México, cuya temperatura ha crecido por encima del promedio, también verá afectaciones conforme el planeta se caliente más rápido, consecuencia de la actividad humana que ha acelerado el deshielo de glaciares, lo cual ha intensificado el proceso debido a la liberación de gases en otro momento atrapados bajo el hielo y el permafrost.
Ciudad de México, xx de julio (SinEmbargo).– El calentamiento global será peor de lo estimado, debido a sus propios efectos. Mientras la temperatura sigue creciendo en la Tierra, los glaciares empiezan a derretirse y dejan al descubierto gas metano que precisamente agravará la situación y aumentará el calor del planeta aún más.
Así lo concluye un estudio, «Los manantiales de agua subterránea formados durante el retroceso de los glaciares son una gran fuente de metano en el Ártico alto», realizado por investigadores de Cambridge y del Centro Universitario de Svalbard (Noruega), que identificó grandes reservas de gas metano que se filtraban de manantiales de aguas subterráneas descubiertos por el deshielo de los glaciares.
La investigación, publicada en Nature la semana pasada, sugiere que estas emisiones de metano aumentarán probablemente a medida que retrocedan los glaciares árticos y queden al descubierto más manantiales. Esto, junto con otras emisiones de metano procedentes del deshielo y el suelo helado del Ártico, podría agravar el calentamiento global.
«Estos manantiales son una fuente considerable y potencialmente creciente de emisiones de metano, que hasta ahora no aparecía en nuestras estimaciones del balance mundial de metano», declaró Gabrielle Kleber, autora principal de la investigación y miembro del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Cambridge.
Los científicos temen que las emisiones adicionales de metano liberadas por el deshielo del Ártico aumenten el calentamiento global inducido por el hombre. Los manantiales estudiados por los investigadores no habían sido reconocidos anteriormente como fuente potencial de emisiones de metano.
Los manantiales de metano que identificaron se alimentan de un «sistema de tuberías» oculto bajo la mayoría de los glaciares, que aprovecha las grandes reservas de agua subterránea de los sedimentos subyacentes y el lecho rocoso circundante. Una vez que los glaciares se derriten y retroceden, aparecen manantiales donde esta red de aguas subterráneas perfora la superficie.
Los investigadores descubrieron que las emisiones de metano de los manantiales de aguas subterráneas glaciares de Svalbard podrían superar las dos mil toneladas en el transcurso de un año, lo que equivale aproximadamente al 10 por ciento de las emisiones de metano resultantes de la industria energética anual de petróleo y gas de Noruega.
Esta fuente de metano será probablemente más importante a medida que queden expuestos más manantiales. «Si el calentamiento global continúa sin control, la liberación de metano de los manantiales de aguas subterráneas glaciares será probablemente más extensa», concluyen.
«La cantidad de metano que se escapa de los manantiales que hemos medido probablemente será empequeñecida por el volumen total de gas atrapado que yace bajo estos glaciares, esperando a escapar», explica el profesor Andrew Hodson, uno de los ocho autores del estudio. «Eso significa que necesitamos establecer urgentemente el riesgo de un aumento repentino de la fuga de metano, porque los glaciares sólo seguirán retrocediendo mientras luchamos por frenar el cambio climático».
¿Y QUÉ PASA CON MÉXICO?
Las noticias son malas para todos los países sin importar ubicación o economía. Un estudio realizado por la NASA concluyó que 2022 ha sido –empatado con 2015– el quinto año con la temperatura más elevada desde 1880. Además, el año pasado rompió el récord de emisiones de dióxido de carbono en toda la historia, desde que se tienen registros.
En enero de 2022, expertos de la UNAM informaron que ocho de los 10 años más cálidos han ocurrido en la última década y hay umbrales de riesgo que estiman que la temperatura aumentará 1.5 grados centígrados para inicios de 2030 y dos grados para 2050 en el planeta.
“Nuestro país se calienta más rápido que el promedio global. De hecho, en el 2020, que ha sido el año más caliente que hemos registrado, rebasamos 1.5 grados de aumento y estuvimos por arriba de 1.6. Esto se debe a la variabilidad natural y a la tendencia de calentamiento”, advirtió en su momento Francisco Estrada Porrúa, coordinador del Programa de Investigación en Cambio Climático (PINCC).
Estrada Porrúa también explicó entonces que desde 1975 a la fecha México se ha estado calentando alrededor de 0.3 grados por década, lo que es muy alto en comparación con otras regiones del planeta. Este dato coincide con el informe «Estado del clima en América Latina y el Caribe en 2022» de la Organización Meteorológica Mundial.
