Daniela Catrileo, escritora, profesora de Filosofía, activista e integrante del Colectivo Mapuche Rangiñtulewfü habló con SinEmbargo sobre Chilco, su más reciente novela que muestra las consecuencias de la depredación neoliberal para nuestro Continente.
Ciudad de México, 3 de marzo (SinEmbargo).– Marina y Pascale sobreviven en el centro de la ciudad Capital. Ella, nieta de una migrante peruana, trabaja en el archivo del Museo de Historia Natural y Social. Él carga con orgullo la tradición de su familia lafkenche de la isla de Chilco, al sur del país, subsistiendo con trabajos de carpintería. La pareja enfrenta día a día el costo de vivir en esta urbe, que no es ninguna, pero es todas en Latinoamérica a la vez, hasta que la caída de un edificio y el surgimiento de socavones que comienzan a aparecer sin una causa y un movimiento social que se empeña en demolerlo los llevan a la isla de Chilco.
Es así como Chilco, de donde es Pascale, se configura como un refugio que promete una mejor vida lejos de la explotación y la violencia colonial de la Capital, a la par que da nombre a la más reciente novela de la escritora y activista chilena Daniela Catrileo, que publica esta historia bajo el sello editorial Seix Barral.
“Más allá de que Chilco sea una isla o esté pensada como desde el sur del continente, hay varios vínculos con el presente que vivimos, con los presentes de crisis en los que vivimos, pero también con los presentes de resistencia que se van implicando en toda la sociedad y creo que ahí hay un pulso que para mí es importante y que más allá del dolor que pueda aparecer en la novela, también creo que hay hartas pulsiones de articulaciones posibles y eso es lo que a mí me interesa políticamente también, más allá de ser escritora, me interesa cómo podemos articularnos como pueblos para resistir porque creo que tenemos más opresiones en común de las que imaginamos”, expresó Catrileo en relación al planteamiento de Chilco como metáfora de América Latina.
Un aspecto que resalta Daniela Catrileo sobre esta ficción distópica es sobre la apropiación que ha hecho occidente hasta de la concepción del fin de mundo. “Una de las cosas que se me aparecían como juego más reiterativo era esta idea del fin del mundo, que nos agobia, que todo el tiempo está también colonizando casi todos los imaginarios del presente, porque hay una idea del fin del mundo muy fetichizada que tiende a ser occidental, pareciera que el fin del mundo siempre ocurre en el norte global, con ciertas personas blancas como héroes o heroínas, y resulta que acá el fin del mundo en nuestro continente fue justamente la llegada de los conquistadores, ese fue el primer fin del mundo, que fue un primer acabado de las formas de vida y que nosotros estemos acá hoy en día, es una forma de resistencia de ese fin de mundo”.
Catrileo compartió cómo cuando comenzó a trabajar en la construcción de los territorios de esta historia tuvo en claro que no quería que el espacio diegético fuera situado en Chile o que Chile apareciera abiertamente, a pesar de que hay algunas referencias que le hacen un guiño a su país. “Lo que quería que sí apareciera eran los territorios que salen mencionados que es ciudad Capital, que podría ser cualquier ciudad en Latinoamérica que está amenazada por la gentrificación, por la voracidad inmobiliaria, y justamente con la especulación de la vida a partir como de todo este aparato de neoliberal y con lugares que resistieron y para mí, claro, como una especie de símbolos aparece esta isla, que es justamente un territorio que tiene una historia, al que le doy una historia que tiene que ver con una resistencia anticolonial”.
Catrileo expresó que esta posibilidad de catástrofe que ella plantea como resultado de la depredación le resulta una imagen muy posible: “yo sé que esta novela se ha planteado, o muchas personas le han leído como distópico, pero para mí es muy posible, o sea, viví muchos años en una ciudad donde también en cada día se levantaba un nuevo edificio y mi paisaje de pronto era en grúas y edificios, entonces tenía esto muy elaborado, y entonces me decía, 'no, no es tan no es tan irreal, que un día caiga un edificio justamente por los costos que se quieren abaratar cuando se piensa solamente en la especulación, en las ganancias, en los intereses capitalistas, y no en las vidas dignas de las personas que están detrás”.
Para ella este aspecto narrativo es un símbolo de esa caída del modelo neoloberal, “pero lamentablemente también rápidamente en la novela se vuelve a reconstruir hacia otros lugares, se vuelve a colonizar en otras partes como también es una muestra justamente de la realidad que palpamos, y cada día es así con diferentes lugares que se van ejemplificando, colonizando con las inmobiliarias sin ningún respeto, o ética, por los territorios, por las comunidades, que allí conviven, no hay un diálogo, no hay una apertura, por supuesto, solamente hay ganancias para un solo sector”.
“Por eso creo que la manera en que aparecen estos socavones sin explicación y como medio misteriosas es justamente como una especie de venganza a esa seguidilla colonizadora de los edificios hacia la cordillera, como algo empieza a pasar, no se sabe bien, tampoco yo voy a dar una lectura de qué es lo que pasa, sino que la gente lo interprete como quiere, los lectores y lectoras sabrán inteligentemente interpretarlos, pero para mí era una pequeña venganza”.