Antonio María Calera-Grobet
03/12/2023 - 12:05 am
Alejandro Jodorowsky, ahí en la puerta, frente a mí
Bien. Entenderá quien lea esto que me quedé un segundo congelado, para luego caer en cuenta que esa misma noche, por eso lo de las sillas en el patio, lo olvidé por tanto trabajo, se presentaría ahí, con bomba y platillo, el libro “Psicomagia” del maestro chileno.
Sería el año 1999 si no mal recuerdo, trabajando como curador del Museo de la Ciudad de México, y de seguro me encontraría yo consumando, con el equipo, consumando las exposiciones en turno. Los miembros de la plantilla trabajaban en lo suyo, ya fuera en las salas, las computadoras, y por cierto que un grupo grande ordenaba cualquier cantidad de sillas en el patio. Y bueno, de repente tocaron a la puerta. Seguro pensamos que serían proveedores o despistados. A los pocos segundos volvieron a tocar, cosa rara, y tal vez creímos que por eso ya la gente de vigilancia se haría cargo, gentilmente los identificaría, les abriría la puerta. Pero no fue así.
No fue así. Se volvió a escuchar la puerta una y otra vez, y entonces fue cuando caí, caímos en cuenta que tal vez se trataba de alguna otra cosa más importante, quizá hasta un tanto urgente, y que reclamaba nuestra atención para resolverse. No recuerdo bien cómo fue que decidimos quién bajaría a abrir la puerta, pero, en resumidas cuentas, terminé siendo yo. Para acabar pronto, llegué lo más pronto que pude a la puerta, y pregunté quién era el que tocaba a la puerta y qué buscaba. Algo así como: “Buenas noches, ¿quién? ¿Qué se le ofrece?”. Para luego, como era esperado, escuchar una respuesta: “Sí, ¿qué tal? Buenas noches, mire usted, vengo a presentar un libro, bueno, quiero decir, un libro mío. Mi nombre es Alejandro Jodorowsky. Bien. Entenderá quien lea esto que me quedé un segundo congelado, para luego caer en cuenta que esa misma noche, por eso lo de las sillas en el patio, lo olvidé por tanto trabajo, se presentaría ahí, con bomba y platillo, el libro “Psicomagia” del maestro chileno. Ahí empezó toda esta cosa entre bella y absurda.. Atiné o desatiné así: “Perdón, es usted el maestro Alejandro Jodorowsky?, pregunté. Para escuchar desde el otro lado de la puerta lo siguiente: “Sí, así es, mi nombre es Alejandro Jodorowsky, y vengo a presentar mi libro “Psicomagia”
Al ver de reojo, al fin, acercarse a mí los policías cuidadores del lugar, les espeté: “Amigos, todo bien, se trata del maestro Alejandro Jodorowsky, quien nos visita desde París para presentar su libro “Psicomagia”. Se dio entonces el primer o segundo o tercer rizo del rizo, cuando seguramente el maestro escuchó tal comentario a los veladores destacados. “Buenas noches, así es, mi nombre es Alejandro Jodorowsky y vengo a presentar mi libro en este bello recinto, feliz de la vida, la magia de la vida”. Ya imaginarán. Pedí se abriera la puerta en un ya, y animosamente le di una calurosa bienvenida en nombre de todo el equipo, con algo parecido a esto: “Maestro Alejandro Jodorowsky, bienvenido, bienvenido maestro, bienvenido, bienvenido, esta es su casa, mi nombre es Antonio Calera-Grobet, soy curador de este museo, y seré yo quien, en representación de los jefes que guste, autoridades que ya se imagina no andan por acá, seré yo quien presentará su libro, será un placer atenderle”.
La cosa no acabó ahí. Como si fuera poco lo ya pasado, el policía de la entrada se dirigió al maestro y le pidió se registrará con su nombre y asunto en la libreta de visitantes. Entonces el maestro asintió, me volteó a ver y sonriendo, igual a sus amistades, y jugando de lo lindo, con una complicidad hecha apenas con un guiño, escribió en la casilla que le tocaba de esta manera. “Antonio Calera, presentador”.
Llegada la hora de presentar el libro, el maestro pidió el micrófono, contento que se le veía, y dijo, palabras más o menos, lo siguiente: “Muy feliz de estar aquí, en un país que tanto quiero, que me trae tantos recuerdos, me provoca tantos trampolines hacia el futuro. Y además con motivo de este libro. “Psicomagia”. Ustedes amigos, no tienen por qué saberlo, pero apenas al llegar a este lugar tan bello del Centro Histórico, me he visto en la necesidad de confirmar mi identidad varias veces. Casi un acto de psicomagia. Me acompañan el maestro Alejandro Jodorowsky al fondo (y me ha señalado a mí en el otro extremo de la mesa, como si yo fuera é), algunos amigos, y por supuesto Antonio Calera quien les habla (y se señaló a sí mismo como si él fuera yo), y les doy la más cordial bienvenida a esta velada de amor y regocijo”. Poema el de aquel día que no olvidaré.
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