cuando se encontró con el hombre, quien tenía una pistola tras la espalda. Considerando la posibilidad de que el hombre podría tener una enfermedad mental, el policía enfundó su arma y le dio una descarga eléctrica, lo que hizo que cayera y soltara su arma de fuego. El policía volvió a disparar rápidamente porque pensó que el hombre se daba la vuelta para alcanzar su pistola. Pero la tercera descarga eléctrica fue injustificada, dijo el Juez, porque se produjo 15 segundos después y luego de que los agentes hubieran inmovilizado al hombre. Un experto contratado por la familia dijo que la descarga final dio en el pecho del hombre, algo que el policía debería haber sabido que debía evitar.