Milei se ha propuesto liderar un cambio de paradigma económico en el país sudamericano, desde un fuerte intervencionismo estatal que marcó gran parte de su historia reciente hacia un libre mercado con un Estado reducido a la mínima expresión.
Por Débora Rey
BUENOS AIRES (AP) — Sergio Gómez pasa los últimos días detrás de un mostrador vacío como los grandes refrigeradores en los que solía congelar la carne. Sobre su cabeza una pizarra exhibe precios desactualizados de los diferentes cortes que ya no vende.
Dueño de una pequeña tienda de alimentos en el barrio residencial de Villa Devoto en Buenos Aires, Gómez ya no puede sostener su negocio por el derrumbe de las ventas como consecuencia del brusco aumento de los precios de los alimentos a principios de año que obligó a los argentinos a modificar sus hábitos de consumo.
“Primero decidimos sacar el almacén y seguir con la carne y la verdulería. Entre la poca gente que entraba y la inflación tuve que cerrar la carnicería. Ahora nos queda… cerrar. No damos más, no tenemos recursos”, comentó el carnicero, de 51 años.
Gómez y su mujer son parte de un universo de 80 por ciento de argentinos cuya situación económica es peor que hace un año como consecuencia del plan de ajuste y desregulación de la economía dispuestos por el Presidente ultraderechista Javier Milei en sus primeros 100 días de gestión para evitar, según él, la catástrofe de una hiperinflación provocada por las políticas populistas del anterior Gobierno de centroizquierda de Alberto Fernández (2019-2023).
La carga de esta herencia explica la tolerancia inédita de una gran mayoría de la sociedad pese al empeoramiento de sus condiciones de vida en el corto plazo.
“¿Cómo le vas a echar la culpa a Milei?”, planteó Carla Cavallini, esposa de Gómez. “Lo voté y tengo como una tranquilidad porque todo lo que dijo él que iba a empezar a hacer lo hizo. Sabíamos que esto tenía que pasar”.
El monitor de humor social y político de febrero que elabora la consultora local D’Alessio IROL/Berensztein arrojó que 81 por ciento de mil 018 encuestados en todo el país evaluaron negativamente su situación económica. Milei mantiene una aprobación de 43 por ciento y entre sus votantes en el balotaje de noviembre el apoyo asciende a 75 por ciento, según el mismo estudio. La muestra tuvo un error estadístico de 3.1 puntos porcentuales.
“Hay que darle una oportunidad. Estoy completamente de acuerdo con su política”, coincidió Gómez. “Prefiero ser optimista con alguien que es honesto y cree que la tormenta va a pasar a que pase el tiempo y las cosas sigan igual”.
Milei, un economista ultraliberal que incursionó en la política hace dos años por afuera de los partidos tradicionales, se ha propuesto liderar un cambio de paradigma económico en el país sudamericano, desde un fuerte intervencionismo estatal que marcó gran parte de su historia reciente hacia un libre mercado con un Estado reducido a la mínima expresión.
El mandatario, que asumió el 10 de diciembre, devaluó más de 50 por ciento el peso argentino, recortó el financiamiento a las provincias y redujo los subsidios al transporte y la energía, lo que impactó fuertemente en las tarifas. En paralelo desreguló el sistema de salud privado y terminó con la política de control de precios con la que sus antecesores intentaron contener la inflación.
Sus medidas reformistas indujeron una aceleración de la inflación, sobre todo en los alimentos y medicamentos. El alza de precios de diciembre fue de 25.5 por ciento, la más alta en tres décadas. La pobreza se disparó a más del 50 por ciento y el consumo se derrumbó a niveles comparables con la crisis de 2001, cuando un estallido social puso fin anticipado al Gobierno de entonces.
“Tengo plena conciencia de lo que está pasando en Argentina”, sostuvo Milei en una reciente entrevista. “Lo que sucede es que corregir 100 años de desastres no es gratis y en especial las aberraciones de los últimos 20 años”, dijo en referencia a los gobiernos de centroizquierda.
Para el economista Fernando Moiguer, director de Moiguer Consultora de Estrategia, “la sociedad argentina la está pasando no mal, muy mal, y cada día peor”, sin embargo, “no hay en la sociedad masiva un sentimiento de ‘vamos a romper todo’”.
“La mitad de la población dice que al largo plazo va a estar bien. Nunca en ninguna crisis vimos esto”, observó el experto, quien desde hace un cuarto de siglo mide mensualmente el humor social de los argentinos. “La sensación de la sociedad es: ‘lo que pusimos antes fracasó’. Entonces quiere que venga alguien y desarme esto para empezar a ser como alguno de los países que nos rodean y que no tienen tantos líos como nosotros”.
Según un relevamiento de Moiguer en los primeros días de marzo, 56 por ciento de mil 300 consultados consideró que las medidas de ajuste y desregulación de Milei “son las adecuadas” para que mejore la situación del país. El error de muestreo fue de 2.72 por ciento.
