Alejandro Páez Varela
09/10/2023 - 12:08 am
En su imaginación
Si Xóchitl aspira a perder en 2024 con al menos los mismos porcentajes con los que perdieron José Antonio Meade y Ricardo Anaya, tiene aplicarse y doblar el número de votos que trae ahorita. Y luego, si todavía le queda fuerza después de multiplicar por dos la intención de voto que trae, podría atreverse a soñar con ser competitiva. Para alcanzar a Claudia Sheinbaum necesita frenar la caída, regresar a los tres partidos a los niveles de intención de voto que traían en 2018 y luego intentar crecer.
Una abrumadora mayoría de los periodistas, comentaristas y editorialistas de la capital mexicana se enteró, la semana pasada, del fiasco Xóchitl Gálvez. Parece que despertó con el golpe seco de una encuesta publicada en El Universal donde la Senadora panista aparece más cerca del fondo que de su competidora principal: Claudia Sheinbaum. Esa mayoría se dijo tan asombrada, que cualquiera pensaría que transitamos por una era en la que los comunicadores han perdido el olfato de sopetón, porque los datos estaban disponibles y advertían desde hace dos meses lo que ahora los sacude. Quizás deban revisar sus fuentes antes de seguir. O quizás deban ser más honestos consigo mismos.
A finales de agosto –hace cinco semanas– escribí lo siguiente, en un texto que llamé “Xóchitl o el moderno Prometeo”:
“La candidatura del PRIAN, por su parte, no tendrá sorpresa: es Xóchitl Gálvez, aunque Beatriz Paredes haya puesto en evidencia que la empresaria y política hidalguense no es el ‘fenómeno’ que dicen que era. A Xóchitl apenas le alcanzará para ganar la interna y eso acomodando con calzador las fichas: cepillaron en escritorio a cualquiera que le hiciera la más mínima sombra y al final querían que Paredes renunciara aunque se pusiera en evidencia que los señores deciden la vida interna de los partidos agrupados en el proyecto de Claudio X. González”.
En ese momento todavía no se daba a conocer que se había cancelado la mentada encuesta interna del Frente Amplio por México, pero ya era clarísimo que las élites estaban nerviosas porque Xóchitl no podría ganar por sí misma una interna y que, si el PRI quería, la pondría en aprietos. ¡El PRI, que ha perdido casi todo lo que ha jugado en seis años podía derrotar a la Senadora! Pfff. Pero esto no le convenía a Alejandro Moreno Cárdenas para sus grillas internas porque haría crecer a Paredes y porque complicaría sus arreglos externos al violar el acuerdo con Marko Cortés en el sentido de que el PAN llevaba mano en 2024. Poco después de publicado mi texto, Paredes sería obligada a renunciar sin haber llegado siquiera a la elección para la que armaron una enorme faramalla y un padrón de dos millones 297 mil 529 personas. Todo ese proceso, que anunciaron como “ciudadano”, se fue al caño.
Ya corrió un tercio de octubre. Hasta ahora, la élite intelectual y académica; una abrumadora mayoría de los periodistas y medios, y el grupo de empresarios opositores del Presidente Andrés Manuel López Obrador se vienen enterando, supuestamente, que Xóchitl Gálvez no es el fenómeno que ellos mismos pregonaron. Primero la impusieron, luego ignoraron las señales y la elevaron (en su imaginación) a nivel virgen de Guadalupe.
Sólo les falta reconocer que no se les desinfla el globo porque nunca hubo, siquiera, un globo inflado. Los pulmones envejecidos de las élites apenas dieron para imponer una candidata, pero no para inflarla; y claro, mucho menos les dará para llevarla a la Presidencia. Esa es la realidad, su nueva realidad. Y en tanto no reconozcan que perdieron músculo; en tanto no acepten que Claudio X. González y su padre no son tan hábiles como se habían vendido; en tanto no asuman que necesitan, seriamente, construir un proyecto viable y no fantasías, seguirán caminando hacia su propia extinción.
Pero como no aprenden, la idea que van a intentar colocar enseguida es que “como Felipe Calderón”, Xóchitl Gálvez dará “un golpe de timón”, un “manotazo en la mesa”, y hará nombramientos muy mafufos o no, pero anunciará un cambio de estrategia. Y colocarán (en su imaginación), con todos sus medios y todas sus fuerzas, a una nueva “Súper Xóchitl” que vencerá todas las adversidades. Y venderá la andanada de artículos de Guadalupe Loaeza, Enrique Krauze, Héctor Aguilar Camín, Martín Moreno y otros del mismo nivel (y con el mismo prestigio) para “posicionarla”. Pero no podrán posicionarla. O sí, pero en su imaginación.
Estaban tan asombrados con Xóchitl Gálvez que cualquiera pensaría que estamos ante una insólita generación de opinadores y comunicadores sin olfato, pero no: han demostrado olfato en el pasado y lo tienen, hasta hoy; lo que les falta es honestidad.
***
El discurso público de Xóchitl Gálvez ha sido como tirar dardos en un bar: malas palabras; ponderar la palabrería por sobre la puntería; distractores para que no se den cuenta que no atina; varios brindis; dardos derivados a un pie. Atinarle a la diana no importa, nos dice Xóchitl: importa la diversión. Y Dios bendito, qué divertido es todo esto para ella. A risa y risa hasta que ya no lo es, porque todas las proyecciones para 2024, incluyendo las de las encuestadoras amigas, dicen que el PAN, el PRI y el PRD promedian la mitad o menos de la mitad de los votos que tuvieron en 2018.
