Susan Crowley
26/08/2023 - 12:04 am
Las agendas ocultas de Leipzig
Esta pequeña crónica no tiene la intención de ostentar mi estancia en Leipzig a donde llegué por motivos de trabajo; la motiva el simple deseo de compartir mi experiencia y de ser posible que la vean a través de mis ojos.
Leipzig es una pequeña ciudad que se distingue históricamente por muchas razones. Uno de los más antiguos centros comerciales de Europa, también albergó una de las primeras imprentas, la más temprana universidad de música y la orquesta cívica más antigua del mundo. La famosa sala de conciertos Gewanhaus, fundada por comerciantes en 1743, tuvo su sede en un viejo almacén de ropa. Sin embargo, en Leipzig quedan vestigios de periodos oscuros como ser uno de los bastiones de la cruel RDA. Lo que sigue es un pequeño recorrido por un sitio que no solo suscita la admiración, también provoca la reflexión del pasado que no debería repetirse jamás.
Johan Sebastian Bach, Fanny y Félix Mendelssohn, Richard Wagner, Robert Schumann, Clara Wiek, Franz Liszt y Edward Grieg compusieron y dirigieron en sus orquestas; el filósofo Friedrich Nietzsche caminó por sus parques; pintores como Max Beckmann, o de la nueva generación, Neo Rauch, son algunos de los notables personajes que contribuyeron a hacer de Leipzig un punto neurálgico para la cultura, ya sea por haber nacido o por pasar parte de su vida ahí. Sus construcciones, calles, plazas e iglesias registraron, uno tras otro, acontecimientos relevantes para el devenir europeo. Leipzig fue y de alguna forma sigue siendo una urbe cosmopolita.
El legendario Bachfest celebra al ilustre Bach, que vivió la mayor parte de su vida y hasta su muerte en la ciudad. Durante las dos semanas del festival, Leipzig recibe a importantes especialistas e intérpretes de su música y da lugar a la participación de coros aficionados. Suelen haber buenas sorpresas.
Este año, en mayo, fue cuna del festival Mahler. Orquestas, directores, músicos, cantantes, coros, historiadores y críticos hicieron de esta proeza un evento único. Durante 10 días fueron interpretadas las sinfonías del autor, sus ciclos de canciones, además de los distintos arreglos de sus obras en instrumentos solistas, incluso se escucharon versiones contemporáneas. Un peregrinaje al genio y sentimiento de un artista cuyo paso por Leipzig, como a muchos, le hizo amarla y odiarla por igual.
A pesar de ser pequeña, es compleja y sofisticada. Las distintas afluentes del río Eltzer forman encantadores canales que bañan las riberas en las que, en el clima estival, sus habitantes suelen pasear, tomar el sol, hacer picnics o simplemente sentarse en un café y pasar el rato. La humedad permea los muchos parques que albergan fuentes y esculturas. Las bancas invitan a permanecer un buen rato apreciando la exuberancia de la naturaleza. También se puede seguir “la ruta de los ladrillos”, que conduce al paseante a los sitios relevantes; entre esos bloques se encuentran unos dorados con nombres en su mayoría en hebreo, de quienes fueron víctimas del nazismo.
Para mi sorpresa, durante mi visita se llevaba a cabo una de las reuniones más fantásticas de las que tengo memoria. Leipzig se pintó de negro. Verdaderas hordas de gnomos, hadas, elphos, punks, drag queens inundaron la ciudad. La tercera edición del Wave-Gotik-Treffen, en español Festival Gótico, que se realiza cada año del 26 al 29 de mayo. Más de doscientos conciertos de folk acústico, música medieval, deathrock y música industrial. Como si escaparan de un relato gótico, hombres y mujeres de todas las edades, incluso niños deambulaban como escapados del siglo XVIII o, de plano, de una película de vampiros. Entre mis favoritos, mujeres llevando hombres encadenados que reptaban como bestias salvajes o simulaciones de escenas sadomasoquistas con carruajes mortuorios, calaveras y por supuesto un importante suministro de absenta, que le agregó un ingrediente fascinante a la ciudad.