Milei sostiene que el esfuerzo está dando frutos: desaceleró la inflación —13.2 por ciento en febrero contra 20,6 por ciento de enero—, estabilizó la cotización del dólar, reforzó las reservas del Banco Central y redujo el déficit fiscal, generando el beneplácito de inversores y del Fondo Monetario Internacional (FMI) al que el país está atado por un millonario préstamo de 45 mil millones de dólares que contrajo en 2018.
Pero mientras las familias con más recursos cambian sus patrones de consumo —no compran carne, dejan de comer afuera, dan de baja las plataformas de streaming y en casos más extremos sacan a sus hijos de colegios privados y los anotan en el sistema público— los argentinos de bajos ingresos deben tomar medidas drásticas para sobrevivir.
La jubilada Ámbar Imoberdoff, de 72 años, se puso a cantar boleros y tangos a la gorra en una de las esquinas más transitadas de Buenos Aires, justo frente al Obelisco, porque su jubilación equivalente a 140 dólares no es suficiente para comprar alimentos y remedios, pagar impuestos y servicios públicos.
“Estos últimos meses fueron terribles”, evaluó mientras se tomaba un descanso antes de encender el parlante y tomar el micrófono. “Pienso no por mí, sino por los abuelos que algunos no pueden caminar, no pueden hacer algo. Yo puedo caminar, puedo cantar”.
Para fines de marzo, un anciano que cobra la jubilación más baja habrá sufrido una pérdida de poder adquisitivo de 43 por ciento respecto del mismo mes de 2023, reportó el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), una asociación civil sin fines de lucro que realiza estudios de coyuntura.
“Todas las medidas adoptadas hasta el momento son repeticiones de políticas ya ejecutadas en el pasado, inclusive algunas de ellas aplicadas con el Parlamento cerrado por la dictadura» de 1976 a 1983, señaló la expresidenta y vicepresidenta de centroizquierda Cristina Fernández de Kirchner a mediados de febrero en su primera manifestación pública contra Milei tras dejar el poder. «Todas fracasaron estrepitosamente, provocando sólo pobreza y dolor».
El plan económico también puso en guardia a los sindicatos, la mayoría afín ideológicamente a la exmandataria, que manifestaron su descontento por la caída del salario con una huelga general a fines de enero que amenazan con repetir. En tanto, organizaciones sociales de izquierda protagonizaron varias movilizaciones callejeras contra Milei, aunque no masivas.
Imoberdoff es viuda y no tiene hijos. Gracias a sus recitales improvisados puede llegar a ganar 200 dólares en una buena noche durante los fines de semana.
“Dios me ha dado ese espíritu de no entregarme a las cosas. La muerte me va a encontrar parada y cantando”, aseveró.
A diferencia de ella, Yohanna Torres desea que los fines de semana terminen rápido. No mide el tiempo en horas sino en las comidas que se saltean ella y los cuatro hijos que tiene a su cargo. De lunes a viernes al menos comen una vez al día en un comedor comunitario de Esteban Echeverría, un suburbio al sur de Buenos Aires.
“Los sábados y domingos son una eternidad porque no tengo pan para comer”, contó la mujer, de 34 años, que está desempleada y cobra el equivalente a 200 dólares por mes en ayuda social. La mayoría de ese dinero lo destina al cuidado de su hija Luján, de dos años, quien sufre las secuelas respiratorias de la COVID que contrajo a las pocas semanas de nacer.
“Vengo al comedor porque no tengo para comer. Si esto cierra, voy a salir a robar”, confesó.
Un estudio de la Universidad Católica Argentina señaló que la pobreza se habría disparado en enero a 57.4 por ciento, el registro más alto de los últimos 20 años. Dentro del universo de pobres, 15 por ciento están en la indigencia, es decir, no pueden cubrir adecuadamente sus necesidades alimentarias.
El FMI, que se mostró complacido por las medidas de austeridad implementadas por Milei, advirtió al Gobierno por el impacto social y aconsejó elevar la protección de los sectores más vulnerables.
En la única área en la que Milei aumentó el gasto fue en ayuda social: en febrero destinó un total de 132 mil millones de pesos (130 millones de dólares), 100 por ciento más que en diciembre, a las familias de bajos recursos para la compra de alimentos.
Los analistas coinciden en que Milei mantiene todavía un núcleo de apoyo importante, pero ¿hasta cuándo?
“Si la sociedad está puesta en que quiere cambiar, que necesita cambiar, los límites se extienden”, afirmó el analista Moiguer. “Claro que todo tiene un límite… Lo que necesita esta sociedad es algún verificador que le compre tiempo al camino. El día que la inflación esté en un dígito, en mayo, junio o julio, ese mismo día es como cuando tu hijo después de tener 42 grados de temperatura tiene 37,5. La baja de fiebre es el primer síntoma de que el médico acertó» con el tratamiento.