Guadalupe Correa-Cabrera
08/01/2024 - 12:02 am
Asistencialismo, militares y una “nueva” dependencia
"Sobre Venezuela hoy, son tantos temas los que deben analizarse, entre ellos: su crisis económica; la continuación del chavismo sin Chávez; el éxodo masivo de su gente; la explicación de los elevados niveles de violencia y criminalidad recientes; la resiliencia de su modelo político y económico a pesar de la hiperinflación y la crisis económica extrema; su relativa recuperación reciente; las fuerzas geopolíticas que marcan sus ciclos económicos, etcétera".
Texto escrito por Alfonso Correa Coss*** y Guadalupe Correa-Cabrera
Después de un viaje de fin de año a Venezuela regresamos a México con una visión de campo un poco más informada sobre la realidad de una nación muy compleja, de donde han emigrado, según algunas estimaciones, más de siete millones de personas (fuente: ACNUR, https://www.acnur.org/mx/emergencias/situacion-de-venezuela#:~:text=M%C3%A1s%20de%207%2C7%20millones,Am%C3%A9rica%20Latina%20y%20el%20Caribe). También formulamos algunas reflexiones para el futuro de México y cualquier país de la “periferia” caracterizado por altísimos niveles de desigualdad y un extenso poder por parte de las fuerzas castrenses.
Venezuela, en las últimas décadas, modificó radicalmente su estrategia de desarrollo bajo la influencia de un “nuevo” movimiento social y militar que decía representar al pueblo. El chavismo y lo que se denominó el “Socialismo del Siglo 21”, han dominado la escena política en esa nación y su modelo de desarrollo económico durante lo que va de este siglo. Hugo Chávez llegó al poder en 1999 en medio de una fortísima crisis política, social, económica e institucional (incluyendo una grave crisis de partidos políticos). Un país extremadamente desigual en América Latina decidió entonces apostar por un hombre audaz (un militar) que prometió (y logró) un cambio radical en el modelo de desarrollo de una potencia petrolera. Dicho modelo persiste hasta la fecha—ahora sin Chávez, pero con Nicolás Maduro como Presidente y apoyado por los militares, quienes conforman una nueva élite económica en la que se incorporan más recientemente otras potencias mundiales ligadas al petróleo.
Sobre Venezuela hoy, son tantos temas los que deben analizarse, entre ellos: su crisis económica; la continuación del chavismo sin Chávez; el éxodo masivo de su gente; la explicación de los elevados niveles de violencia y criminalidad recientes; la resiliencia de su modelo político y económico a pesar de la hiperinflación y la crisis económica extrema; su relativa recuperación reciente; las fuerzas geopolíticas que marcan sus ciclos económicos, etcétera. Conocer y visitar Venezuela y platicar con su gente (dentro y fuera del país) es sumamente interesante.
Analizar las causas y dinámicas de las migraciones venezolanas es fundamental hoy en día. Si bien hasta hace poco migraban venezolanos con mejor posición económica por motivos ideológicos, ahora se desplazan las clases económicamente más necesitadas—cuyos miembros están dispuestos incluso a cruzar caminando el Darién. Esto sucede al no verse materializadas las expectativas que les generó el chavismo. Habrá mucho qué escribir sobre este país para aquellos que estudian migraciones en las Américas. Venezuela es un caso emblemático, no sólo en este tema, pero en muchos otros que atañen al mundo en desarrollo, es decir, a la periferia.
Aquí destacamos simplemente algunos fenómenos que llamaron particularmente nuestra atención y que ilustran bien lo que los “teóricos de la dependencia” describen bien como las dinámicas del "centro" y la "periferia". Hablando de la periferia, quisiéramos destacar el problema de los muy significativos y persistentes niveles de desigualdad, así como de las tensiones demográficas que generan una enorme polarización social, administración perversa de la criminalidad y la llegada de regímenes populistas que modifican la cara de la élite en el poder, pero que no generan al final bienestar para la sociedad. La promesa de cambio y redistribución radical del ingreso en países con altos niveles de desigualdad e injusticia social legitima regímenes basados en el populismo y liderados por populares líderes políticos o gobiernos militaristas.
Así, no sorprende el apoyo al régimen chavista y su sobrevivencia hasta la fecha en medio del escepticismo de la sociedad después del fracaso económico de un modelo que prometió mucho, pero que no ha atendido realmente a su gente, ni a las causas del subdesarrollo. El fracaso del modelo se explica por las sanciones estadounidenses al país, además de causas internas como el derroche de recursos, extraordinarios niveles de corrupción y la concentración de los ingresos en una nueva clase política que comenzó distribuyendo parte de los recursos petroleros excedentes, pero que se quedó finalmente sin capacidad, ni estructura para seguir haciéndolo.
