Si el descarrilamiento ofreció a los votantes republicanos un recordatorio de por qué les gustaba Trump, una serie de cargos penales reforzó su devoción hacia él.
Por Jill Colvin
NASHUA, Nueva Hampshire, EU, 5 de febrero (AP).— Cuando dejó la Casa Blanca, Donald Trump era un paria.
Tras años de doblegar a Washington a su voluntad con un solo tuit, Trump estuvo, al menos por un momento, menoscabado. Era un Presidente republicano de un solo mandato rechazado por los votantes y después por grandes sectores de su partido luego que su negativa a aceptar su derrota electoral de 2020 culminara en una insurrección en el Capitolio de Estados Unidos que hizo que los legisladores huyeran para salvar sus vidas.
Algunos miembros de su gabinete habían discutido la posibilidad de invocar la 25ta Enmienda, al considerarlo incapaz de seguir en el cargo. Plataformas de redes sociales le prohibieron su acceso a ellas y se convirtió en el primer Presidente a quien se enjuició políticamente dos veces. Y cuando abandonó Washington, la capital del país todavía se recuperaba de la violencia de sus partidarios, y parecía una fortaleza de seguridad con escaparates tapiados y vehículos militares en las calles.
Tres años después, Trump está cerca de ofrecer un giro sorprendente. Con victorias contundentes en las dos primeras contiendas para la nominación de 2024 y amplias ventajas en las encuestas en los estados que siguen, Trump se acerca rápidamente a la nominación republicana. Ya es el primer republicano no en funciones en ganar las elecciones del partido tanto en Iowa como en Nueva Hampshire, y tuvo el mayor margen de victoria en la historia de los caucus de Iowa. Se espera que su posición mejore la próxima semana con un triunfo en las asambleas partidarias republicanas de Nevada. Su última rival republicana, Nikki Haley, se saltará los caucus a favor de una primaria competitiva, que no otorga delegados.
Trump hizo todo esto mientras enfrenta 91 cargos por delitos graves que van desde mal manejo de documentos altamente clasificados y conspirar para anular los resultados de las elecciones de 2020 —que perdió ante el demócrata Joe Biden—, hasta pagarle a una estrella porno durante su campaña de 2016 para acallarla. Trump también enfrenta un caso de fraude civil en Nueva York que amenaza su control de gran parte de su imperio empresarial, y recientemente se le ordenó pagar 83.3 millones de dólares por difamación a la misma mujer por la que anteriormente se le declaró culpable de abuso sexual.
La historia de cómo Trump se convirtió en el probable candidato de su partido para una tercera elección presidencial consecutiva es un recordatorio de que hubo una oportunidad —aunque breve— en que el Partido Republicano pudo cambiar de rumbo, pero no lo hizo. Muestra lo poco que se aprendió de 2016, y sus críticos una vez más no lograron unirse en torno a una alternativa única. Y muestra —con implicaciones de larga data para la democracia estadounidense— cómo Trump y su campaña aprovecharon sus desafíos legales sin precedentes, y convirtieron lo que debería haber sido un obstáculo insuperable en una estrategia ganadora.
“Creo que todos se lanzaron a la carrera pensando que la fiebre por Trump pasaría”, dijo el veterano estratega republicano Chip Saltsman, quien presidió la campaña de uno de los rivales de Trump. “Y no pasó. Se puso más candente”.
UN DESCARRILAMIENTO
Los asistentes de la campaña de Trump dicen que su primera señal de un impulso favorable no fue alguna victoria legal o el error de un rival, sino un viaje a East Palestine, Ohio, en febrero de 2023.
Tras un deslucido anuncio unos meses antes sobre su candidatura para 2024 y su lento inicio de campaña, el expresidente recibió una calurosa bienvenida de los residentes que exigían respuestas tras el descarrilamiento de un tren que transportaba productos químicos tóxicos y que provocó evacuaciones y temores de contaminación del aire y el agua. Trump fue informado de los hechos por funcionarios locales, criticó la respuesta federal como una “traición” y se detuvo en un McDonald’s local.
“Para empezar, en cierto modo le recordó a la gente qué era lo que les gustaba de Trump”, dijo Chris LaCivita, asesor sénior de campaña. Trump —cuya sorpresiva victoria en 2016 había sido impulsada por enojados votantes blancos de clase trabajadora que sentían que el Gobierno les había fallado— nuevamente se presentaba como alguien externo que lucha contra las grandes empresas y contra Washington.
