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Fabrizio Mejía Madrid

01/11/2023 - 12:05 am

El huracán del odio

Pero lo que me interesa aquí es pensar cómo es posible que un chat de vecinos de un condominio de clase media alta en Acapulco se viralizó de tal forma que yo mismo recibí ese audio, con distintos cortes, de cuatro personas distintas.

Tengo que empezar esta columna diciendo dos cosas. Una, es que cuando decimos que nadie previó que «Otis» pasaría de tormenta tropical a huracán categoría 5, es porque 12 rondas de predicciones así lo dijeron: es una tormenta, pronosticaron lunes y martes. Para las 12 de la tarde del martes 24 de octubre, el fenómeno estaba entre la frontera de las categorías dos y tres, aunque seis horas antes nadie había imaginado que llegaría a categoría dos. Las rondas de predicciones se hacen cada seis horas, no son, como lo supone mal nuestra oposición, monitoreados por minuto. Son cada seis horas. El pronóstico dio un giro el martes, luego de que el avión caza-huracanes sobrevoló la tormenta y mostró que la intensidad era mayor de la que se veía en estimaciones por satélite. Es hasta la noche del martes, desde el Centro Nacional de Huracanes, que se pintó a «Otis» como un «escenario de pesadilla”. Finalmente el meteoro entró a Acapulco, Guerrero con la categoría más alta.

Al mediodía del martes 24 de octubre, «Otis» era una tormenta tropical. En tan sólo nueve horas su intensidad alcanzara el punto máximo y se convirtió en un huracán categoría 5. Para la medianoche, el centro del huracán tocó tierra en la costa central de Acapulco, en el estado de Guerrero, y sus vientos de 270 kilómetros por hora y rachas de hasta 330 que arrasaron. Sólo dos huracanes en la historia del Pacífico mexicano habían tenido un nivel parecido: en 1976, con categoría 4 y en 2015 con 1. Nunca había existido ese tipo de huracanes como el «Otis» en Acapulco. Nunca y nadie lo predijo. 

La otra información es esta: el Fondo de Desastres nunca desapareció. Hay 18 mil millones de pesos directos y un seguro por 400 millones de dólares del Gobierno mexicano para estos casos. Lo que desapareció fue el fideicomiso, es decir, la forma de administrarlo pero no el dinero. Durante los gobiernos de Felipe Caldeón y Enrique Peña se robaron 200 mil millones de pesos de ese fondo que es para los damnificados. Lo hacían especulando con la “declaratoria de emergencia” y, luego, contrataban a sus compadres que cobraban sobreprecios porque era de urgencia, y los bienes jam´ñas llegaban a las víctimas. 

Digo estas dos cosas, que nadie pudo prever el huracán y que existe el dinero para atender sus consecuencias terribles, porque la oposición de Claudio X. González quiso, en un primer momento, argumentar que el Gobierno obradorista había sido negligente y que se había gastado el dinero en otra cosa. Ya desde el mismo día del desastre natural, las senadoras de siempre vociferaban en la Cámara de Senadores, tratando de aprovechar el huracán para golpear.

Xóchitl Gálvez dijo el miércoles 25 de octubre: “El Gobierno federal sabía con anticipación que esto ocurriría y no se preparó lo suficiente, que no haya comunicación comercial es entendible, pero es inaceptable que el Gobierno federal no tenga la capacidad para establecer comunicación de emergencia de manera inmediata, en un lugar que está a menos de cinco horas de la Ciudad de México. Eso, no sé ustedes, pero es dejar a los guerrerenses a la buena de Dios”. 

Lilly Téllez, con su habitual cordura, se desgañitó: “La llegó la hora al Presidente de la República de pagar por haber desaparecido el Fonden, aquí está la naturaleza, la vida misma cobrándole al Presidente de la República el haberse robado el Fonden. Y se lo cobra en la forma más triste, lo pagan los ciudadanos perdiendo todo lo que tenían, perdiendo la salud ante la indiferencia y la insensibilidad de todos ustedes que se robaron el Fonden para meter ese dinero al Tren Maya. Claro que son culpables los de Morena, no solo se robaron el Fonden, también en lugar de haber seguido los protocolos para evacuar a la población, se quedaron sentados en Palacio Nacional como si nada pasara. ¿por qué hasta hoy van corriendo a ayudar? ¿Por qué no lo hicieron desde ayer, desde antier? Que ya se sabía que se avecinaba esto”.

