Jorge Alberto Gudiño Hernández
14/01/2024 - 12:01 am
El prestigio académico
"Da la impresión de que existe cierto deterioro en el concepto de lo universitario, de ese prestigio que se supone que otorga el serlo".
Jeffrey Grossman imparte en MIT un curso llamado “Introducción al estado sólido en química” (la traducción es mía). Es un temario difícil y apto para iniciados (yo no lo soy). Al margen de que se puede aprender muchísimo (los cursos están en línea), en una de sus primeras clases les dice a sus alumnos algo muy relevante. Empieza comparando al MIT con Harvard dada la rivalidad que existe entre estas instituciones. Les pregunta por qué razón decidieron estudiar ahí. La respuesta la da él mismo: por el prestigio de la universidad. Y luego lo avisa: a partir de que esos alumnos entraron a MIT, el prestigio de esa institución depende de ellos.
Durante muchas décadas, ser universitario en nuestro país otorgaba prestigio en sí mismo. Los argumentos podían ser débiles, pero se repetían mucho: si se estudiaban más años, si se completaba una carrera universitaria, si existía esa disciplina y esa exigencia, se podría llegar más lejos. Quizá por eso muchas generaciones no nos cuestionamos, al terminar la prepa, que también terminaríamos la universidad. Y, al hacerlo, mirábamos aspiracionalmente a quienes tenían una maestría, un doctorado o aún más. Eso significaba que, de alguna manera, se habían dedicado a sus campos de estudio con mucha mayor profundidad y empeño que los otros.
Al menos, desde una óptica simplista, es cierto, pues también hay grandes especialistas que no cursaron una educación formal o no pasaron por las filas de la academia. Eso no invalida a quienes sí lo hicieron, por supuesto.
Da la impresión de que existe cierto deterioro en el concepto de lo universitario, de ese prestigio que se supone que otorga el serlo. Las razones son demasiadas como para abarcarlas en unas cuantas líneas. Van desde la sobreoferta de nuevas universidades hasta la pandemia; desde los pocos requisitos de ingreso a las instituciones privadas hasta muchos vicios laborales y burocráticos de las públicas; desde un desinterés por el conocimiento (hay que obtener el título y ya) hasta un montón de trampas y malas prácticas de parte de las comunidades universitarias; y un largo etcétera.
No soy ingenuo, sé que siempre ha habido malos manejos y escándalos en las universidades. La literatura da cuenta de ello. Sin embargo, en medio de la indiferencia en la que vivimos, un escándalo que habría disminuido el prestigio de alguna universidad hace un par de décadas, ahora se limita a ser señalado y esperar que se diluya pronto. De ahí que veamos, cada vez más, tesis plagiadas, trabajos incompletos, procesos de titulación cuestionables, titulaciones exprés y muchos vicios más que, a la larga, apenas significarán un detrimento para las universidades que tuvieron a esos alumnos.
Es como si ahora, más allá del prestigio académico o los conocimientos, interesara sólo el requisito de obtener un título. Y eso es una lástima, pues se le están quitando oportunidades y recursos a todos aquéllos que sí están dispuestos a involucrarse con todas las maravillas que pueden ofrecer las buenas universidades.
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