Biden no visitó el lugar en ese momento, algo que ayudó a Trump a establecer un contraste. El Presidente visitará East Palestine de nuevo este mes tras aceptar una invitación del alcalde para ver de primera mano cómo avanzan la limpieza y la recuperación.
LOS CARGOS LLEGAN UNO TRAS OTRO
Si el descarrilamiento ofreció a los votantes republicanos un recordatorio de por qué les gustaba Trump, una serie de cargos penales reforzó su devoción hacia él. Ralph Reed, presidente de la influyente Faith & Freedom Coalition (Coalición Fe y Libertad) y veterano de la campaña presidencial, estaba casualmente en el club Mar-a-Lago de Trump en Florida para un desayuno benéfico la mañana en que Trump se convirtió en el primer expresidente de Estados Unidos en ser acusado.
“Podías sentir la sacudida”, dijo Reed.
Pero en lugar de llamados para que Trump suspendiera su campaña, la respuesta de los republicanos fue de indignación. Trump se describió a sí mismo como víctima de un sistema de justicia penal politizado y empeñado en dañar sus posibilidades de reelección. Casi de inmediato, los republicanos saltaron en su defensa.
Su campaña se vio inundada de donaciones por cantidades pequeñas y recaudó 15,4 millones de dólares en sólo dos semanas. (Cuando más tarde Trump fue acusado de extorsión en Georgia y se convirtió en el primer expresidente al que le tomaron una foto policial, la campaña recaudó una cifra récord de 4,18 millones de dólares ese día). El comité de acción política, o Super PAC aliado de Trump, que había tenido dificultades para recaudar dinero, vio un aumento similar en las contribuciones a medida que las cifras de las encuestas de Trump comenzaron a aumentar.
Para los votantes republicanos, las crecientes acusaciones confirmaron las quejas expresadas en voz alta por Trump de que el sistema estaba manipulado en su contra, lo que llevó a muchos que habían considerado a otros precandidatos a apoyarlo a él.
Fue “un recordatorio de que, a final de cuentas, ellos visten una camiseta roja, y Joe Biden y sus secuaces visten una camiseta azul”, dijo Jason Miller, asesor sénior de campaña de Trump.
Michael Telesca, exmaestro de escuela de Hickory, Carolina del Norte, quien dejó su trabajo para caminar por el sendero de los Apalaches, dijo el otoño pasado que las acusaciones y otros ataques contra Trump lo habían transformado de un votante común y corriente de Trump a un partidario “apasionado”.
Si bien le gustaban las políticas de Trump, “lucho más contra el sistema que lo ataca implacablemente... Hay una buena parte de republicanos que dice que es hora de alguien más. Aquí está el problema: Si eso sucede, habrás permitido que el sistema gane”.
El impacto se sintió de inmediato en las campañas rivales, cuyos precandidatos se vieron en la incómoda posición de tener que defender a su principal oponente para evitar ponerse del lado de los fiscales demócratas o del Departamento de Justicia de Biden. A medida que llegaban nuevas acusaciones, Trump dominó aún más la cobertura de los medios, lo que negó a sus competidores la atención que tanto necesitaban.
“Lo transformó en una víctima, y nadie es mejor para interpretar a la víctima que Donald Trump”, dijo Reed.
Trump convirtió sus posteriores citaciones y comparecencias ante los tribunales en espectáculos que se volvieron fundamentales para su mensaje de campaña. De hecho, algunas semanas pasó más tiempo voluntariamente en la sala del tribunal que en los estados con votación anticipada. El equipo de Trump cree que su decisión de enfrentar los cargos de frente ayudó a aliviar las preocupaciones de los votantes sobre su elegibilidad.
“Fue a partir de ese momento que se volvió esencialmente imposible vencer a Donald Trump en las primarias del Partido Republicano”, dijo LaCivita.
DESANTIS EN ESPERA... Y EN ESPERA
Durante meses, la principal competencia de Trump para la candidatura republicana pareció ser el Gobernador de Florida.
