Hay cosas que parecen viejas: Lagunilla. Los escenarios del gran regateo

24/09/2023 - 12:00 am

“Hay cosas que parecen viejas, pero no lo son”, dice el personaje del cien sombras, nostálgico empedernido de los tangos de la época de oro de Don Carlos Gardel en la película Los Caifanes de Juan Ibáñez. No hay frase más precisa para describir muchas de las situaciones de nuestra cotidianidad llena de viejas nuevas verdades.

Por José Fernando Montes de Oca

Ciudad de México, 24 de septiembre (SinEmbargo).- Cuando era niño, tenía un sueño recurrente en el que viajaba en metro hasta llegar al corazón de la Ciudad de México. En el momento en que me apresuraba a salir de aquel transporte subterráneo, descubría que la ciudad vivía en el pasado. Adoquines, sotanas, cristos flagelados, dioses de piedra rotos, rostros antiguos. Mercados callejeros que rebosaban de objetos dispares y mágicos que después recorría con devoción. Quería memorizar aquellos triques que desaparecerían de mis manos. Quería quedarme con ellos, aunque fuera solo en la imaginación.

Los sueños siguieron y aún persisten, pero no fue hasta la adolescencia que la escuela me abrió la puerta de esta mítica ciudad. Viajaba todos los días por la mañana desde Ciudad Neza hasta Popotla, en donde se encuentra la vocacional en la que estudié. Por las tardes, después de clases, solía caminar con un grupo de amigos por aquellas calles tan parecidas a las que visito en mi vida onírica. Dirigíamos nuestros pasos por la calzada México-Tacuba hasta llegar a Bellas Artes y, después, hasta la plancha del zócalo. Conocer la ciudad a nivel de asfalto me ayudó a entender que mis sueños no son tan distintos de la realidad nuestra de cada día y que aquellos rincones atiborrados de objetos e historias aún podían encontrarse si se tiene fe en la melancolía.

Esa misma fe la percibo en Juan Pablo Cardona, con su espíritu lleno de nostalgia, contagiado de la bilis negra que según Hipócrates nos hace añorar el pasado.

Interiores del libro Lagunilla. Los escenarios del gran regateo, colección Luz Portátil, Artes de México.

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Juan Pablo busca un motivo de vida y encuentra la fotografía; busca un alma y encuentra banquetas llenas de objetos que invitan a la duda: ¿cómo llegaste aquí? ¿Qué manos dieron forma a tu existencia? Objetos muchas veces fragmentados, desteñidos, rompecabezas llenos de carácter y dignidad. Lo que hoy es mío, ayer fue del polvo o de la gloria. Mañana seguirá su curso en un río de experiencias calladas.
Así es la Lagunilla de Juan Pablo, que se desenreda como el ayate del milagro frente a los ojos del creyente; deja caer rosas de castilla crecidas en otro invierno. Sus fotografías habitadas por miradas de papel, de cartón piedra o de carne y hueso, se parecen a aquella casa que relata André Breton en su texto Recuerdo de México. En él, Breton cuenta una de sus aventuras mientras buscaba tesoros junto a Diego Rivera en la ciudad de Guadalajara; ahí los artistas se encontraron con una vieja edificación poblada de fantasmales personajes, objetos cubiertos de luces y sombras que invitaban a la fascinación. Bretón asegura sobre aquel sitio: México entero está allí. La Lagunilla me provoca la misma impresión: me desespera la imposibilidad de tenerlo todo, de percibir su realidad a pedazos. Me quedo con la sensación de esas manos negadas al tacto de los santos del siglo XIX que esperan en aquel rincón, vacías e inmóviles. Entonces, Juan Pablo nos regala mapas que nos acercan al tesoro; observa y sintetiza aquel enredo y, como buen Tlacuilo, pinta con luz los códices de la nostalgia para que no olvidemos quienes fuimos, somos o quisimos ser.

Interiores del libro Lagunilla. Los escenarios del gran regateo, colección Luz Portátil, Artes de México.

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“Hay cosas que parecen viejas, pero no lo son”, dice el personaje del cien sombras, nostálgico empedernido de los tangos de la época de oro de Don Carlos Gardel en la película Los Caifanes de Juan Ibáñez. No hay frase más precisa para describir muchas de las situaciones de nuestra cotidianidad llena de viejas nuevas verdades. Quizá por eso hay quienes nos aferramos a mirar la vida desde la escala de grises, del blanco puro, del negro inquietante. Se nos llenan los ojos del humo de la añoranza: con el derecho miramos como Manuel Álvarez Bravo; con el izquierdo al estilo de Nacho López. Las formas nos hablan como a Agustín Jiménez y la ciudad nos coquetea como a Héctor García.

Parafraseando al cien sombras, con una licencia poética, me atrevo a decir: hay fotos que parecen viejas, pero no lo son. Así ocurre con Lagunilla. Los escenarios del gran regateo de Juan Pablo Cardona; el autor vive en un presente continuo que a lo lejos parece antiguo, como el canto del Huéhuetl en las danzas evocativas del pasado indígena. De cerca es tan actual como los puestos de micheladas que gustan de recibir oleadas de jóvenes ávidos de bailar al ritmo de la música urbana. En un parpadeo del lente de Cardona, el tiempo circular del mito se detiene para ser observado: todos están invitados a asomarse a este ritual en donde nos volveremos a encontrar el próximo domingo, naturalmente.

El libro Lagunilla, los escenarios del gran regateo pertenece a la colección Luz Portátil,
de Artes de México. Más información aquí:
https://catalogo.artesdemexico.com/productos/lagunilla-los-escenarios-del-gran-regateo/

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