La militancia tiene un fundamento teórico, ideológico y moral: Federico Ramírez

10/09/2023 - 12:05 am

Federico Ramírez habla con SinEmbargo sobre su novela, alimentada por su militancia durante más de veinte años en las Fuerzas de Liberación Nacional, como segundo responsable nacional, y en el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, como segundo comandante.

Ciudad de México, 10 de septiembre (SinEmbargo).- Federico Ramírez, o Comandante Rodrigo como es conocido, publica Secretos del Clandestinaje. Las vidas que alumbraron el alzamiento zapatista (Ediciones del Lirio), una novela sobre la lucha armada en México e inspirada, sobre todo, en la trayectoria de las Fuerzas de Liberación Nacional, desde su formación en 1969 hasta su irrupción en la escena pública como Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994.

“La novela rescata del pasado formas de vida: la disposición de luchar hasta la muerte, el ocultamiento, la ilegalidad, que considerábamos necesarias para las actividades de la organización armada. Ahora bien: la muerte era una posibilidad admitida, pero no deseada, de ninguna manera; había que cuidar, preservar, la vida porque era indispensable, obviamente, para realizar los trabajos revolucionarios”, compartió el autor en una entrevista escrita con SinEmbargo.

La obra está compuesta con situaciones y personajes imaginarios a los que Federico da vida a partir de sus veinte años de militancia en ambas organizaciones en las que lo conocían como “Compañero Comandante Rodrigo”. De esta manera, el lector podrá sumergirse en la vida entre mítines estudiantiles, campamentos en la selva, casas de seguridad, reclutamiento de combatientes, debates políticos, enfrentamientos armados, persecuciones, emboscadas.

Federico Ramírez presenta Secretos del Clandestinaje. Las vidas que alumbraron el alzamiento zapatista. Foto: Teo Gaviño, cortesía para SinEmbargo

“La militancia tiene un fundamento teórico, ideológico, moral: estamos juntos en las tareas del día y de la noche; dedicamos parte de nuestros trabajos a ellos, a los camaradas presentes: aseamos la casa, preparamos alimentos, lavamos la ropa, hacemos guardias, para servir a la colectividad. Y claro, hay espacio para el buen humor; además de los noticiarios, escuchamos música, alguna conferencia... son lazos muy profundos, que ahora recuerdo con nostalgia... y con una tristeza honda cuando pienso en quienes cayeron en el camino... Me hace sentir... no sé…”, ahondó Federico.

Con respecto al impacto que tuvieron en la lucha armada los asesinatos de figuras revolucionarias como Rubén Jaramillo o Lucio Cabañas, y a nivel internacional el Salvador Allende, cuyo asesinato a manos de la dictadura cumple 50 años, Federico Ramírez expuso:

“Nos enseñaron a tener coraje para enfrentar la realidad, y fe en que otros asimilarán las lecciones y seguirán, quizá por caminos en algo parecidos, la lucha. Estamos en el lado moralmente correcto; pero... no se puede confiar en el enemigo ‘ni tantito así’, decía el Che”, expresó.

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—Federico, ¿de dónde nace esta novela, y sobre todo qué tanto refleja de la vida de un luchador social y guerrillero?

—Nace de la participación en el movimiento estudiantil popular de los años sesenta; y luego, de la militancia durante más de veinte años en las Fuerzas de Liberación Nacional, como segundo responsable nacional, y en el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, como segundo comandante.

—La historia inicia precisamente en el 68 hasta deparar en la trayectoria de las Fuerzas de Liberación Nacional hasta su levantamiento como EZLN. ¿Cómo entender la trascendencia de esta lucha?

—Considero que estos movimientos, en general, desde las manifestaciones populares hasta las guerrillas, no siguen un patrón esquemático; cada grupo se fue desarrollando en circunstancias particulares que determinaron la forma, o las formas, en que una organización resolvió los problemas que en la práctica plantea la actividad política radical. Aquí hay que tomar en cuenta la subjetividad, sobre todo de los organizadores. Por otra parte, la manera en que la sociedad reacciona ante el estallido de acciones espectaculares, depende de circunstancias externas al núcleo guerrillero. En nuestro caso, el ambiente general era de hartazgo por la falta de democracia y la represión.

La obra está compuesta con situaciones y personajes imaginarios a los que Federico da vida a partir de sus veinte años de militancia. Foto: Teo Gaviño, cortesía para SinEmbargo

—En ese mismo sentido, ¿cuál considera que es el legado de la lucha armada?

—Reconociendo de antemano que es una reducción injusta (y presuntuosa, porque no pasa de ser una opinión personal), lo resumiría en algunos consejos: ver lo que es necesario ahora, pero también preparar lo que hará falta después, lo que sigue; mantenerse en contacto permanente con la gente para entender su disposición; autocrítica renovada.