Todo parecía normal. A las senadoras le siguió el otro poder sometido por Claudio X. González y el PRI: el poder judicial. Aquí el tema no era el dinero ni las predicciones matemáticas, sino que no estaban dejando pasar la ayuda espontánea de los ciudadanos hacia Acapulco. Eso lo inventó José Ramón Cosío, el del litigio estratégico de la organización de Claudio, y se preguntó abismado en su cuenta de X: “¿Qué autoridad y mediante qué norma jurídica ha establecido alguna limitación constitucionalmente válida para que la ayuda social no pueda ser llevada a Guerrero?” Su comentario y el amparo que presentó su grupo en el Juzgado 17 de Amparo de la ciudad de México para que, cito, “La Sociedad Civil”, así con mayúsculas, como la que preside la diputada panista Ana Lucía Medina, “pueda entregar comida, víveres y ayuda a Acapulco y no puedan ser detenidos”. ¿Por qué asumía el abogado que necesitaban un amparo? Porque habían generado unas horas antes un comunicado falso de la Cruz Roja Mexicana en el que acusaban al Gobierno de detener toda la ayuda en Chilpancingo. La Cruz Roja lo desmintió, pero igual salieron los amparos protegiendo a una inexistente Sociedad Civil que era detenida arbitrariamente rumbo a Acapulco. Ahí estaban los opositores de siempre, usando falsificaciones y mentiras burdas: Xóchitl, Lilly, Ramón Cosío.

Faltaba el poder mediático entregado a tratar de doblar a quien será la próxima Presidenta de México con sus campañas contra Hugo López Gatell, los libros de texto gratuitos de la educación pública, y la evasión de impuestos. No dejo de pensar en lo siguiente: justo lo que tiene el Fondo de desastres, 18 mil millones, es tan sólo una parte de los 21 mil millones Ricardo Salinas Pliego nos debe en impuestos atrasados. Mientras, veíamos a los dos Méxicos: el de las víctimas del huracán en las serranías de la bahía de Acapulco, los pobres en el supuesto Paraíso, a quienes tan bien retrató Ricardo Garibay; y el de los ricos que asistían a la Fórmula Uno de la ciudad de México con precios de 120 mil pesos por entrada. Entre ellos, el Ministro Pérez Dayán. Los medios comenzaron con Loret de Mola, conductor  del canal de Roberto Madrazo. Aseguró, igual que sus contrapartes en el Senado que el Presidente —porque, para Loret, el universo es el Presidente— no avisó lo que se avecinaba para Guerrero. Como sabemos, no había manera de que eso ocurriera, pero Loret vociferó como siempre: que si el Presidente debió tomar un helicòptero y no hacer show en la autopista desgajada, cuando todos los demás sabemos que fue a organizar el destrabe de esa carretera, sin la cual la ayuda no podría llegar. 

López Dóriga, por su parte, publicó una foto de 2019 en el municipio de Ecatepec, donde se ve a unas personas sacando agua con cubetas, asegurando que se trataba de Acapulco y de la tecnología de punta del Plan DN-III. Luego, el director de Excélsior reeditó una grabación en un retén diciendo que era un militar asaltando solidarios automovilistas en la autopista del sol. La secretaría de seguridad le desmintió: “Este video no es Chilpancingo. Es Aguascalientes de septiembre pasado. Por ese hecho se impuso la sanción correspondiente a los elementos participantes”. Javier Alatorre en TV Azteca: “Hay mucha confusión ante la falta de una autoridad que pueda contener la rapiña, que pueda darle seguimiento a los lesionados. Guerrero es un estado de una fragilidad absoluta, presa de grupos del crimen organizado y ahora golpeado por un potente huracán”. León Krauze saliendo de California se dio cuenta de lo mismo: «Desde el día de ayer que llegamos a  Acapulco… miles de personas en distintos tipos de saqueos, la minoría saqueando tiendas de electrodomésticos, una concesionaria de camionetas». Las televisoras estaban en lo suyo: castigar a los necesitados llamándoles “rapiña” y, en la versión de TV Azteca, ya “crimen organizado”. Como si nunca hubieran vivido un huracán, se sorprendían de que no hubiera luz o señal de celulares. Estaban anonadados por cómo se puede robar cuando no se tiene lo básico. El mensaje era el mismo de siempre: no hay orden, falta autoridad, el estado es fallido. 

Hasta ahí, los tres poderes de siempre, en el Congreso, el Judicial, y el mediático estaban actuando como se esperaba: con amarillismo para resaltar la negligencia del Gobierno que, en este caso, tenía representantes de Morena en los tres niveles, municipal, estatal, y federal.

