Melvin Cantarell Gamboa
18/10/2023 - 12:05 am
La candidata del Frente Opositor
La Senadora no sólo encaja en la descripción del narcisista, sino al encabezar el proceso político del Frente no lo hace desde la distancia objetiva correcta, sino desde su subjetividad, lo que provoca que sus actos sean fallidos por el empleo excesivo de palabras, producto también de su histeria.
Para referirme a la candidata del Frente Opositor he optado por la línea recta y la cruda verdad y decir lo que tengo que decir sobre ella. El examen que a continuación hago de la Senadora tiene por fundamento el análisis de sus declaraciones, acciones y maneras de conducirse cuyos síntomas develan una personalidad narcisista.
El narcisismo es un trastorno de la personalidad que se caracteriza por la sobreestimación de las propias capacidades, la superficialidad y la búsqueda de atención, acompañadas de sentimientos de grandeza y prepotencia; el sujeto se cree especial, único y muestra excesiva necesidad de admiración. Otra peculiaridad de este trastorno es que produce relaciones sociales tóxicas que se manifiestan con actitudes violentas cuando el sujeto se siente atacado, dado que sobrevalora la propia imagen; de ahí que ante críticas y cuestionamientos, ataque y hiera verbalmente; no reconoce el remordimiento y es rencoroso.
Esta perturbación de la conducta, según Jacques Lacan, se sitúa en el momento de formación del yo en el estadio del espejo; en esta primera etapa, el yo se vive como unidad y se identifica con la imagen de otro; cuando el proceso se vive con prematuridad, surge una imagen de sí mismo inmadura que será fuente de agresividad, ya que al yo de origen se suman constituyentes imaginados, de tal manera que el alter ego, el ideal del yo que el individuo se forma en la mente, determinará la representación que tendrá de sí mismo; el resultado es una alienación (alteración de la razón y de los sentidos) que hace que el narcisista se autodiseñe, se autoenmarque y utilice su cuerpo y su vida como ready made, es decir, algo prefabricado como yo deseante listo para adaptar el mundo a sus anhelos y ambiciones.
Peter Sloterdijk considera este fenómeno como característico de los combates ideológicos de la modernidad; las disputas se caracterizan por el desprecio de las masas cuya presencia es reducida al consumo de los hecho como espectáculo sin participación activa ninguna; el “show” lo ofrecen quienes ofenden y los que adulan a una determinada figura en el contexto del espacio político; quienes montan el teatro creen que las masas, antes de decidir su voto, han de concretarse a ver pasar, sin reflexión previa la glorificación y sobreestimación del personaje que busca de su apoyo y por el que han de votar. En realidad, dice Sloterdijk, el resultado final bien analizado es que el ciudadano ha sido víctima de un engaño y no hay una sola actividad que tenga estos efectos que no lleve la marca del narcisista. El narcisismo se identifica, en consecuencia, con la falta de compromiso político y en todo lo concerniente a cuestiones cruciales en la vida colectiva; al individuo narcisista, los problemas se le deslizan hasta disolverse en una indiferencia relajada, como corresponde a alguien desconectado de lo social y replegado en su intimidad solipsista que no reconoce nada salvo su propia existencia.
La Senadora no sólo encaja en la descripción del narcisista, sino al encabezar el proceso político del Frente no lo hace desde la distancia objetiva correcta, sino desde su subjetividad, lo que provoca que sus actos sean fallidos por el empleo excesivo de palabras, producto también de su histeria. Este proceder, si se ignoran los antecedentes descritos puede llevar a equívocos, por ejemplo, un colega califica sus discursos de “desmesuras verbales” cuando no son tales, sino expresiones imprudentes que, si consideramos que inteligencia y prudencia son lo mismo (Aristóteles. Ética a Nicómaco), entonces sus dichos sólo revelan la cortedad de su intelecto. Ahora bien, sí consideramos que desmesura viene del griego hybris que significa también demencia y esto se detecta cuando lo imaginario es considerado como lo real, lo subjetivo substituye a lo objetivo y las racionalizaciones son consideradas racionales; entonces, la desmesura hay que adjudicársela al Frente que en afán de materializar su odio al Presidente y a la 4T, intenta romper todos los controles y regulaciones que hacen posible la competencia democrática y encontraron en el narcisismo de la señora Gálvez el instrumento para golpear al enemigo.