Recién salido de una aplastante victoria en la reelección en noviembre de 2022, Ron DeSantis era una estrella conservadora en ascenso y uno de los únicos puntos brillantes de su partido en el doloroso ciclo de las elecciones intermedias. Algunas encuestas mostraron que los votantes lo preferían a él más que a Trump, a quien se culpaba de respaldar a candidatos de ultraderecha que costaron a los republicanos escaños que podían haber ganado.
Pero DeSantis optó por esperar hasta mayo de 2023 para lanzar su campaña, lo que dio al expresidente y a sus aliados una ventaja de seis meses.
Los principales asesores de Trump lo instaron a no atacar a DeSantis hasta más adelante en la carrera. Pero Trump, quien rechazó su consejo, salió desde el principio con su burlón “DeSanturrón” (“DeSanctimonious”, un juego de palabras con su apellido y “sanctimonious”). Los anuncios del Super PAC comenzaron en marzo pasado.
“Apostamos a lo grande”, dijo Taylor Budowich, director general de MAGA Inc. “Decidimos ir tras él muy pronto y definirlo antes que pudiera definirse a sí mismo”. Eso incluyó invertir millones en anuncios que criticaban a DeSantis por haber respaldado previamente los recortes de la Seguridad Social.
Para algunos de los principales asesores de Trump, vencer a DeSantis fue algo personal. Un puñado había trabajado anteriormente para el Gobernador y algunos se vieron afectados negativamente por sus acciones. Incluso aquellos que se marcharon en buenos términos estaban íntimamente familiarizados con sus fortalezas y debilidades.
Para contrastar las incómodas interacciones de DeSantis con los votantes, la campaña de Trump comenzó a planificar sesiones fotográficas en pizzerías y cafeterías que mostraban al expresidente interactuar con sus seguidores.
El ridículo fue también parte de la estrategia, incluido un memorable anuncio de MAGA Inc. sobre “dedos de pudín” que destacaba informes desagradables sobre los hábitos alimenticios de DeSantis y acusaciones de que DeSantis usaba tapas en sus botas.
Para mitigar el impulso que tenía el Gobernador, el Super PAC también transmitió anuncios de ataque en cadenas como CNN en un intento por llegar a los votantes más moderados que consideraban votar por el Gobernador.
“Las compras nacionales de MAGA Inc. se basaron en las encuestas nacionales porque ese era el barómetro de fuerza en ese momento —pudimos reducir simultáneamente su posición en las encuestas de las elecciones primarias y las generales”, dijo Budowich.
Las entrevistas con los votantes sugirieron que aquellos que habían estado abiertos a una alternativa a Trump al final se dieron cuenta de que preferían más al original.
“DeSantis puede hablar desde aquí todo el tiempo”, dijo Gary Leffler, un contratista general de West Des Moines, Iowa, señalando su cabeza. “En cuanto a los hechos, a las políticas y todo lo demás, es bastante sólido”.
Pero Trump, agregó Leffler mientras se llevaba el puño al corazón, “habla desde aquí. Y eso es algo que DeSantis no tiene”.
LA PEREGRINACIÓN DE MCCARTHY A MAR-A-LAGO
Los asistentes de campañas rivales dijeron que el camino de Trump hacia la candidatura republicana de 2024 comenzó solo tres semanas después del motín del Capitolio del 6 de enero de 2021. Fue cuando Kevin McCarthy, quien era el líder republicano de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, viajó a Mar-a-Lago y posó para una foto ampliamente compartida junto a un Trump sonriente en el momento en que estaba en su punto más débil.
La excongresista estadounidense Liz Cheney, una abierta crítica republicana de Trump, escribiría más tarde en su libro que McCarthy le dijo que había sido llamado porque Trump estaba deprimido y no comía. (Trump dijo que en realidad estaba enojado y “comía demasiado”).
Pero el episodio de normalización señaló que el partido no estaba dispuesto a renunciar a Trump.
“Pensé que era el beso de la muerte para McCarthy, para el partido y para el país”, dijo Mike DuHaime, asesor sénior de la campaña presidencial de 2024 del exgobernador de Nueva Jersey Chris Christie, otro crítico de Trump. “Le dio nueva vida a Trump”.
APUESTAS ARRIESGADAS CON BUENOS RESULTADOS
Desde el principio, el Presidente Trump actuó como el precandidato al frente de la contienda, declinó invitaciones a eventos con los demás precandidatos y se rehusó a debatir.
