La asociación busca atraer nuevos seguidores a esa centenaria tradición y hacer frente al creciente movimiento mundial impulsado por los defensores de los animales, que libran una batalla para abolir las corridas, que según ellos es un acto de tortura y maltrato.
Por Fernando Llano
Aculco, 28 de enero (AP) — Golpes erráticos contra una puerta de metal presagian lo que será la peculiar clase que recibirá un grupo de jóvenes universitarios. En segundos se abre la puerta, un enérgico becerro entra a toda velocidad al corral y de inmediato se le abalanzan cinco hombres.
Mientras el animal salta con todas sus fuerzas para tratar de escapar, el grupo de hombres logra inmovilizarlo al amarrarle las patas y el cuerpo y cubrirle la cabeza y los cuernos con una almohada antes de acostarlo en el suelo para iniciar la labor de vacunación y marcaje de su numeración con la ayuda de un hierro ardiente que le colocan en el lomo.
Así se desarrolló una de las sesiones del taller que dictó esta semana el ganadero José Arturo Jiménez en su hacienda del poblado central de Aculco, en el Estado de México, a unos cuarenta aficionados y jóvenes, como parte de una iniciativa promovida por la Asociación Mexicana de Tauromaquia para dar a conocer las diferentes actividades que rodean la crianza de los toros de lidia.
De esa forma, la asociación busca atraer nuevos seguidores a esa centenaria tradición y hacer frente al creciente movimiento mundial impulsado por los defensores de los animales, que libran una batalla para abolir las corridas, que según ellos es un acto de tortura y maltrato.
Aunque en buena parte de México aún se permiten las corridas, en algunos estados como Sinaloa, Guerrero, Coahuila, Quintana Roo y la ciudad occidental de Guadalajara están suspendidas. En la capital mexicana, donde opera la Plaza México, la más grande del mundo, se prevé reanudar la actividad taurina el domingo después de una interrupción de ocho meses.
Jiménez y otros integrantes de la asociación se resisten a que los animalistas avancen en su cometido y es por ello que en los últimos años se han dedicado a promover un centenar de eventos y talleres educativos en diferentes puntos de México para atraer nuevos públicos y garantizar la supervivencia de la llamada "fiesta brava", que tiene casi cinco siglos de historia.
"Hay que darle los elementos a la gente para que decida lo que le gusta y no le gusta… y por lo menos que conozcan nuestra verdad y decidan si es buena o mala", afirmó el ganadero, de 64 años, al defender la iniciativa de los talleres. Aseguró que esta es una manera de difundir los rigurosos cuidados que se dan en las fincas a esos animales, que identificó como un "reservorio genético", y contrarrestar a los animalistas para evitar que "engañen a la juventud".
Durante los talleres, que se dictan en las fincas, se enseña a los asistentes los distintos aspectos de la crianza de los toros de lidia, los cuidados y los estudios que se siguen a las hembras durante las llamadas "tientas", que son unas pequeñas corridas privadas en las que se recoge información sobre sus cualidades para embestir y determinar los toros los que serán cruzadas.
Jiménez admitió que buena parte del público que actualmente acude a las corridas de toros en México no es muy joven, y es por ello que desde la Asociación Mexicana de Tauromaquia se impulsan acercamientos a las universidades y preparatorias para crear nuevos aficionados.
Entre los asistentes al taller del ganadero estaba la estudiante de ingeniería ambiental Estefanía Manrique, quien desde hace seis años comenzó a vincularse a la tauromaquia luego de acompañar a su mamá a una corrida en la Plaza México para ver a un primo torear.
Manrique relató que en un primer momento dudó de acompañar a su mamá a la corrida porque "tenía esa idea de que eso era maltrato", pero aseguró que tras esa visita su percepción cambió al ver el ritual que envolvía el espectáculo. "Me gusta mucho el teatro, y ver como analizan los toros y los van moviendo de acuerdo a las características que tienen, y hasta parece que van bailando, otras veces parecen que están actuando, eso me encantó".
La estudiante, de 22 años, reconoció que la mayoría de los jóvenes de su círculo social son más afines a los animalistas, y agregó que su afición a las corridas le ha traído problemas de discriminación entre sus compañeros de la universidad.
Pese a esas dificultades, Manrique no ha dudado en preservar y defender su pasión taurina y es por ello que aprovecha las iniciativas de la Asociación Mexicana de Tauromaquia para asistir a las ganaderías y conocer más de los toros de lidia.
Para Jiménez, la incorporación de nuevas generaciones a la tauromaquia mexicana es aún muy incipiente, pero no pierde las esperanzas de que ellos asuman el testigo para asegurar la supervivencia de la tradición.
"Queremos que sigan más que con esta fiesta. Que sigan gentes que vayan al campo, que críen sus animales, que siembren sus semillas, que cosechen, que tengan un vínculo con la tierra, que coman alimentos saludables y que no sean hipócritas, que no sean de cristal y que sepan que los animales hay que matarlos para comerlos y hay que respetarlos y cuidarlos".