Como es sabido, nada surge de la nada, todo evento tiene una genealogía, un origen, un sentido y un propósito, así como una finalidad de carácter utilitario que pretende alcanzarse sin importar los medios; especialmente cuando se disputa el poder político. En México la derecha, como mencioné, optó por montar un teatro muy peculiar: considerar a los ciudadanos espectadores pasivos, irreflexivos, fáciles de manipular a quienes había que “seducir” a través de la puesta en escena de un espectáculo que se estrena el lunes 12 de junio con la Senadora del PAN Xóchitl Gálvez intentando ingresar por la fuerza a Palacio Nacional para asistir a “la mañanera” de ese día. El 3 de septiembre Claudio X González inspirador y jefe del Frente Amplio Opositor, sin concluir una prometida consulta a la ciudadanía proclama: anuncia con gran gozo ¡Tenemos candidata! En la persona de la Senadora del PAN, Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz.
Lo que sigue es de risa. Se encarga a intelectuales, líderes de opinión y fauna de acompañamiento la tarea de construir una figura política de la nada. No resultó fácil encontrar en la biografía y trayectoria de Xóchitl pruebas de lucidez o sabiduría política producto de experiencias que hayan alimentado su subjetividad; esta contrariedad y, lo que es peor, desobedeciendo las recomendaciones de Maquiavelo, considerado el padre de la ciencia política, cuyos consejos están basados en su propia experiencia que recomienda ganar la confianza de la gente con la verdad y no con la mentira, a no apoyarse en la autoridad de creencias religiosas, en el prestigio de quien elogia, intelectuales o en poderosos carentes de escrúpulos que normalmente, como los “pensadores”, viven apartados de la realidad y cuando se expresan sólo pueden hacerlo a través de adjetivos, los responsables de promover a Xóchitl se dieron a la tarea de inventar relatos, fabulas, mitos y a expresarse en adjetivos violando así las recomendaciones de Maquiavelo: Guadalupe Loaeza escribe: “Bendita Xóchitl, apareciste, como la virgencita de Guadalupe cuando más te necesitamos”. Enrique Krauze: “Xóchitl no cree encarnar al pueblo. Es parte natural del pueblo”. Héctor Aguilar Camín: “Xóchitl ha salido del mismo lugar que el Presidente la ataca: condición de triunfadora por méritos propios, como mujer empresaria y ahora como aspirante a la Presidencia”. Javier Sicilia que de plano se voló la barda: “Nuestra fe es milagrera. Proviene de esa fe infantil en un Dios providente dedicado a resolver problemas… Ella (Xóchitl) encarna la promesa del milagro… (México) encontró en Xóchitl Gálvez una nueva ungida” (palabra que puso al día el pasado 13 de octubre Loret de Mola). Ningún argumento ni evidencia, sólo palabras y adjetivos. Concluyo estos párrafos volviendo a Maquiavelo, quien escribe en su libro El príncipe: “Quienes buscan conquistar el poder no precisan de crear historias imaginarias o ficticias si están sostenidos por causas más altas y no son presuntuosos ni necios, pues están colocados en la cúspide de una jerarquía ética. Los mejores son los fundadores de monarquías o repúblicas”. También pensaba el filósofo florentino que en política los medios están por encima de los fines, algo inaceptable para pueblos que, como el nuestro, aspiran a su bienestar sin que sus gobernantes pasen por el cinismo que conlleva la tesis maquiavélica de que el fin justifica los medios, pese al reconocimiento de su valor práctico. En el ámbito de la actual democracia, los seres humanos somos un fin no un medio, aceptar lo contrario rompería la unidad y continuidad de la sociedad y, quien no lo entienda jamás obtendrá de buen grado la confianza del pueblo; ningún ciudadano consciente se prestaría hoy a destruir la unión de una Nación para entregarla a un supuesto “conductor” de masas, por más virtudes que le inventen, pues por esa persona sólo pueden hablar con certeza su biografía y sus acciones.
