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Jorge Alberto Gudiño Hernández

16/07/2023 - 12:02 am

Ciertas formas de censura

Espero que no lleguemos pronto al punto en el que, por culpa de ciertos análisis de hábitos de consumo a partir de los metadatos que se generan, un algoritmo advierta a los editores que es mala idea publicar determinado libro, no por su calidad literaria, sino por su tema.

Imagen de la librería Elena Poniatowska del Fondo de Cultura Económica, en el Centro Cultural Torre Bodet Foto: Graciela López, Cuartoscuro

Hace algunos años, un alumno presentó un cuento en alguna de las materias que yo impartía. Sin que fuera excepcional, era bastante solvente y destacaba sobre los de sus compañeros. Trabajamos con él, hice correcciones, sugerí algunos cambios y lo animé a que siguiera escribiendo. El semestre terminó sin mayores sobresaltos.

Un par de años más tarde, cuando cursaba las últimas materias de su carrera, le tocó llevar una cuyo nombre no recuerdo, pero se trataba de producir un cortometraje a partir de un guion propio. Mi alumno decidió adaptar el cuento de marras. Visto desde la perspectiva de la historia que contaba, el relato era un tanto cursi y bastante azotado. Trataba, a muy grandes rasgos, de una chica a la que abandona su novio y, como consecuencia de ello, decide suicidarse. El valor del texto radicaba en la forma en que estaba escrito, más que en lo contado.

Las maestras (la cátedra la impartían a dos voces) se escandalizaron de la propuesta. ¿Cómo era posible que él quisiera contar una historia de una chica que se suicida por un amor no correspondido? ¿Acaso no se daba cuenta de que era una postura por demás machista? Pero, ¡claro!, seguramente él era el hombre que disfrutaba de ese extraño ejercicio de poder consistente en que una mujer se suicidara por su culpa… En fin, le aceptarían el proyecto siempre y cuando hiciera los cambios que le indicaran.

Mi alumno me buscó para platicar. Estaba preocupado por la lectura de sus maestras. Me confesó, además, que en realidad él había invertido los géneros para no quedar expuesto. Es decir, a él lo habían abandonado, él sintió, en la depresión de la ruptura, un impulso suicida que conjuró de una de las mejores maneras que se me ocurren: escribiendo ficción.

Al final de esa charla, me preguntó por qué yo no me fijaba en los temas. Le dije que se equivocaba: me fijo y mucho. Hay unos que me interesan más que otros. Sin embargo, el tema en sí mismo no me parece un argumento para calificar o descalificar una obra. Incluso más tarde, me ocupo de las inconsistencias en la trama o en el desarrollo de la historia, no de lo que sucede. Mucho menos, cuando intento que mis alumnos escriban.

Al final terminó cediendo. No lo hizo de la manera sencilla (que habría implicado cambiar el género de los protagonistas: lo que, en realidad, inspiró el cuento). Fue de una manera rebuscada porque sus maestras pensaron que el abandono del chico a la chica abría una puerta para una reivindicación feminista. Así, hicieron que ella superara el trago amargo y, más aún, terminara vengándose del chico al comenzar a salir con otro, mucho mejor partido.

Sobra decir que la nueva versión era bastante mala, un tanto maniquea y con un discurso que opacaba el componente sentimental del cuento. También, que a la hora de hacer el corto, mi alumno ya no estaba tan entusiasmado y salió con una calidad mediocre.

Hemos escuchado, en los últimos años, a quienes pretenden reescribir clásicos literarios por cuestiones de género. Supongo que ejemplos como el de mi alumno hay varios todos los semestres. Espero que no lleguemos pronto al punto en el que, por culpa de ciertos análisis de hábitos de consumo a partir de los metadatos que se generan, un algoritmo advierta a los editores que es mala idea publicar determinado libro, no por su calidad literaria, sino por su tema. Entonces sí, estaremos hundidos.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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