Renato Cisneros confesó en entrevista con Mayra González y Jorge Alberto Gudiño que él nunca había recurrido a escribir una ficción con mecanismos tan convencionales como el figurarse la vida de alguien más.
Ciudad de México, 13 de marzo (SinEmbargo).- "Un atasco puede ser perfectamente la analogía de un país latinoamericano, o sea, hay que conversar en medio de estas sociedades que no terminan de avanzar, que están también atrapadas en una suerte de atasco, y pasan cosas cuando la gente conversa, cuando la gente se comunica", destacó el escritor peruano Renato Cisneros en "La Tertulia", programa que se transmite en Estudio B, el nuevo canal de YouTube de SinEmbargo, sobre su más reciente publicación El Mundo que vimos arder (Alfaguara).
Para Cisneros, el libro, en donde aborda la historia de dos peruanos que migran a destiempo, es un elogio a la conversación que surgió en medio de la pandemia de la Covid-19, una época en la que surgieron conversaciones a través de las pantallas, pero al mismo tiempo hubo muchas que se perdieron.
"En el fondo del libro también es como un elogio de la conversación, es un deseo de decir 'pasan cosas cuando la gente habla', y cosas interesantes, y dos personas conversando en un atasco, tal vez sea, y esto ya lo he pensado después, como suele ocurrir, a veces las mejores ideas sobre lo que se ha escrito no son previas a la escritura sino muy posteriores, dos personas conversando en un atasco puede ser perfectamente la analogía de un país latinoamericano", expresó el escritor.
"[La pandemia] fue un momento en el que mucha gente se replanteó cómo venía viviendo y había una necesidad de contar, tal vez por la cercanía de la muerte, y la incertidumbre nos estaba obligando a tomar decisiones en poco tiempo muy radicales y, efectivamente, creo que la gente no hablaba tanto como habló en la pandemia. Tal vez también tiene que ver con el momento en que fue escrita esta novela, un momento de transición claramente, y yo siempre bromeó diciendo que mi decisión radical en la pandemia fue hacer una ficción", agregó.
En este sentido, Renato Cisneros confesó en entrevista con Mayra González y Jorge Alberto Gudiño que él nunca había recurrido a escribir una ficción con mecanismos tan convencionales como el figurarse la vida de alguien más, en este caso la existencia de un periodista peruano, cuyo nombre se desconoce, que regresa a España tras divorciarse y la de Matías Guirato Roeder, que décadas atrás migró a Estados Unidos y experimentó los horrores de la Segunda Guerra Mundial.
Asimismo explicó que la persona que inspiró a Matías Guirato Roeder, en efecto, existió, sin embargo confesó que cuando decidió indagar en la historia, se pudo percatar de que en la Segunda Guerra Mundial hubo un montón de migrantes que fueron reclutados en Estados Unidos.
"En diciembre del 41, luego de lo de Pearl Harbor, Estados Unidos vive una fiebre bélica impresionante, todos quieren participar del Ejército, ojo que, antes de la Segunda Guerra Mundial no había Fuerza Aérea, de modo que es también digamos es una novedad, todos se ven a sí mismos como potenciales héroes", ahondó.
Al ser cuestionado por Mayra González sobre la investigación que tuvo que realizar sobre la Segunda Guerra Mundial, en medio de la pandemia, para poder escribir El Mundo que vimos arder.
"Yo me había quedado sin trabajo en Peru y dije 'cómo me voy a poner a escribir una novela, tengo primero que trabajar' y apliqué a una beca, la beca Leonardo, que felizmente me la gané porque sino no hubiese podido escribir este libro, y esa beca me permitió, primero, una vez que se abrieron las fronteras después del confinamiento ya poder viajar, hice dos viajes Hamburgo, uno a Trujillo para tratar de recrear la Trujillo de finales de la década del 30, del siglo pasado, y luego me compré todos los libros, digamos, no todos los libros de la Segunda Guerra Mundial sino enfocado básicamente en el tema bombardeos y me compré documentales, películas", replicó.
Y abundó, "fue muy edificante y fue muy pedagógico también porque yo tenía una mirada muy reduccionista de la Segunda Guerra Mundial y asumía, como seguramente mucha gente asume, que los alemanes eran los malos y los aliados eran los buenos, cosa que en el papel es cierto, pero hasta cierto punto porque hubo miles de alemanes, como el abuelo de Matías en la novela, que que no solamente están en desacuerdo con el Tercer Reich sino que intentaron resistir el alcance del proyecto endemoniado de Hitler y que aceptaron la humillación de esos bombardeos sabiendo que era tal vez la única forma de verse liberados".