Por esta razón quienes impulsan los supuestos atributos de Xóchitl necesitarán mucha inventiva para crear una historia capaz de afectar las emociones y sentimientos de los mexicanos. Es más, desde esta perspectiva, Maquiavelo aconseja no apoyarse en opiniones que se deriven de algún tipo de autoridad proveniente de creencias religiosa, condición que en el caso que nos ocupa no ha sucedido; los apologetas de Xóchitl nos consideran todavía niños que se tragan cualquier cuento por absurdo que sea.
Yuval Noah Harari, autor de dos exitosos textos Homo sapiens y Homo Deus en su reciente libro dirigido a los niños: “Imparables. Diario de como conquistamos la tierra” (Montena, México, 2022); narra una parte de la historia de Francia que dio lugar al uso faccioso que hizo el rey de los francos, Pipino el Breve para decirse ungido por Dios y obtener así el derecho y el de sus descendientes a gobernar el reino de Francia por los siglos de los siglos. Menciono esto que efectivamente sucedió en la historia, por el uso repetido del verbo ungir para referirse a la designación de la Senadora del PAN como candidata del Frente a la Presidencia de la República. Ungir significa aplicar en el cuerpo de una persona un aceite de origen “sobrehumano” para legitimar un derecho a gobernar; ejemplo, según la Biblia, Dios “proporcionó el aceite” y “ordenó” que Samuel ungiera a Saúl para manifestar su voluntad de que fuera el rey de Israel; con Pipino se cumplió el mismo mandato a través del Obispo de Reims; de la misma manera, los apólogos de Xóchitl pretenden materializar un mandato parecido al considerarla ungida para gobernar México.
Dice Harari que uno de los superpoderes más eficaces del ser humano para apoderarse de la voluntad ajena y obligar a los candorosos a hacer lo que se les ordena es bastante simple, se inventa una historia que la masa, concebida como menor de edad, acepte como verdadera y hacer que esa creencia impregne su subjetividad; si el truco resulta, como decimos en Sinaloa, “la machaca está hecha” porque se hace del otro lo que venga en gana; así sucedió a los franceses. Aceptaron durante más de un milenio como verdadera una historia absurda en la que creyeron: Un gran dios determinó que Pipino el Breve, rey de los francos, por mandato suyo, sería el monarca de Francia (Pipino no era aceptado por sus aliados bávaros, aquitanos, sajones y alamanes como jefe de Estado), para ello, el Obispo de Reims, a través del Espíritu Santo trastocado en paloma, “recibió un frasquito de aceite celestial” que, en adelante, legitimaría a los reyes de Francia y la historia funcionó por doce siglos, hasta que personas sabias se percataron de que la narración no tenía ni pies ni cabeza y se preguntaron ¿Por qué un dios puede conferir a algunos humanos el derecho a gobernar? ¿Qué poder tiene un aceite, ejemplo el de cocina, para dar a un hombre el derecho de mandar? ¡Menudas tonterías!; además ¿por qué el aceite del frasquito no se terminó? ¿Por qué sobrevivió tanto una patraña de ese tamaño? ¿Por qué se desconfió de la capacidad del pueblo para elegir libremente a sus gobernantes? Al final los franceses se enojaron tanto por haber creído por tanto tiempo en tales tonterías que en 1793 capturaron y decapitaron a su Rey Luis XVI y a su esposa María Antonieta de Austria. Cito a Harari: “Los revolucionarios encontraron el frasquito, lo rompieron en pedazos…y no bajó ningún dios para castigarlos” (páginas 72 y 73 del libro citado).
Corolario: Las falsas verdades sólo permanecen y sobreviven hasta que los pueblos inteligentes aprenden a dudar de la palabra de los que presumen de saber más que ellos y se atreven a dictarles lo que deben hacer.
Hago aquí manifiesta mi indignación por los sucesos en Palestina.
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