La ausencia de Trump mitigó el interés de los espectadores y dejó a sus rivales, con peores resultados en las encuestas, peleando entre sí en lugar de contra él.
“Hay que darle crédito a la campaña de Trump”, dijo Saltsman, quien presidió la campaña 2024 de Mike Pence, quien fue Vicepresidente de Trump. “La realizaron como si fuera un candidato en funciones que se postula para la reelección”.
Miller, el asesor de Trump, dijo que mantenerse alejado de los debates fue parte de un esfuerzo más amplio para centrarse en Biden. Trump atacó al demócrata por la economía, la frontera y las guerras en Europa y Oriente Medio.
EL JUEGO DEL RESPALDO
Al mismo tiempo, el equipo de Trump trabajó agresivamente entre bastidores para conseguir respaldos que indicaran su continuo dominio del partido y la fuerza de su nueva campaña. Ha sido ampliamente elogiado por ser mucho más disciplinado y profesional que esfuerzos anteriores que estuvieron plagados de luchas internas.
Trump invirtió “cientos y cientos de horas” en el desarrollo de relaciones, dijo Brian Jack, un asistente de campaña sénior que dirigió la campaña de divulgación. Trump hizo llamadas telefónicas, organizó cenas e invitó a funcionarios a viajar a bordo de su avión privado.
También utilizó astutamente los respaldos como arma. En abril, mientras DeSantis realizaba un viaje muy publicitado a Washington antes de su esperado anuncio de campaña, el equipo de Trump publicó una serie de nuevos respaldos de políticos de Florida. Después, Trump se burló de Haley —exgobernadora de Carolina del Sur y su embajadora ante la ONU—, previo a las primarias de Nueva Hampshire al trasladar en avión a un grupo de funcionarios de Carolina del Sur que respaldaban su candidatura.
Marc Short, uno de los principales asesores de la campaña de Pence, también destacó los más de 200 respaldos de Trump durante las elecciones intermedias. Si bien Trump tuvo un éxito mixto en noviembre, demostró tener una enorme influencia respecto a los candidatos para las elecciones primarias del Partido Republicano que a menudo se convirtieron en contiendas de lealtad.
“Todos vieron que los candidatos que respaldó en sus primarias ganaron sus primarias, lo que indicó a los demás que ‘es mejor que muestre mi lealtad a Trump o estaré en problemas’”, dijo Short.
Más allá de los respaldos, el equipo de Trump también trabajó estrechamente con los partidos estatales mientras establecían reglas de asignación de delegados, y fomentaron contiendas en las que el ganador se lleva todo y otros cambios que en última instancia beneficiarían al candidato al frente de la contienda. “Estábamos cerrando las puertas a nuestros oponentes en la nominación republicana hace siete meses —antes que se dieran cuenta de lo que estaba sucediendo”, dijo LaCivita.
EL FACTOR LEALTAD
A medida que se acercaban las primeras contiendas de nominación, el equipo de Trump trabajó para aprovechar la dedicación de sus seguidores leales. La medida dio buenos resultados particularmente en Iowa, donde las temperaturas históricamente gélidas redujeron a la mitad la asistencia esperada a los caucus.
El equipo de Trump recompensó a sus voluntarios con cosas como entradas VIP para sus mítines y gorras bordadas en oro. Algunos, como John Goodrich, quien vive en los suburbios de Des Moines y llamó a 300 puertas, recibieron llamadas telefónicas personales para darles las gracias por sus esfuerzos.
“Estaba simplemente emocionado”, dijo Goodrich sobre la llamada el día de la asamblea partidista. Trump “estaba muy agradecido por la ayuda” y le preguntó por su familia y sus planes para la noche. “Me hizo sentir bien que llamara a alguien que era más o menos un vendedor de puerta en puerta para conocer mi opinión”.
Tanto en Iowa como en Nueva Hampshire, el equipo de Trump también se maravilló de cómo DeSantis y Haley gastaron su tiempo y dinero en atacarse mutuamente, lo que evitó gran medida ataques hacia él.
Al final, DeSantis quedó en un distante segundo lugar en Iowa, el estado en que había apostado su campaña. La abandonó poco después. Haley, quien terminó segunda en Nueva Hampshire, se ha comprometido a permanecer en la contienda hasta marzo, pero su camino hacia adelante parece irrelevante.