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Alejandro Páez Varela

22/04/2024 - 12:08 am

Nuevos apuntes de campaña

El PRIAN no entendió que su gran derrota es cultural. Se quedó contemplando cómo el lopezobradorismo armaba un discurso ganador. Y mientras contemplaba, vino la siguiente elección y zas, su derrota. Porque no veo otra cosa en el porvenir que la gran derrota de la derecha. Una derrota histórica porque nunca antes se habían dado dos periodos de izquierda en el poder; una derrota cultural que necesariamente vendrá acompañada de desilusión.

Apunte 1

Faltan 40 días para las elecciones presidenciales. Hay pocas noticias, o muchas. Pocas en cuanto a las encuestas: no se mueven. Muchas en cuanto al efecto que han causado en el bloque de derechas: por un lado, que en los hechos (se nota en las inversiones de publicidad) las dirigencias de PRI y PAN han decidido apretar en la capital mexicana a favor de Santiago Taboada –y espero que el equipo de Clara Brugada lo tenga claro– a costa, pues sí, de Xóchitl Gálvez. Esta estrategia –se dice– vino del resultado del primer debate presidencial, que hizo ver a la candidata extraviada o, al menos, con poca capacidad para contener el desastre. Yo creo, sin embargo, que siempre fue así; que desde un principio, Marko Cortés y Alejandro Moreno le robaron spots a Gálvez para aparecer ellos –allí están los números– porque nunca estuvieron del todo seguros de que “el fenómeno Xóchitl” resultara en un fenómeno electoral.

La misma Xóchitl ha sugerido un cambio de estrategia con el debate como excusa. Será un nuevo cambio de estrategia, porque a finales de 2023 había anunciado otro. “‘Es que la gente no te quiere de huipil, porque una Presidenta no puede traer huipil’ [me dijeron]. He hecho el esfuerzo de usar el traje sastre, que sí lo uso, pero me incomoda. Y creo que en el debate nunca estuve cómoda. La verdad me sentía fingida. Entonces voy a mandar al carajo muchas cosas que no estoy dispuesta a aceptar”, dijo la semana pasada. A quienes debió mandar al carajo es a Max Cortázar y a Santiago Creel, sus coordinadores de campaña que nunca han ganado una elección. Pero bueno. Que mande al carajo algo está bien: yo creo que el trío de machos («Alito», Jesús Zambrano y Marko) harán lo propio cuando termine la elección, como lo hicieron con Josefina Vázquez Mota.

Son los dirigentes del PRIAN, me parece, los que mandaron al carajo, tiempo atrás, muchas cosas que no estaban dispuestos a aceptar en ella. Como que un día sí y otro también les dé la espalda para hacerse pasar como una outsider, como si la gente no supiera que hizo carrera dentro de los partidos. Son inconsistencias en ambos. Todos saben que Xóchitl no es “ciudadana” como tampoco lo es Claudio X. González y su desfile de organizaciones “de la sociedad civil”. Y al mismo tiempo, todos saben que los negativos de ambos partidos y sus dirigentes son uno de los mayor lastres de su candidatura presidencial. El otro lastre de Xóchitl es, ya nadie lo duda, la propia Xóchitl.

Faltan 40 días para las elecciones presidenciales y dos debates. Xóchitl ha dicho que será más combativa en el que viene, como si fuera la única que puede prepararse o como dice muchas cosas. De hecho, todo lo que ella ha dicho sobre ella es una de las fuentes principales de sus problemas. La candidata del PRIAN suele ponerse como ejemplo; se tiene una gran admiración. A la fecha no ha citado un solo libro o un solo autor, pero revela pasajes de una historia personal no siempre desligada de la fantasía y como si no hubiera ya caído en suficientes contradicciones. Sus grandes ejemplos recaen en ella: la empresaria que hizo millones en las dos últimas décadas mientras era servidora pública, o la servidora pública que se volvió una empresaria millonaria justo mientras tenía cargos públicos.

En esto último no hay contradicción: Xóchitl es candidata del PRI como lo fueron Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo y un largo etcétera, y lleva al PRI en la sangre o, al menos, en su manera de ver la empresa y la vida pública: su mérito, en todo caso, es ser la versión 2.0 del profesor Carlos Hank González.

Apunte 2

Cuando Lázaro Cárdenas terminó su sexenio y asumió Manuel Ávila Camacho hubo una “vuelta en u” y se abandonaron de inmediato las causas progresistas; se frenó la educación con orientación social, se detuvo el reparto de tierras, se retiraron los recursos para los ejidos y una nueva clase de gañanes dio origen a nuevos latifundios, pero ahora con las mejores tierras, tierras irrigadas. Aquella fue una lección dolorosa porque, contra todo lo que se diga, claro que se pueden revertir las políticas públicas con orientación social; claro que los gobiernos de derecha no tienen simpatías por todo aquello que signifique disminuir la brecha de desigualdad. El país puede endeudarse de por vida, como se hizo con el Fobaproa, siempre y cuando el dinero se destine a las grandes empresas y a las familias adineradas. Pero si las ayudas van para las clases bajas o medias, entonces se les están comprando; entonces son “políticas clientelares”.

Lo recuerdo ahora porque no será fácil para el PRIAN lo que viene. En 1940 detuvo la marcha del país hacia la izquierda pero en 2024, según todas las encuestas, no podrá evitar un segundo periodo progresista. No será fácil para la derecha aceptar doce años sin el poder presidencial aunque tenga a la Suprema Corte y al Poder Judicial; aunque conserve el poder mediático; aunque mantenga de su lado a los núcleos intelectuales y académicos que se fueron moviendo a la derecha por comodidad y porque les repartían babas. Babas, sí. El reparto de verdad ha estado siempre más arriba: en las élites empresariales, en las familias de siempre, en los oligarcas que cruzaban un sexenio tras otro sin mancharse. Hasta ahora.