Pero hubo esta vez un cuarto elemento que se puso en juego: el WhatsApp. Por ahí, empezó una operación masiva para viralizar un audio de un señor, Omar Flores Juárez, que se presenta como inquilino del 401. El lugar es Torre Cronos en Pichingue, Acapulco. Está hecho para sus vecinos y comienza con una declaración inicial: “Es la tarde más horrible de mi vida”. Lo que a continuación cuenta a sus vecinos es que iba entres camionetas con sus cuatro hijos para llevar víveres a los empleados de su condominio. Pero lo detiene un retén de militares. En este momento del audio, Omar Flores hace una pausa para explicarle a un mesero que ya no quiere más hielo. Lo dice porque sabe que más adelante contará que lo golpearon en la boca y que una parte de su audiencia se preguntará cómo es que puede hablar para hacer esta grabación. Lo tiene todo calculado. Al menos eso sí, porque lo demás es como una acumulación de tragedias propias de una telenovela: los militares lo golpean, lo esposan, a sus hijos también, a otro le bajan los pantalones, abusan de tres señoras al lado, le roban su reloj y el anillo de bodas, las llantas de refacción el gato y la llave de cruz, las tarjetas y 11 mil pesos en efectivo. En algún momento los soldados le disparan a un coche que pasa y todo es aterrador. Según él, había detenidos más de ochenta coches que iban a ser robados por los soldados. Ochenta. Eso dice Omar Flores. Al final, fingiendo que su hijo le está pidiendo el teléfono para hablar, él deja su mensaje claro: “Es Guardia Nacional y el Ejçército Mexicano. Pinche Gobierno de mierda”.

El mensaje es enviado al chat de vecinos a las ocho de la noche del sábado 28. Algunos vecinos le ofrecen darle dinero o le piden fotografías del incidente. Omar Flores ya no contesta. Hablando con sus vecinos, me dicen que es un médico cirujano que dirige una clínica en Tlanepantla, en el estado de México, que presume haber trabajado para el Gobernador Alfredo del Mazo y de ser cercano del exgobernador de Guerrero, el priista Héctor Astudillo Flores.Que es rabiosamente anti-obradorista y que, por ello, la mayoría de quienes recibieron el mensaje no le hicieron caso. 

Pero lo que me interesa aquí es pensar cómo es posible que un chat de vecinos de un condominio de clase media alta en Acapulco se viralizó de tal forma que yo mismo recibí ese audio, con distintos cortes, de cuatro personas distintas. Me parece que en su divulgación hubo una estrategia mediática nueva que utiliza el WhatsApp para viralizar un testimonio falso, aunque lleno de detalles que podrían pasar por reales. Me parece que se puso a trabajar una maquinaria de viralización que no habíamos conocido ni cuando Peniley Ramírez de Univisión aseguró que la vacuna china era agua. Fue inédito el despliegue que se le dio a este audio y ahí es donde ubico al nuevo jugador de las campañas de desinformación. 

El audio tiene todos los elementos de una campaña política de desinformación: apela al miedo como emoción principal; la narración se da en el contexto de un hecho real, es decir, el huracán; contiene detalles como el del hielo o el calor de la cajuela del auto cuando lo esposan, que hace que no nos fijemos en otros detalles que faltan: los nombres que todo uniformado lleva escrito en el uniforme, placas de los supuestos jeeps, y un error: nadie dice “mi cabrón”. Fluye con fuerza por las plataformas y consigue su objetivo que no es que creamos que es verdad, sino que dudemos de si es mentira. Eso genera en el público una sensación de desorden, de que todo es posible, de que no hay quien ponga orden. Ese es el mensaje del audio del doctor Flores, que México es un país sin gobernantes a las expensas de criminales uniformados como militares. Y, al menos por unas horas, esa campaña de desinformación prosperó. Luego fue desmentida porque no existe una sola denuncia levantada por ninguno de los ochenta automovlistas que fueron robados y vejados; no hay fotografías, ni otros testimonios que, alentados por este primero, se atrevieran a seguirlo. Es una falsificación alimentada por un huracán de odio que ve en cualquier desastre natural la posibilidad de imputárselo al obradorismo. Pero lo preocupante fue quiénes lo hicieron llegar a millones en unas cuantas horas. Esa es una incógnita que no tardaremos hasta el 2024 para despejar.

Fabrizio Mejía Madrid
Es escritor y periodista. Colabora en La Jornada y Aristégui Noticias. Ha publicado más de 20 libros entre los que se encuentran las novelas Disparos en la oscuridad, El rencor, Tequila DF, Un hombre de confianza, Esa luz que nos deslumbra, Vida digital, y Hombre al agua que recibió en 2004 el Premio Antonin Artaud.

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