“Los costos acumulados durante este siglo serían comparables a perder entre 50 por ciento y hasta más de cuatro o cinco veces el Producto Interno Bruto (PIB) actual de México”, dijo el experto de la UNAM.
La situación empeora con el paso del tiempo a este ritmo. Para el experto, la temperatura anual podría alcanzar más de 4 grados de aumento durante la década de 2070 en algunas partes del país, mientras que los ecosistemas difícilmente podrían adaptarse a este cambio. “Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey sumarán pérdidas económicas por cambio climático que podrían rebasar mil millones de dólares en esta década de 2020”, subrayó Estrada Porrúa.
Y es que las tasas de crecimiento de temperatura son de hasta 6 grados centígrados por siglo en el norte de México, y en algunas zonas del sur de hasta 5 grados centígrados. En el resto del territorio nacional fue de alrededor de 2 grados por siglo.
Esto, indicó, provocará que la agricultura del país tenga reducciones en rendimientos entre cinco y 20 por ciento en las próximas dos décadas, y de hasta 80 por ciento a finales del siglo para algunos cultivos y estados. “Los estados con mayor aptitud actualmente para maíz de temporal podrían perder, a finales de siglo, entre 30 y 40 por ciento en rendimientos”, concluyó.
De acuerdo con un informe del Centro de Estudios para el Desarrollo Rural Sustentable y la Soberanía Alimentaria (CEDRSSA) de la Cámara de Diputados, para 2020 había 2 mil 583 especies en peligro o riesgo de extinción, debido a la transformación y degradación de los ecosistemas, sobre todo bosques tropicales.
«Alrededor del 67 por ciento de los bosques en nuestro país están fragmentados, por lo tanto, hay una reducción en la calidad y cantidad de los hábitats silvestres; a partir de evaluaciones globales se estima, que la fragmentación de bosques es más severa en los estados del sur, incluyendo Veracruz, Tabasco, Yucatán, Quintana Roo, Michoacán y Chiapas», dice el reporte.
Además, el Instituto Nacional de Cambio Climático (INECC) ha encontrado que de los dos mil 456 municipios en los que se divide el país, 480 (uno de cada cinco, el 20 por ciento) tienen un nivel de vulnerabilidad al cambio climático muy alto o alto.
El país ya ha sufrido en los últimos años sequías intensas y también temporadas de huracanes e inundaciones potentes. “En términos históricos son alarmantes por la magnitud del impacto, no por el fenómeno climático. Sequías han habido toda la historia, desde que el mundo es mundo, y sequías mucho más severas y prolongadas, pero la diferencia es la magnitud del impacto”, explicó el Doctor Víctor Orlando Magaña Rueda, investigador del Departamento de Geografía Física del Instituto de Geografía de la UNAM en entrevista con SinEmbargo en septiembre pasado.
Además de las tendencias de largo plazo observables del clima, Magaña Rueda plantea un cuestionamiento: “¿Qué tipo de modelo de desarrollo que hemos seguido ha hecho tan frágil [el clima]? La crisis hídrica por mal manejo de agua, por contaminación, por sobreexplotación, por todo eso, no se construye a partir del cambio climático. Hasta nos favorece en materia de lluvia. Pero lo queremos medir todo a través de los impactos y eso nos da respuestas incorrectas”, dijo.
Ya las investigadoras Irene Torres –asesora de ciencia y políticas en el Instituto Interamericano para la Investigación del Cambio Global– y Anna Stewart-Ibarra –Directora Científica del Instituto Interamericano para la Investigación del Cambio Global– expusieron en este medio que el cambio climático es una de las principales causas de la migración en el continente americano.
«Los habitantes de América Latina y el Caribe están afrontando los efectos del cambio climático en su salud, y a medida que estos efectos aumenten, habrá más incentivos de índole climática para migrar. Un estudio reciente que se hizo en la región reveló que el aumento de las temperaturas incrementará el riesgo de muertes relacionadas con el calor, en su mayoría por insolación, e indicó que esta tendencia continuará en el futuro», indicaron.
«Se ha comprobado que los fenómenos climáticos extremos producen brotes de enfermedades infecciosas que son sensibles al clima, como es el caso de aquellas que son transmitidas por vectores, por ejemplo, el dengue y la malaria, y las transmitidas por el agua, como el cólera», añadieron.
–Con información de Europa Press.