La encuestadora que tanto los asustó la semana pasada, Buendía y Márquez, calcula 11 por ciento al PAN en la presidencial, 8 por ciento al PRI y 2 por ciento al PRD; suman 21 por ciento juntos. Covarrubias y Asociados da 17 por ciento al Frente Amplio por México y aunque no desagrega por partidos, se pueden calcular fácilmente: 9 por ciento al PAN, 7 por ciento al PRI y 1 por ciento al PRD. Y De las Heras-Demotecnia tampoco desagrega por partidos pero los engloba en 14 por ciento, es decir, algo como 7 por ciento al PAN, 6 por ciento al PRI y 1 por ciento al PRD.
En promedio, entonces, estos partidos quedan así para 2024:
PAN: 9 por ciento.
PRI: 7 por ciento.
PRD: 1.33 por ciento.
La última encuesta de Enkoll, anterior a las tres que uso para promediar, decía lo siguiente en septiembre (preferencia bruta):
PAN: 12 por ciento.
PRI: 8 por ciento.
PRD: 2 por ciento.
¿Qué nos dice esa encuesta de hace un mes (levantamiento del 7 al 9 de septiembre pasado)? Que el Frente Amplio por México perdió intención de voto en septiembre. Las cuatro encuestas son domiciliarias y esto significa que arrojan números más cercanos a la realidad y por lo mismo, parecidos entre sí.
Aquí tenemos un dato poderoso: los partidos de oposición –salvo Movimiento Ciudadano– no crecieron con Xóchitl Gálvez o, si se quiere, ella no contuvo la caída. Pareciera, más bien, todo lo contrario: que ella es factor de la más reciente pérdida de puntos porcentuales.
Ahora, los porcentajes de 2018, con los que perdieron esos mismos tres partidos, son estos:
PAN: 17 por ciento.
PRI: 13.55 por ciento.
PRD: 2.8 por ciento.
Esto significa que si Xóchitl aspira a perder en 2024 con al menos los mismos porcentajes con los que perdieron José Antonio Meade y Ricardo Anaya, tiene aplicarse y doblar el número de votos que trae ahorita. Y luego, si todavía le queda fuerza después de multiplicar por dos la intención de voto que trae ahorita, podría atreverse a soñar con ser competitiva.
Para alcanzar a Claudia Sheinbaum necesita frenar la caída, regresar a los tres partidos a los niveles de intención de voto que traían en 2018 y luego intentar crecer.
Todo es posible, por supuesto.
Pero como podrá ver la Senadora Gálvez, no todo son malas palabras y palabrería; distractores y ocasiones para brindar. De vez en cuando, si se toman los dardos en un bar, hay que atinarle a la diana.
***
La prematura derrota de Xóchitl Gálvez, de sus equipos y de los partidos tradicionales, que parece inevitable, provocará mucha frustración y enojo en las élites y en las estructuras que las han sostenido. Hay enojo ahora mismo pero habrá más, creo; en los siguientes años. Algunos que puedan hacerlo renunciarán a la resistencia y empezarán a ceder, negociar, buscar arreglos con la izquierda porque doce años (dos sexenios) es mucho tiempo.
Y aquí hay algo muy interesante. Los empresarios que financiaron durante años a intelectuales, periodistas y académicos del régimen anterior estuvieron en la cuasi-clandestinidad y no les será difícil acomodarse la cola para que no les estorbe entre las patas. Pero no será así para los que pusieron la cara, los mediáticos. Ellos, que comprometieron su voz para pedir una alianza opositora que básicamente mandó al caño a los partidos, no podrán acomodarse tan fácilmente a lo que parece inevitable: la mayor crisis del sistema de partidos en México quizás desde los turbulentos años entre el fin de la dictadura porfirista y el inicio de la Revolución.
La prematura derrota de Gálvez pone en evidencia que ni todos juntos (el 99 por ciento de los intelectuales, los medios, los periodistas, los columnistas, los empresarios del régimen anterior, la burocracia académica dorada, los tres partidos políticos tradicionales, el Poder Judicial, etcétera) pudieron inflarla. Insisto: yo no veo a la Senadora como un globo que se desinfla porque nunca se infló. Eso es lo que quisieron vender (y eso vieron, quizás, en su imaginación). La realidad es que no existe evidencia de que la señora registrara alguna actividad inusual que pudiera calificarse como “fenómeno”.
Y al no poder imponer a Xóchitl, las élites se han dado cuenta que perdieron su magia pero, además, que se ha redimensionado el poder que ejercían sobre la sociedad mexicana. Ahora tienen un poder mucho más limitado, por decirlo de manera elegante. Y como perdieron poder y perdieron los privilegios asociados al poder, vendrán años de frustración y enojo. En su imaginación estaban por regresar, tan pronto como 2024. Ahora cualquier análisis nos dice que quizás ya no regresen nunca.
Como he dicho muchas veces, este país tuvo durante décadas una oposición digna y moralmente viable: Heberto Castillo, Valentín Campa, Rosario Ibarra, Manuel Clouthier, Cuauhtémoc Cárdenas, el mismo López Obrador. ¿Ahora quieren que los mexicanos se abracen de personajes con olor a podrido como Alejandro Moreno, Marko Cortés, Jesús Zambrano y la misma Xóchitl Gálvez? Pues no. Eso no pasará, creo. Quizás, no sé, suceda en su imaginación. Pero no veo cómo, por más enojados que estén y por más violentos que se pongan, podrán regresar al poder sin haber ofrecido aunque sea una disculpa por todo el saqueo, por tantos abusos y engaños, y por el dolor que infligieron a generaciones de mexicanos.
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