Además de las sanciones impuestas por “el imperio estadounidense y sus aliados” es claro cómo el asistencialismo de los años de Chávez, la falta de generación de infraestructura productiva y las fallidas “misiones bolivarianas”, no generaron riqueza ni bienestar al final. Sin embargo, extendieron el avance del chavismo en los primeros años, pero generaron eventualmente más pobreza, así como emigraciones masivas. Es importante reconocer que la crisis venezolana se debe a fuerzas tanto nacionales como externas.
El asistencialismo de las misiones de llamado “Socialismo del Siglo 21” daba la sensación de que, por primera vez en la historia de la nación autonombrada bolivariana, se hacía justicia. Se pensó que, por fin, los ingresos petroleros llegaban al Pueblo y no se concentraron en las manos de las élites nacionales y el gran capital transnacional (principalmente, el estadounidense). Los años de la política y el petróleo que antecedieron a Chávez generaron una desigualdad apabullante. Chávez y el modelo que sobrevivió a su muerte articuló un discurso basado en la propaganda que llamaron socialista, el anti-imperialismo, y en la promesa de una Venezuela más igual que no ha llegado a materializarse.
Es difícil posicionarse en un espacio concreto del espectro ideológico cuando se habla de Venezuela. Ni el chavismo (ahora encabezado por Nicolás Maduro), ni la oposición (formada por élites económicas del pasado apoyadas por Estados Unidos), parecen consolidar un proyecto de desarrollo con justicia para el pueblo venezolano. Se entiende perfectamente cómo llegó Chávez al poder y legitimó su modelo a través del asistencialismo y el color rojo de su propaganda. También se entiende perfectamente por qué fracasó ese modelo en medio del derroche, la corrupción y el control de los barrios a través de la administración del crimen.
Por otro lado, se comprende el fracaso de una oposición que se aferró a sus privilegios de antaño y que nunca articuló un movimiento que incluyera a la mayoría del pueblo venezolano (sí, a ese que votó por Chávez con la esperanza de mayor justicia social), incluso ante la hiperinflación y la aplastante crisis económica. Asimismo, se entienden la geopolítica y el papel de las potencias nuevas y viejas en un nuevo mundo multipolar. A las potencias no les importa el desarrollo de las periferias, sino los recursos que de ahí pueden expoliar. Estados Unidos, Rusia, China e Irán tienen intereses, que no son los mismos de los pueblos que ven como colonias y que dicen apoyar.
Sobre Venezuela se pueden escribir (y se han escrito ya) muchos libros, artículos, discursos, etcétera. Después de un viaje a ese país, nosotros nos quedamos con dos lecciones fundamentales. La primera se refiere a la futilidad de los programas sociales que no generan desarrollo, que sólo proveen asistencia temporal, y que no se encuentran anclados a un verdadero proyecto de nación que articule los logros sociales a la generación de riqueza e infraestructura en un modelo sostenible y reproducible en el tiempo. El mero asistencialismo que mantiene simpatías electorales y que consolida un modelo político-electoral sin generar riqueza ni infraestructura productiva en la periferia, no es sostenible en el largo plazo y fracasa en medio de crisis económicas mundiales o cambio de estrategias geopolíticas en los centros de poder global.
La segunda lección que constituye una alerta para otros lugares de la periferia latinoamericana es el tema de los militares. La extensión de las capacidades de las fuerzas armadas al punto de convertirlas en el poder real nacional, mantiene el control social por parte de una élite militar que termina aniquilando a las democracias y limitando cualquier intento de cambio o manifestación de descontento social. El caso de Venezuela es icónico en este último sentido. Hablamos ahora de un país gobernado por las cúpulas militares y el gran capital transnacional, ahora ubicado en otras latitudes—no sólo en los Estados Unidos.
El caso venezolano constituye una gran lección para otros países latinoamericanos que poseen recursos estratégicos para los nuevos centros del gran capital transnacional. Comparar Venezuela con México parecería ocioso por muchas cuestiones y más aún atendiendo a la mala intención de quienes sugieren símiles cargados de propaganda y sinsentido. México no es Venezuela y no se le asemeja en lo general, punto. Sin embargo, algunos procesos en Venezuela—tales como el asistencialismo fallido, el militarismo sin límites reales o la captura del Estados por una élite militar—podrían servir como ejemplos de lo que mantiene la dependencia de las periferias en el “centro” (hoy en día, un centro multipolar). Así parece funcionar la teoría de la dependencia en regiones con recursos naturales estratégicos que experimentan el avance militar.
*** Alfonso Correa Coss es ingeniero agrónomo por la Escuela Nacional de Agricultura Chapingo (ahora Universidad Autónoma Chapingo). Actualmente es silvicultor en los estados de Tabasco y Chiapas.
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