Doce años es mucho para el PRIAN. Pero es mucho para mantenerse cohesionado, y poco para reorganizarse. Ya vimos: en seis años no pudo armar un proyecto de Nación; seis años no le bastaron para construir una plataforma ideológica que le sirviera para relanzarse. No entendió que su gran derrota es cultural. Se quedó contemplando cómo el lopezobradorismo armaba un discurso ganador. Y mientras contemplaba, vino la siguiente elección y zas, su derrota. Porque no veo otra cosa en el porvenir que la gran derrota de la derecha. Una derrota histórica porque nunca antes se habían dado dos periodos de izquierda en el poder; una derrota cultural que necesariamente vendrá acompañada de desilusión.

Pero nadie se confíe. Nunca. El proyecto más poderoso de México en tres siglos es el de la derecha. Sabrá recomponerse, disfrazarse otra vez de liberal y reorganizarse; aprenderá a infiltrar y destruir desde adentro a su adversario porque le sobra tiempo, ganas y dinero. En este momento le falta inteligencia, evidentemente, pero la comprará. Nadie nunca se confíe de la derecha porque volverá. Pero antes viene la derrota. Su derrota.

Apunte 3

La frase me gustó mucho: “¿Cómo podemos explicarle a la gente con menor nivel educativo que vamos a una dictadura? Es muy complicado. Es muy complicado sudar calenturas ajenas. Y sobre todo cuando hay un pueblo que no ha tenido la experiencia de una dictadura”, dijo hace unos días Beatriz Pagés Rebollar.

Quizás pocos la ubiquen en su rol como directora de una revista llamada Siempre aunque seguramente se le recordará como una de las principales promotoras de las causas de Claudio X. González; fue oradora en una de sus marchas. O cuando dio a conocer en redes una imagen (parece que todavía hacen portadas) donde Claudia Sheinbaum aparece con una corona de swásticas. O porque fue parte de la campaña de Roberto Madrazo a la Presidencia o porque sirvió al PRI hasta 2019, cuando renunció. Siempre fue una publicación importante en el pasado. El padre de Pagés Rebollar, José Pagés Llego, fue víctima de la censura durante la dictablanda priista: publicar una foto de la hija de Miguel Alemán en un cabaret de París le costó el empleo y el acoso desde el poder.

La frase, sin embargo, es de oro. Por un lado refleja su menosprecio hacia las clases populares –algo que comparte con sus pares de derecha– porque no tienen educación formal y no entienden, dice, y no tienen capacidad de análisis. Por el otro, su añoranza por un pasado supuestamente mejor. El PRI (y viendo su biografía, ¿podría pensar otra cosa?) no fue una dictadura y el Gobierno panista de Felipe Calderón, por ejemplo, no fue autoritario.

Pero cualquier persona con menor nivel educativo entiende perfectamente que la señora Pagés Rebollar imagina un México que nos perdimos los demás: el México que su padre sufrió no existió, dice; tampoco el México que obligó a Rosario Ibarra de Piedra a marchar y levantar el puño o el que llevó a muchos (Heberto Castillo, Cuauhtémoc Cárdenas, el mismo Manuel Clouthier “Maquío” y más recientemente, López Obrador) a ponerse en vela. 

Cualquier persona con menor nivel educativo que ella podría decirle que es muy complicado sudar calenturas ajenas: esa fiebre que la hace sentir que vivimos en una dictadura y esa misma fiebre que le lleva a ver al México priista como un Disneylandia la pueden sudar muy pocos. Ella sí: era parte de una élite abrazada del privilegio.

Me resulta curioso que los extremistas del tipo Pagés o como Sergio Sarmiento, identificados abiertamente en la derecha radical, pudieron pasar por la vida como periodistas “de centro”, democráticos y desfanatizados. Uh, pero aquél miserable que se atreve a expresar ideas de izquierda es hijo del demonio, indigno, vendido, un miserable, un comemierda (como diría Carlos Alazraki) al que hay que coserle los labios y cortarle los dedos de las manos para que cierre de una vez por todas la boca. 

No nos gusta reconocer que México siempre ha estado jalado a la derecha, al menos desde 1940, y polarizado. Gusta más –a mí no– pensarlo como un gran país de centro, liberal (e hipócrita, por supuesto), donde Claudio X. González y Jesús Zambrano, Lorenzo Córdova y Pagés, Manlio Fabio y Vicente Fox, Sarmiento y Roger Bartra bailan y se dan la mano –canta el clásico– sin importarles la farsa.

Apunte 4

No será fácil. El sexenio 2024-2030, si es –como parece– de izquierda, debe apurar cambios estructurales en la sociedad. Se necesita una nueva calidad de medios de comunicación y un buen comienzo es transparentando la publicidad oficial; se requiere una nueva clase de empresarios, una academia que no piense en su siguiente nivel salarial, sino en cómo se vincula lo que hace con los de abajo; se requieren universidades públicas con la conciencia limpia e intelectuales que no amen tanto el dinero de los demás.

Se requiere profundizar y no será fácil. 

Pero nada es fácil. De hecho, hay otros que la tienen más difícil. La derecha, por ejemplo, que todavía no se reponía del gancho al hígado de 2018 cuando le pegaron un jab en el mentón, ahora con un balde con cemento.

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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