Al terminar el festival, la calma regresó. El paseo en bicicleta resultó una delicia. Uno a uno los barrios arbolados de alisos, robles, tilos, cipreses gigantes constatan la efectiva campaña en contra del abuso en la construcción: “más verde, menos densidad”. La variedad de intereses humanos es reflejo de una sociedad diversa e incluyente. Leipzig tiene una extensa zona universitaria reflejo de sus reputadas instituciones académicas. Las áreas residenciales son tranquilas y acogedoras. La boyante industria de una época fue desalojada de Plagwitz para reubicarla en las afueras, convirtiendo la zona en un barrio en el que abundan estudios, galerías, centros culturales. Dentro de los enormes talleres y fábricas en ruinas, se alojan todo tipo de expresiones contemporáneas. Es fácil encontrar a los artistas trabajando; las exhibiciones se caracterizan por tener un toque posmoderno. La comunidad bohemia le agrega un aire fascinante. Por las noches las fiestas y bares abren sus puertas a todo tipo de vanguardias musicales. Los altos costos de la vida en Berlín han orillado a una buena cantidad de artistas a instalar sus talleres en la ciudad, y se nota.
Además de visitar las casas en las que vivieron los músicos Schumann-Wiek, los Mendelssohn y la familia Bach, todas ellas espléndidos monumentos a la música, Leipzig cuenta con más de una veintena de museos. Destacan los dedicados al arte moderno y contemporáneo. Entre ellos el de Bellas Artes, donde se exhibe la obra de los pintores más representativos de la escena alemana como Max Klinger o Caspar David Friedrich. Justo frente a la famosa Thomaskirche, el templo donde Bach tocó el órgano, formó parte del coro y dirigió a los músicos del Collegium Musicum, se encuentra el G2 Kunsthalle. Erigido sobre los escombros del que fuera el Salón Central, un espacio emblemático del siglo XIX, destruido durante los bombardeos que sufrió la ciudad. Abriga la colección de Steffan Hildebrand. El imponente edificio de carácter ultramoderno, con una vocación por el arte contemporáneo, muestra artistas nacidos en Leipzig, algunos de talla internacional, así como emergentes. Muy cercano al otro gran museo, la Kunsthalle der Sparkasse Leipzig, el G2 está a unos cuantos pasos del Museum der bildenden Künste (MdbK) o de la Galerie für Zeitgenössische Kunst (GfZK), dos espacios expositivos que además son centros de educación y debate.
Al final de la guerra y con la arbitraria división de Alemania. Leipzig quedó dentro de la República Democrática Alemana RDA, y fue uno de los centros de detención, interrogatorios y tortura más crueles de los que se tenga memoria. Las sórdidas oficinas, celdas y sótanos son exhibidos en el Runde Ecke edificio convertido en el Museo de la Stasi. Son incontables las historias de traición y denuncia entre amigos, parientes, padres e hijos instigados por funcionarios corruptos que premiaban y castigaban a cambio de denunciar disidentes. A lo largo de sus desmantelados pasillos se tiene acceso a los archivos. Una de las más crueles fue la expulsión y sometimiento de una mujer miembro de la orquesta. Su hijo adolescente se había mofado del precio y la mala calidad de los autos soviéticos mediante una caricatura. El destacado director de orquesta Kurt Masur, quien fuera maestro de capilla de la Gewanhaus, se opuso a la decisión de las autoridades encabezando una de las famosa marchas de los lunes, llevadas a cabo frente a Iglesia de San Nicolás, la Nikolaikirche. En pocos días miles de personas se reunieron en la plaza Karl Marx, hoy Augustuseplatz, a clamar por su libertad. No hubo forma de reprimirlos, el principio del fin había iniciado. Fue el verdadero precursor de la caída del muro y la unión de las dos Alemanias.
Vale la pena hablar de Leipzig porque no está dentro de los sospechosos comunes de las manidas guías turísticas y culturales de la región. Sin embargo para quien se interesa en la historia, la música, la arquitectura y el arte esta ciudad no puede ser ignorada.
Esta pequeña crónica no tiene la intención de ostentar mi estancia en Leipzig a donde llegué por motivos de trabajo; la motiva el simple deseo de compartir mi experiencia y de ser posible que la vean a través de mis ojos.
@Suscrowley
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