Tomás Calvillo Unna
08/05/2024 - 12:04 am
El silbato que nadie escucha
"Este es el tema, por eso el mundo comienza a salirse de su órbita".
I
Estas pinceladas de los cielos
al mediodía,
son un bálsamo
para la tristeza que se expande en la tierra.
Alzar la mirada
y respirar hondo;
la tormenta de arena pasará
y algunos de nosotros
ya no estaremos aquí.
A veces pareciera
que caminamos
como sonámbulos,
junto a la interminable hilera
de cajas metálicas;
esa epidemia que carcome
los paisajes diurnos
y nocturnos.
II
Hay demasiadas lágrimas contenidas
entre el entendimiento y la confusión;
hacen falta las voces que dispersen
las brumas del hastío y el temor.
La ocre determinación de los arbustos
de permanecer de pie
a orillas del camino.
La fe ciega y la razón;
las dos caras
de la misma moneda,
cuyo telúrico andamiaje
define el destino.
Lejano de lo etéreo,
en su elección,
impera la dualidad.
III
Todos estos juegos
que se despliegan en la mente,
atenidos
a bioquímicos despliegues
que ignoramos,
a la densidad del cuerpo,
sus virtudes y carencias;
al sentido inconcluso
de su aparición,
entre la cruz y la sonrisa:
la condición que nos contiene.
La civilización al desnudo
en su diversidad,
carente ya de propósito
al pretender edificarse
en eternidad;
hiriendo en lo más profundo
el don de la cultura: he aquí
el corazón del ser humano,
sin Cardiólogo que lo atienda.
sin hospital que lo reciba.
Este es el tema,
por eso el mundo
comienza a salirse
de su órbita.
Y es dentro, no fuera
donde sucede.
IV
La prolongada sequía
de la compasión;
las fauces del dolor
que se aproxima.
En el cuerpo se siembra
la semilla de la conciencia;
de eso se trata,
esta crucial aventura,
cuando el viento se aproxima.
Rendija.
Desde el pináculo del templo, se humilla, se detesta a los que miran otros horizontes. La guerra florida perdura, cadáveres vivientes pululan, sin ton, ni son. El país se clausura en una única interpretación, alrededor de la vetusta pirámide. Cometas y astros ya advierten sus presagios: la paz pende de un hilo, estamos en el laberinto de hierro. Esos helicópteros convertidos en tractocamiones frenan ante las puertas de la madrugada: el fuego del sonido se dispersa entre nuestras habitaciones; el cinturón de los sueños se desabrocha; el ruido del más allá, acá, aquí: tritura el silencio de la inteligencia.
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