Alejandro Páez Varela
01/04/2024 - 12:08 am
Los desbarrancados
Con estos números, PRI y PAN deberán analizar su alianza y quizás emprender su camino por separado. El experimento de Claudio X. González no funcionó y claro que el junior y las élites intelectuales que llamaron a crear este frente no van asumir su parte de culpa; claro que los académicos y periodistas que los condujeron a fusionarse no pagarán por el error. Tampoco Claudio, claro; o Alejandro Moreno y Marko Cortés. Con Xóchitl pasará como con Josefina Vázquez Mota en 2012: le cargarán la espalda con las culpas del fracaso electoral de 2024; la mandarán a un rincón “por mala candidata” y los machos tóxicos al frente de esos partidos (incluyo a Santiago Creel Miranda) se lavarán las manos también.
Este domingo cruzamos el primero de los tres meses que durará la campaña presidencial 2024 y mi conclusión, por estos 31 días, es que los electores parecen haber tomado una decisión tiempo atrás. Las encuestas no se mueven. Incluso el ejercicio propagandístico (no sé cómo llamarlo) favorito del PRIAN, el que realiza Massive Caller (que otros encuestadores consideran un fraude), dice que Xóchitl Gálvez subió, entre septiembre de 2023 y el viernes pasado, apenas dos puntos. Dos miserables puntos. Así se lo dimos a conocer en Los Periodistas el viernes pasado. Los millones de dólares invertidos en “guerra sucia” –calcula el analista español Julián Macías– no parecen haber tenido el efecto esperado porque Claudia Sheinbaum podría ganar con más votos y con más puntos porcentuales que Andrés Manuel López Obrador hace seis años, de acuerdo con el ejercicio demoscópico que presentó hace unos días De las Heras Demotecnia.
El Presidente ganó en 2018 con 30 millones 113 mil 488 votos, con una participación de 63.42 por ciento de los ciudadanos registrados en el padrón electoral. Con una participación del 50 por ciento, calcula De las Heras Demotecnia, la candidata de la izquierda ganaría con 32 millones 594 mil 190 votos que le dan 66 por ciento de la votación total. El volumen de sufragios podría subir (para ambas candidatas) si se estimula a la gente a acudir a las urnas porque lo malo de cuando existe una distancia tan pronunciada entre un primer y segundo lugar es que un grupo de electores puede sentirse perdido y no acude a las urnas, y otro puede considerar que su voto no es necesario y tampoco va. No es una buena noticia la falta de competencia, en ningún sentido. A nadie le conviene. Lo ideal son las votaciones copiosas y los márgenes indiscutibles. Pero, bueno. Es lo que hay.
La actitud de Alejandro Moreno Cárdenas y de Marko Cortés es lamentable de tiempo atrás, pero ahora raya en la mezquindad. Insisto, no es nada nuevo pero ahora, híjole, se nota más. Con esos números y con las encuestas estancadas es evidente que Xóchitl no creció. Pero en vez de echarle toda la carne al asador; en vez que intentar al menos empujarla, Moreno y Cortés se gastan un alto porcentaje de los spots de partido en ellos, que van plurinominales es decir, que no necesitan siquiera hacer campaña. Las consecuencias son previsibles. De las Heras Demotecnia calcula 31 por ciento para Gálvez y eso son 15 millones 435 mil 597 votos. En 2018, José Antonio Meade obtuvo nueve millones 289 mil 853 votos. Ese mismo año, Ricardo Anaya sacó 12 millones 610 mil 120 votos. Es decir, juntos sacaron 21 millones 899 mil 973 votos. En 2024, el PRIAN necesitaba 11 millones de votos adicionales para volver a ser competitivo y en vez de eso, se hizo más chico. De acuerdo con el cálculo de De las Heras Demotecnia, Gálvez obtendría seis millones 464 mil 376 votos menos que los que obtuvieron seis años antes, por separado, PRI y PAN y sus aliados. Y ese cálculo es con una participación ciudadana de 50 por ciento, que es muy baja. Aún así, los dirigentes del PRIAN, Cortés y Moreno, le quitaron spots a Gálvez para promocionarse ellos, que no necesitan promoción porque van plurinominales, es decir, ya amarraron curul. Eso es ser gandalla, no fregaderas. Pero también es ser poco inteligente: la caída de Xóchitl los lleva a ellos a su propia debacle.
Con estos números, PRI y PAN deberán analizar su alianza y quizás emprender su camino por separado. El experimento de Claudio X. González no funcionó y claro que el junior y las élites intelectuales que llamaron a crear este frente no van asumir su parte de culpa; claro que los académicos y periodistas que los condujeron a fusionarse no pagarán por el error. Tampoco Alejandro Moreno y Marko Cortés. Con Xóchitl pasará como con Josefina Vázquez Mota en 2012: le cargarán la espalda con las culpas del fracaso electoral de 2024; la mandarán a un rincón “por mala candidata” y los machos tóxicos al frente de esos partidos (incluyo a Santiago Creel Miranda) se lavarán las manos también. Quizás desde ahora debería empezar a razonar con qué parte de la culpa cargará, porque querrán echarle todo al lomo. Porque culpa tiene, pero no toda.
