Tres expertos debatieron en Bonn (Alemania) sobre el uso de mercurio para la extracción de oro, una práctica que contamina aguas y pone en riesgo la salud de la población indígena en Brasil.
Berlín, 27 de septiembre (DW).- "Cuando nos reunimos con ella, la Ministra de Medio Ambiente de Brasil, Marina Silva, nos mostró fotografías en su teléfono móvil de las terribles enfermedades que afectan a los niños por el uso de mercurio en la minería”, dice Eva Kracht, jefa del Departamento de Asuntos Internacionales del Ministerio de Medio Ambiente de Alemania. Kracht formó parte del panel que este martes, en el marco de la Conferencia Mundial sobre la Gestión de Productos Químicos (ICCM5) que se realiza en Bonn (Alemania), se refirió precisamente a los problemas que genera el uso indiscriminado de mercurio en las faenas de extracción minera en la Amazonía, donde se utiliza para separar el metal dorado de la roca.
El problema del uso de mercurio en la minería ilegal y artesanal ha golpeado con fuerza en los últimos años, y su perjudicial huella ha quedado en evidencia tras la realización de estudios que demuestran el grado de contaminación que ha generado en tierras, ríos, napas subterráneas y habitantes de las regiones afectadas. A la vez surgen preguntas sobre la mejor manera de enfocar el problema, que tiene numerosas aristas sociales. Muchas personas viven de la extracción a pequeña escala de oro, y limitarles el trabajo supone condenarlas a la miseria.
"No es un desafío sencillo. Hay muchos problemas geográficos y sociales. Brasil es un país de dimensiones continentales y las minas que usan mercurio están ubicadas en zonas remotas”, explica Thaianne Resende Henriques Fábio, experta en emergencias ambientales con productos químicos del Ministerio de Medio Ambiente de Brasil. La funcionaria añade que los problemas no son solo de distancias, sino a veces prácticos, como que el Estado carece de zonas donde almacenar el mercurio que incauta. Y otras veces los choques son culturales.
"Es difícil explicarles a los yanomamis que debemos sacar la tierra o cortarles el pelo porque están contaminados, es terrible”, confiesa. Los indígenas muchas veces no comprenden que el agua que beben o los pescados que comen están envenenados por faenas mineras que arrasan también con la selva. "Ustedes están haciendo un muy buen trabajo”, interviene con ánimo consolador Kracht, que asegura que la ministra alemana de Medio Ambiente, Steffi Lemke, sigue con atención los avances que realizan las autoridades en Brasil.
LA RESPONSABILIDAD DEL CONSUMIDOR
Marcin Piersiak, director para Europa de la ONG colombiana Alliance for Responsible Mining, remarca el componente social de la minería artesanal, y cómo se pueden enfocar los esfuerzos para no solo disminuir el uso de mercurio, que tanto daño provoca, sino también ampliar los trabajos a la reutilización de las aguas, al ahorro de electricidad y la rehabilitación de la tierra degradada. Entiende, sí, que no es un problema fácil de resolver porque "se requiere de apoyo y acompañamiento para hacer realidad esos cambios”. Para él, sin embargo, parte del trabajo deben hacerlo también los consumidores. "Reciclar oro es una opción ética”, sostiene.
Kracht apoya esa mirada, pero matiza. "Cuando hablamos de reciclar oro hay que ver también el problema social, porque quienes extraen oro viven de esta actividad. El desafío es cómo nos aseguramos de que esa gente pueda vivir sin dañar el medio ambiente”, señala. Y apunta a un factor central en este debate: el rol del consumidor final. "Tenemos la responsabilidad de pensar en cómo nuestro estilo de vida afecta a los países” con economías extractivas, y cómo el proceso productivo en su conjunto, incluidas las cadenas de suministro, dañan al ambiente.
Un importante papel juegan en todo esto las certificaciones ambientales. "Son la zanahoria en un sistema de zanahoria y garrote”, dice Piersiak, quien sostiene que es relevante entender que la minería artesanal, por su importancia para sectores más desposeídos, no va a desaparecer, y más bien aumenta año a año. Por ello es central que los Estados busquen un equilibrio entre la pequeña minería y el cuidado del medio ambiente.
Thaianne Resende Henriques Fábio sostiene que el gobierno brasileño lo está haciendo, y valora positivamente el reencuentro que ha habido con Alemania, país al que califica como "socio de Brasil en la conservación de la Amazonía”. Kracht devuelve el cumplido: "Nos alegra que las relaciones vayan ahora mucho mejor que como fueron en los últimos años”, afirma, en clara referencia al gobierno de Jair Bolsonaro, cuya política de explotación de la Amazonía no era bien vista por los países europeos.