¿Somos los humanos los únicos poseedores de la sintiencia o compartimos esta consciencia con otros seres que habitan nuestro planeta?
La sintiencia, esa capacidad de tener experiencias y percepciones subjetivas, es el tejido invisible que une a todos los seres vivos con sensibilidad y consciencia. Desde los mamíferos hasta las aves y los pulpos, la evidencia científica nos muestra que los animales también son portadores de la sintiencia.
Para mí, reconocer la sintiencia de los animales no es simplemente un acto de conocimiento científico, sino un imperativo moral que demanda nuestra atención y acción. Es tener una visión del mundo a través de la compasión y justicia para abrazar todas las criaturas vivientes.
El sensocentrismo, esa ética que sostiene que las entidades moralmente considerables son aquellas con la capacidad de sentir, nos desafía a mirar más allá de nuestras propias narices y reconocer la riqueza interior de los seres que comparten nuestro hogar terrestre. Por demasiado tiempo, el antropocentrismo ha separado a los humanos del resto del reino animal, otorgándonos una posición de dominio y supremacía que es tanto injusta como insostenible.
La ciencia nos ofrece una ventana a la verdad de la sintiencia animal. La Declaración de Cambridge de 2012, firmada por un grupo internacional de eminentes científicos, desafía el mito de que sólo los humanos poseen los sustratos neurobiológicos de la consciencia. Desde los mamíferos hasta las aves, ratas e incluso los pulpos, comparten con nosotros esta capacidad de experimentar estados afectivos y mostrar comportamientos intencionales.
Entonces, ¿cómo podemos negar la sintiencia de aquellos que muestran comportamientos tan similares a los nuestros? Desde el perro que busca nuestro afecto hasta el pulpo que elige refugiarse en una concha, la vida animal está impregnada de decisiones conscientes y experiencias subjetivas que merecen nuestro respeto y consideración.
Más allá de los argumentos científicos, reconocer la sintiencia de los animales es un acto de empatía y compasión. Es mirar a los ojos de otro ser y reconocer en ellos y ellas una experiencia de vida tan valiosa como la nuestra. Es comprometernos a proteger y respetar la diversidad de la vida en todas sus formas.
En un mundo donde miles de millones de animales son confinados en crueles granjas industriales, nuestra responsabilidad moral es clara: debemos abogar por leyes que reflejen nuestro respeto por la vida animal y promover un cambio cultural hacia una mayor consideración y compasión hacia todos los seres vivos.
El camino hacia una sociedad más justa y compasiva comienza con un simple acto de reconocimiento: el reconocimiento de que todos los seres vivos comparten con nosotros la consciencia, y que todos merecen ser tratados con dignidad y respeto. Nuestra propia humanidad está intrínsecamente ligada a la forma en que tratamos a los más vulnerables entre nosotros.