En cuanto a lo que está pasando con Jorge Álvarez Máynez y Movimiento Ciudadano, lo resumo en una sola pregunta: ¿A alguien le importa?
***
¿Qué significa la palabra “victoria” para los políticos de izquierda?, se pregunta mi amigo Jorge Ismael. ¿Es seguir ganando elecciones, o es ganar la oportunidad de servirle a la Nación? Luego me recuerda que muchos, desde hace décadas, han enfrentado a los corruptos; han denunciado un sistema hecho para espoliar ciudadanos; han marchado cientos o miles de kilómetros; han padecido dolor, acoso, persecución, desaparición forzada, asesinato y sufrimiento; han llevado una vida de privaciones, incluso, para lograr este momento en el que la izquierda por fin llega a la Presidencia y quizás no se quede seis años sino, al menos, doce. Pero, insiste, ¿qué significa la palabra “victoria” para esta generación de políticos de izquierda? ¿Reconocerán en su fuero interno que sus triunfos son el producto de luchas de muchas décadas? ¿Lo entenderán como “seguir ganando elecciones” o como la oportunidad de realmente servirle a la República?
Tiene razón en sus dudas y yo mismo veo en muchos de ellos un deseo de poder por el poder. Sólo así se justifica, por ejemplo, la alianza con el Partido Verde, ese nido de ratas sin maquillaje. Sólo así se justifica jalar a Eruviel Ávila, a Adrián Rubalcava y a otros de dudosa reputación. Es un deseo de poder que maltrata la lucha de generaciones de izquierdistas en este país que ha estado durante décadas en manos de la derecha. Así lo veo. Pero a su vez entiendo (pero no justifico) que de lo que se trata es de darle un portazo en la nariz al PRIAN y dejarlo en huesos. Insisto: no lo justifico. ¿Qué diría los que se fueron antes de 2018? ¿Aprobarían esas alianzas? Yo digo que no.
Me parece que, dados los números, la izquierda debería ser más selectiva en sus alianzas. Son números muy buenos, pero no son números: son gente que deposita su confianza en un proyecto. Es gente que quiere realmente creer en una transformación; que quiere realmente un cambio. Pero si la izquierda traduce la palabra “victoria” como “seguir ganando elecciones” y no como una oportunidad de servirle a la Nación, estamos en problemas porque habremos echado a unos para traernos a otros. Me parece que sería una traición más grave que, habiéndose logrado derrotar al viejo régimen, la izquierda se traiga al viejo régimen a sus filas. Por eso insistía yo tanto en la idea de que Claudia debe apurarse en aportar nuevas reglas dentro de Morena que eviten una corrupción temprana del proyecto lopezobradorista. En dos meses todos queremos –incluso los que voten en contra– que ella se concentre en sacar al país de sus problemas de violencia, corrupción e ineficiencia; la querremos ver concentrada en un proyecto de recuperación del espacio público para servicio de las mayorías y no adentro de un partido político. Desconozco si ella lo tendrá claro, pero debería tenerlo: es ahora cuando debe poner reglas a Morena. Mañana el país la necesita en otros temas.
La palabra “victoria” en la política tradicional se tradujo en triunfos electorales, no en el triunfo de la razón y en la oportunidad de servirle a México. Por los que se han enfrentado desde hace décadas a los corruptos; por los que han denunciado un sistema hecho para espoliar ciudadanos; por los que han marchado cientos o miles de kilómetros y han padecido dolor, acoso, persecución, desaparición forzada, asesinato y sufrimiento; por ellos, la izquierda debe sentir cada elección como una oportunidad para transformar la República. Sí, Eruviel sumará votos, pero alguien que ya cometió un fraude electoral (en este caso, contra la maestra Delfina Gómez) no debería ser recompensado con caricias. ¿De verdad la izquierda necesita de sus votos? ¿En serio se necesita jalarse a los podridos dentro de un movimiento que prometió limpiar la política?
Ha pasado un mes de campaña y las cosas no se mueven, de acuerdo con casi todas las encuestas. Claudia Sheinbaum ganará con un amplio margen, según los principales ponderados (Oraculus y el Colegio de Especialistas en Demoscopía y Encuestas), y yo quisiera creer que lo usará para agudizar la transformación, aunque esa transformación implique arrancarse los parásitos (como el Partido Verde) que sirvieron para allanar el camino a la Presidencia. Confío en que, en un futuro cercano, la izquierda se sienta realmente incómoda con esas alianzas porque entonces podríamos decir que vamos en el camino correcto y no hacia la normalización de lo indecente, de lo grotesco y lo vergonzoso, que es lo que representan lo mismo PRI, PAN y PRD que varios de los aliados de Morena, como el Verde. Los partidos tradicionales desbarrancaron porque engañaron a los ciudadanos y se pudrieron desde adentro. Sería una pena que la izquierda tomara el mismo camino y le quedara mal a tantos millones de ciudadanos que votan su alianza con la esperanza de un cambio verdadero.
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