Los nuevos pronunciamientos revocaron las prohibiciones absolutas de que las personas transgénero sirvieran como padrinos emitidas por la oficina de doctrina del Vaticano en 2015.
Por Nicole Winfield y Trisha Thomas
TORVAIANICA, Italia, 19 de noviembre (AP).— El reciente gesto de bienvenida del Papa Francisco a las católicas transgénero ha resonado fuertemente en una ciudad costera de clase trabajadora al sur de Roma, donde una comunidad de mujeres trans ha encontrado ayuda y esperanza a través de una relación notable con el pontífice forjada durante los tiempos más oscuros de la pandemia.
Gracias al párroco local, estas mujeres ahora visitan mensualmente las audiencias generales de los miércoles de Francisco, donde se les asignan asientos preferentes. Un día cualquiera reciben entregas de medicamentos, dinero en efectivo y champú. Cuando llegó la COVID-19, el Vaticano las llevó en autobús a sus instalaciones de salud para que pudieran vacunarse antes que la mayoría de las y los italianos.
El domingo, estas mujeres (muchas de las cuales son migrantes latinoamericanas y son trabajadoras sexuales) se unieron a más de mil personas de escasos recursos y sin hogar en el auditorio del Vaticano como invitadas de Francisco a un almuerzo para conmemorar el Día Mundial de los Pobres de la iglesia católica.
En esta Jornada Mundial de los Pobres la parábola de los talentos nos sirve de advertencia para verificar con qué espíritu estamos afrontando el viaje de la vida. Hemos recibido del Señor el don de su amor y estamos llamados a ser don para los demás.
— Papa Francisco (@Pontifex_es) November 19, 2023
El menú fue evidencia de la creencia de Francisco de que las y los más marginados deben ser tratados con la mayor dignidad: pasta canelón rellena de espinacas y ricotta para empezar; albóndigas en salsa de tomate y albahaca y puré de coliflor, y tiramisú con petit fours de postre.
Para la comunidad trans marginada de Torvaianica, es sólo el más reciente gesto de inclusión de un Papa que ha hecho de llegar a la comunidad LGBTQ+ un sello distintivo de su papado, en palabras y hechos.
«Antes la iglesia estaba cerrada para nosotras. No nos veían como personas normales, nos veían como el diablo», dijo Andrea Paola Torres López, una mujer transgénero colombiana conocida como Consuelo, cuya cocina está decorada con imágenes de Jesús. «Entonces llegó el Papa Francisco y se nos abrieron las puertas de la iglesia».
La última iniciativa de Francisco fue un documento de la oficina de doctrina del Vaticano que afirma que, bajo algunas circunstancias, las personas transgénero pueden ser bautizadas y servir como padrinos y testigos en bodas. Esto siguió a otra declaración reciente del propio papa que sugirió que las parejas del mismo sexo podrían recibir bendiciones de la iglesia.
En ambos casos, los nuevos pronunciamientos revocaron las prohibiciones absolutas de que las personas transgénero sirvieran como padrinos emitidas por la oficina de doctrina del Vaticano en 2015, y de las bendiciones para personas del mismo sexo anunciadas en 2021.
Destacadas organizaciones LGBTQ+ han acogido con agrado el mensaje de inclusión de Francisco, dado que los homosexuales y transgénero se han sentido durante mucho tiempo excluidos y discriminados por una iglesia que enseña oficialmente que los actos homosexuales son «intrínsecamente innaturales».
Sería muy significativo si, en la Jornada de los Pobres, compartiésemos la comida dominical con quien carece de lo necesario: si en torno al altar del Señor somos conscientes de que todos somos hermanos y hermanas, ¡cuánto más visible sería esta fraternidad!
— Papa Francisco (@Pontifex_es) November 18, 2023
Carla Segovia, una trabajadora sexual argentina de 46 años, dijo que para las mujeres transgénero como ella, ser madrina es lo más cercano que estarán a tener un hijo propio. Dijo que las nuevas normas la hicieron sentir más cómoda con la posibilidad de que algún día regresara por completo a la fe en la que fue bautizada, pero que abandonó después de declararse trans.
«Esta norma del papa Francisco me acerca a encontrar esa serenidad absoluta», que según dijo considera necesaria para reconciliarse plenamente con la fe.
Claudia Vittoria Salas, costurera y limpiadora de casas transgénero de 55 años, dijo que ya había sido madrina de tres de sus sobrinos y sobrinas en Jujuy, en el norte de Argentina. Se le hizo un nudo en la garganta al recordar que los ingresos de su antiguo trabajo como prostituta le permitieron a sus ahijados ir a la escuela.
«Ser madrina es una gran responsabilidad, es ocupar el papel de papá y mamá. No es un juego», dijo con voz entrecortada agregando que hay que saber elegir a las personas correctas y aquellas que tengan la capacidad para que cuando los padres no estén presentes puedan mandar a las y los niños a la escuela, darles de comer y vestirlos.
Salas fue una de las que acudió al almuerzo. Le llevó al Papa argentino empanadas de pollo caseras, una comida tradicional de la tierra natal de ambos.
Mostrando la foto en su teléfono, Salas contó que el Papa «le dijo al señor que recibe los regalos que se las dejara y le dijo: ‘Me los llevo para el almuerzo'», dijo. «En ese momento comencé a llorar».