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Las normales rurales son un dolor de cabeza para los políticos: Luis Hernández

08/07/2023 - 8:00 am

El periodista Luis Hernández Navarro habló con SinEmbargo sobre su libro La pintura en la pared, un retrato y un recorrido sobre la vida de quienes fundaron y levantaron con sus manos las escuelas normales rurales, así como la trascendencia que han tenido para sus comunidades.

Ciudad de México, 8 de julio (SinEmbargo).– “Hay un discurso oficial, ese discurso oficial pone por delante que México es un país fundamentalmente urbano, que ya no hacen falta escuelas rurales, que la currícula que se cursa en estas escuelas normales rurales es similar a las urbanas, entonces ya no hacen falta. En los hechos estas escuelas son un dolor de cabeza para los políticos en turno, porque son escuelas que tienen un mandato de justicia social”, planteó el periodista y especialista en educación Luis Hernández Navarro.

Hernández Navarro habló con SinEmbargo sobre su libro La pintura en la pared. Una ventana a las escuelas normales y a los normalistas rurales, editado por el Fondo de Cultura Económica (FCE), en el cual hace un recorrido a través de los relatos e historias de vida de distintas figuras de esta institución, entre ellos quienes la construyeron.

El autor comentó cómo en las normas se atiende lo que fue la demanda por la educación pública, laica y gratuita, principios plasmados en el Artículo 3 constitucional y simultáneamente también la consigna de que la tierra es de quien la trabaja que está presente en el Artículo 27.

“Ese es el espíritu con el que se construyeron, con que echaron a caminar, y de tal manera que sus integrantes son básicamente hijos de pobres en una escuela de pobres para seguir enseñando en escuelas para pobres, entonces son escuelas que viven en una precariedad permanente sin recursos, sin infraestructura, sin vehículos para que los muchachos hagan sus prácticas de campo, sin dinero suficiente para sus dietas alimentarias, en fin”.

La pintura en la pared, de Luis Hernández Navarro.

En ese sentido recordó que los normalistas históricamente han protestado una y otra vez por esa falta de recursos para operar “y de ahí ha venido la tentación de cerrarlas, ‘es un dolor de cabeza pues cortemos la cabeza’, eso es lo que parecen decir los funcionarios en turno. Gustavo Díaz Ordáz cerró la mitad de ellas en 1969 y persiguió a sus dirigentes, casi 200 órdenes de aprehensión, detenidos, el Ejército en algunas de sus instalaciones, etcétera”.

Lo cierto, consideró, esta tendencia de erradicar estas escuelas se ha venido manteniendo con los años en lugar de entender su necesidad, que no son recursos que utilicen los estudiantes, sino que requieren las autoridades que son responsables de ejercerlos. “En lugar de eso, la tentación permanente es acabarlas y para acabarlas se acompaña esta decisión o este deseo con campañas de estigmatización permanentes presentándolas como lo que no son”.

Luis Hernández Navarro comentó —como lo hizo en la presentación del libro— cómo las normales rurales se han erigido a lo largo del tiempo como “museos vivientes”:

“Cuando se funda Cerro Hueco, una escuela muy modesta con un comedor muy pequeñito, los muchachos deciden pintar un mural en la pared con un paisaje alegre, hermoso, vivo, es decir, que donde había un muro ellos abren una ventana por medio de la pintura para ver otro futuro, otro paisaje, otras esperanzas, esa es la metáfora de lo que son las normales rurales”.

Indicó que en la década de los 60-70 de la mano de grandes pintores como José Hernández Delgadillo, “el muralismo en las paredes de estas escuelas se extiende de una manera impresionante de tal manera que cada una de ellas es, literalmente no es exageración, es un museo vivo, los murales que están allí no son murales decorativos, son murales que recrean trozos de historia”.

Recordó que plasman momentos de represión que han sufrido, por ejemplo en Ayotzinapa el 12 de diciembre de 2011 cuando mataron a Alexis y a Gabriel, ahí está ejemplificado dramáticamente, retoman las figuras icónicas del movimiento, Lucio Cabañas, Gerardo Vázquez.

“Hay generalmente en cada una de ellas murales que permanecen a pesar de su deterioro y murales que son repintados a partir de nuevas técnicas y de nuevas aspiraciones, mezclando elementos similares al grafiti y todo eso, por eso digo que son murales museos vivientes, caminan, además se van transformando.”

La normal de Mactumactzá. Foto: Especial

En su texto, Hernández Navarro destaca cómo pese a que siempre han sido castigadas por los recursos, eso no ha sido impedimento para que las normales y su comunidad se construyan a sí mismas. “Cuando se levantaron estas escuelas, muchas de ellas se construyeron con el trabajo voluntario de los padres de familia, de los campesinos, de los mismos maestros que tenían chamba como peones albañiles y como maestros simultáneamente, entonces así nacieron”.

“Una parte de estos maestros han reproducido ese esquema y son fundamentales en el movimiento de escuelas populares que surgen en la década de los 70 en El Valle de México, en Chalco, en San Agustín, en Tulpetlac, en Ciudad Neza. Ellos fundan escuelas junto con los colonos, con los que están luchando con servir por servicios, las levantan y luego buscan cómo institucionalizarlas como escuelas para adultos, de manera que hay decenas de estas escuelas de este tipo y en su origen muchas de ellas son creación de maestros rurales, podemos decir místicamente que lo traían en su ADN, lo aprendieron, lo mamaron en sus escuelas y lo reproducen, creo que esto es un ejemplo efectivamente que debería de impulsarse para todo el todo el país”, consideró.

—Y al mismo tiempo de lo que te vas dando cuenta de cada una de estas historias es que hacen comunidad, creo que es uno de los aspectos que se ha perdido o al menos que se quiere acabar al tratar de desaparecer este modelo en vez de reforzarlo —se le planeó en la plática.

—Lo que me dices es fundamental, las escuelas normalmente rurales no se entienden sin los internados. ¿Por qué son importantes los internados? Primero, porque la gente que va a estudiar a ellas viene de comunidades remotas, muchos de ellos incluso de otros estados, y el recibir una beca no les resuelve el problema de la educación, tú puedes tener una beca pero dónde vives, cómo te transportas, dónde tienes acceso a los libros, el internado te resuelve todo eso, pero te resuelve mucho más también, te enseña a vivir con otra comunidad.

—¿Y por qué crees entonces que un gobierno que emana de la izquierda no ha atendido tal vez estas demandas de instituciones que históricamente han sido semilleros de líderes de la izquierda?

—Tengo una hipótesis, es personal y es, primero, entre el dilema de fortalecer la salud y atender la educación esta administración decidió concentrarse en salud, se nos vino la pandemia y todas estas cosas, entonces bueno, eso es una primera prioridad y segundo, ya en el terreno educativo es un gobierno que supuso que con un programa de becas que está muy bien, pero que es insuficiente o que extendiendo la posibilidad de estudiar en las universidades Benito Juárez atendía lo que eran sus demandas principales, ahí es donde apostó, pero dejó un hueco enorme, que ese todo el mundo del normalismo como es también un hueco enorme todo el proceso, de actualización del magisterio, los maestros necesitan seguir estudiando, preparándose para enfrentar los retos que tienen por delante, eso también está descuidado. Las normales me parecen una enorme deuda pendiente, más las normales rurales.

Obed Rosas
Es licenciado en Comunicación y Periodismo por la FES Aragón de la UNAM. Estudió, además, Lengua y Literatura Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras.
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