Jaime García Chávez
26/02/2024 - 12:01 am
Día del Ejército: Carranza civilista, AMLO militarista
Siempre he pensado que en sus orígenes el Ejército mexicano tiene una raíz popular inocultable. Ojalá nunca se abandone, pero esto está en riesgo como nunca antes.
El Día del Ejército Nacional es una fecha significativa en la historia del país. Luego del golpe de Estado de Victoriano Huerta, el asesinato del Presidente Francisco I. Madero, del Vicepresidente José María Pino Suárez y el inicio de la usurpación del poder, Venustiano Carranza, en su calidad de Gobernador de Coahuila, reasumió la soberanía de su estado y emitió el Plan de Guadalupe, con el que llamó a las armas para deponer el intento de dictadura que se iniciaba con Huerta y sus aliados, entre ellos los porfiristas, alentados por el embajador de los Estados Unidos.
Fue así que se fundó el Ejército constitucionalista, enarbolando la Constitución de 1857. En ese plan, que a la postre resultó exitoso, Carranza asumió un par de decisiones de singular importancia para la vida de la nación: ocupó la primera jefatura del Ejército, denominado constitucionalista y, congruente con su pasado de político civil, no se arrogó ningún grado militar, actitud que mantuvo prácticamente hasta el final de su vida en Tlaxcalaltongo, Puebla.
Luego de la publicación del Plan de Guadalupe, hubo diversos hechos militares en territorio coahuilense que demostraron en el propio lugar que no había mucha fuerza, lo que orilló a Carranza a migrar a Sonora, y de ahí se convirtió en el líder que condujo la caída de Huerta, su propia Presidencia de la república, precedida de disidencias militares con la Convención de Aguascalientes, los villistas y zapatistas, y es señero el hecho de haber convocado a un constituyente que dictó una carta más allá del perfil que el primer jefe hubiera querido.
En todo este trecho histórico Carranza defendió el civilismo, no asumió ningún cargo militar, cuando ser general divisionario era lo más fácil; y si bien se entendió y luego discrepó con el grupo sonorense de militares a la hora de su sucesión en el poder presidencial, fracasó al tratar de llevar a un civil a la Presidencia de la república. Eso ya era impensable, el militarismo en el que desembocó el triunfo de la Revolución mexicana prácticamente lo hacía más que imposible.
Sé de antemano que Venustiano Carranza no tiene buena prensa entre los intelectuales de izquierda. Recuerdo que hace muchos años el comunista Gerardo Unzueta lo catalogó como la figura icónica de la burguesía nacional. Pero aquí están hechos que hablan de un perfil y de un sentido profundo de la historia de México que dicta que los militares se deben dedicar estrictamente a su función y no deben sobrepasar ni su poder político ni su incorporación a los muy jugosos negocios que puede prodigar el poder presidencial.
Contrasta esta historia con la de López Obrador. Claro que no se ha nombrado general divisionario de cinco estrellas, ni se ha vestido al estilo Calderón, pero me queda claro que sí ha asumido la personalidad de jefe máximo de las fuerzas armadas a las que ha regresado a un ejercicio desmesurado en el “combate” al crimen organizado, creando una Guardia Nacional que quiere imponer como una fuerza más adosada a la Secretaría de la Defensa Nacional, entregándole a los mandos militares un sinnúmero de facultades y negocios que no les corresponden: son constructores, policías, aduanales, administradores de aeropuertos, líneas aéreas, puertos marítimos, y recientemente hasta encargado del mantenimiento de las carreteras.
Y no obstante esto, ya se les señala no tan sólo por su papel protagónico (López Obrador prometió que los regresaría a los cuarteles) sino porque han fracasado en el combate al crimen organizado, con todas sus aristas, heredando un país envuelto en una violencia al parecer incontenible.
Y lo que son las paradojas: Madero llegó a la Presidencia con el voto ciudadano, al igual que López Obrador. Carranza derrotó a la usurpación y dejó abierta la vía civilista, mientras que hoy lo que tenemos es que la memoria de esos personajes de la Revolución mexicana han sido denostados por una Cuatroté que quiere aprovechar el voto democrático de 2018, al margen del mandato de las urnas, y regresarle al Ejército una injerencia del todo perniciosa para el futuro del país, y que es ese protagonismo de militares que en la historia añeja de la república han dejado los sinsabores del crimen de Madero y el del mismísimo Carranza.
El pasado 19 de febrero fue el último Día del Ejército que festejará López Obrador, y seguramente en el que más le agradecerán ciertos mandos superiores el encumbrado lugar en el que los dejará.
Siempre he pensado que en sus orígenes el Ejército mexicano tiene una raíz popular inocultable. Ojalá nunca se abandone, pero esto está en riesgo como nunca antes.
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