Jorge Alberto Gudiño Hernández
31/03/2024 - 12:01 am
Leer rápido
"¿Cómo se hace para leer más rápido? Leyendo más tiempo. Ya sé que rompe la idea de la fórmula y, de hecho, la trastoca".
Me lo preguntaron esta misma semana, mientras hablábamos de lecturas escolares y formas de convencer a los hijos de leer más: ¿cómo se puede hacer para leer más rápido? La pregunta me la hicieron porque, para los parámetros de mi interlocutor, yo debo leer muy rápido toda vez que leo mucho. Voy por partes.
Antes que nada: no sé si leo mucho. Sé que leo mucho más que el promedio, pero ése no es un rasero exigente. También sé que he tenido épocas de mi vida en que he leído más, si me ocupo de mediciones meramente cuantitativas: el número de libros a la semana, al mes o al año son un dato duro y, más o menos, confiable.
Ahora leo menos por diferentes razones, pero también leo diferente. Durante muchos años hice dictámenes editoriales, por ejemplo, que implicaban lecturas concentradas en encontrar defectos o virtudes. También acumulé muchas lecturas académicas, que son, necesariamente, más lentas. He alternado con libros densos novelitas fáciles, para darme un respiro. He leído con atención originales de amigos que me demandan mucho cuidado pues esperan de mí consejos. He hecho lecturas analíticas muy minuciosas que desbaratan el promedio de la velocidad de lectura. Y, también, he leído a alta velocidad textos que no me interesan demasiado, pero que debo enterarme de su contenido.
Ahora casi siempre leo sólo por el gusto de hacerlo. Y eso hace que la lectura sea diferente.
Volvamos a la velocidad. No me queda claro si la división de los libros contra el tiempo es la mejor manera de medirla. ¿Por qué no intentamos páginas por hora o caracteres por minuto? ¿Acaso no es eso lo que venden algunos cursos de lectura veloz, de ésos que prometen leer un libro en unos cuantos minutos con una comprensión lectora extrema? Todos sabemos que la velocidad se calcula dividiendo la distancia entre el tiempo. En este caso, la distancia sería algo así como el número de palabras y el tiempo… acá se complican las cosas, porque sólo podría contar el tiempo efectivo de lectura. Nadie pretende que uno lea mientras maneja o se baña, tampoco al comer con amigos o jugar con los niños. Así que ese tiempo es tiempo efectivo de lectura.
Creo que ahí está la clave. ¿Cómo se hace para leer más rápido? Leyendo más tiempo. Ya sé que rompe la idea de la fórmula y, de hecho, la trastoca, pues al aumentar el tiempo se reduciría la velocidad y, sin embargo, no se me ocurre mejor solución. Sobre todo, porque la oferta de leer rápido me parece un poco un sinsentido. Se puede leer poesía haciendo largas pausas intentando desentrañar una metáfora, perdiéndose en el goce estético, disfrutando la sonoridad. Se lee filosofía o ciencia intentando comprenderlo todo, analizar lo que se dice, adentrarse al conocimiento. Y la lista se puede seguir alargando.
Sospecho que no hay dos libros que permitan la misma velocidad de lectura y, además, sé que la velocidad no siempre se relaciona con la calidad del libro. Así que, lo único que se me ocurre es insistir en lo del tiempo. Se puede ver de otra forma: es como entrenarse para una carrera: nadie puede correr demasiado de un día para el otro, es necesario ir progresando paulatinamente. Lo mismo pasa cuando se trata de leer. Además, llegando al punto del placer, cuando la lectura no es motivada por lo pragmático, me da la impresión de que lo menos importante es, justo, la velocidad a la que se lee.
Y, si acaso leo mucho es porque, en efecto, dedico muchas horas de mis días a hacerlo. Me encantaría que fueran más.
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