—Los asesinatos de luchadores como Rubén Jaramillo o Lucio Cabañas, y a nivel internacional el Salvador Allende, el cual cumple 50 años, ¿de qué manera contribuyeron en esta conciencia de lucha?

—Respetar a nuestros muertos; no regañarlos. Nos enseñaron a tener coraje para enfrentar la realidad, y fe en que otros asimilarán las lecciones y seguirán, quizá por caminos en algo parecidos, la lucha. Estamos en el lado moralmente correcto; pero... no se puede confiar en el enemigo “ni tantito así”, decía el Che.

—El actual Gobierno ha llevado a cabo un intento de esclarecer los crímenes cometidos en este periodo de la contraguerrilla. ¿Qué piensas de este esfuerzo, reivindica esta memoria histórica?

—Aprovechar las ocasiones, tomar nuestras responsabilidades. Me parece que nadie más que nosotros asumirá la plena reivindicación de quienes aun a costa de su vida contribuyeron a avanzar hacia un país más democrático y más justo. Conviene participar en los esfuerzos por abrir archivos, revelar crímenes, denunciar atropellos; sin perder de vista las limitaciones del gobierno.

—¿Los ideales de la lucha armada están representados en la actual izquierda o qué fue de ellos?

—Me incomoda calificar movimientos en los que no participo activamente. Tengo la impresión de que dentro de la izquierda, tomando el término en su más amplio sentido, hay grupos grandes y pequeños que actualmente, cada uno a su modo, persiguen los ideales de justicia y democracia que animaban a los combatientes armados.

—¿Esta novela de Secretos del clandestinaje qué aspectos trae a la luz que a su parecer han pasado al olvido?

—No es tanto que se hayan olvidado; sino, más bien, que no se conocen ampliamente. La novela rescata del pasado formas de vida: la disposición de luchar hasta la muerte, el ocultamiento, la ilegalidad, que considerábamos necesarias para las actividades de la organización armada. Ahora bien: la muerte era una posibilidad admitida, pero no deseada, de ninguna manera; había que cuidar, preservar, la vida porque era indispensable, obviamente, para realizar los trabajos revolucionarios. He ahí, entonces, la paradoja: ¿cómo desarrollar una actividad eminentemente social sin que nadie fuera de la organización se diera cuenta? Aquí hace falta precisar que en su etapa inicial la organización acumula fuerzas en silencio; es decir, en secreto. Esos preparativos los lleva a cabo un ejército de ‘soldados en la sombra’; disciplina, vigilancia, estudio, son requerimientos que nacen de la situación objetiva, no son ocurrencias románticas.

Hay otro aspecto que me parece interesante: la convivencia diaria teje entre los militantes clandestinos vínculos muy especiales. Otra paradoja: confiar totalmente (nada menos que la propia vida) en un desconocido; es decir, una persona que aparece como “compañero”. Las comillas son para indicar que se trata de alguien de quien no sabemos ni cómo se llama pues tiene, como todos, su seudónimo. Pero es que la militancia tiene un fundamento teórico, ideológico, moral: estamos juntos en las tareas del día y de la noche; dedicamos parte de nuestros trabajos a ellos, a los camaradas presentes: aseamos la casa, preparamos alimentos, lavamos la ropa, hacemos guardias, para servir a la colectividad. Y claro, hay espacio para el buen humor; además de los noticiarios, escuchamos música, alguna conferencia... son lazos muy profundos, que ahora recuerdo con nostalgia... y con una tristeza honda cuando pienso en quienes cayeron en el camino... Me hace sentir... no sé...

En ambas organizaciones lo conocían como “Compañero Comandante Rodrigo”. Foto: Teo Gaviño, cortesía para SinEmbargo

—¿La llama de las generaciones pasadas está contenida en esta novela?

—Bueno, déjame subrayar que se trata de una novela, el lector no debe buscar, como en una obra teatral, un elenco: no hay un personaje del libro que “sea” cierta persona del mundo real. Así, como novela está dirigida a quienes gusten de la literatura, si me perdonas la pretensión. Y bueno, al tratarse de una novela política, ubicada históricamente, espero que atraiga a lectores que supieron, a veces muy de cerca, lo que fue la sociedad en aquellos años; esto lo digo especialmente por los jóvenes, para que se apropien de un pasado no lejano cuyo conocimiento contribuye a comprender más a fondo la situación en que se encuentra ahora nuestro país.

No quiero despedirme sin expresar gratitud a mi editor, Rubén Mendieta, Director Editorial de Ediciones del Lirio. Él está negociando la venta en librerías, por lo pronto, puede adquirirse en: https://edicionesdellirio.com.mx/index/php/product/secretos-del-clandestinaje/

Obed Rosas
Es licenciado en Comunicación y Periodismo por la FES Aragón de la UNAM. Estudió, además, Lengua y Literatura Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras.
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