Susan Crowley
08/07/2023 - 12:04 am
Emmanuel Carrère y la tragedia de los refugiados
"(…) él no busca convertirse en héroe de las minorías injustamente tratadas, simplemente actúa como un ser sensible, se convierte en aliado de quienes viven en las peores condiciones y les otorga una voz".
El fantasma de la derecha y la ultraderecha recorre Europa. Desde su perspectiva, con cierta razón. Están hasta el gorro de las hordas de parias que inundan el continente. Sí, en efecto, son diferentes, resentidos, no miran de frente, exigen trabajo. Se han convertido en una carga para los servicios públicos pagados con los impuestos. En sus barrios prolifera la delincuencia y la inseguridad. Muchos “buenos ciudadanos” piden cerrar fronteras, ponérselo difícil para que dejen de venir. Amparados en esto, los políticos conservadores están arrebatando el poder a las causas sociales. Los europeos asumen que es un problema que les cayó encima; un tsunami o epidemia que no vieron venir y de la que son víctimas. Lo que no dicen, o no quieren reconocer es que la prosperidad de la que hoy gozan, en buena medida es resultado del proceso histórico que fabricó la pobreza que origina el fenómeno.
Por fortuna en esta misma sociedad hay voces honestas que se atreven a decir lo que los demás no quieren escuchar. Una de esas es la del escritor francés Emmanuel Carrère. Un personaje que jamás se ha inmiscuido en los lugares comunes del activismo o la denuncia. Hace un par de años parecía que su siguiente proyecto era una frivolidad. Como él mismo dijo, “es un pequeño librito sobre el yoga”. En realidad, un testimonio, cara a cara de una de las verdades más dolorosas de hoy, las migraciones y el callejón sin salida en que se han convertido.
Pocos escritores han sabido transitar sobre la filosa y delgada línea de la ficción y la realidad como él. Sus crónicas son experiencias en las que vierte de una forma sincera, sin tapujos ni sensiblerías baratas la cruda e injusta existencia de muchos seres que viven en el borde de una realidad casi imposible de imaginar.
En Yoga, Carrère se involucra con un grupo de jovencitos migrantes a través de quienes narra la tragedia del paso del infierno de origen al infierno que puede ser Occidente. El brillante escritor empieza por execrar su condición de francés burgués y el egoísmo de quien cree merecerlo todo, lo que impide ser piadoso con los otros. Sin embargo, esta es la forma en la que cuestiona su existencia y que lo logra sumergirse y volverse consciente de la otredad.
Su conmiseración por las vidas olvidadas y pasadas por alto en los diarios; su rabia contra los rostros que se voltean para no sufrir con esos temas lo convierten en un filtro en contra de la estupidez que abunda y que siempre ofrece salidas victoriosas o razonamientos tan básicos y triunfalistas como “no les des pescado, enséñales a pescar”, sin mirar el origen del problema.
Ese es el talento de Carrère, su lucidez y rigor le permiten generar una narrativa única. En Yoga da cuenta de la depresión severa por la que pasó y su reclusión en un psiquiátrico con un diagnóstico de trastorno bipolar. Los tratamientos de electroshock a los que se somete son el preámbulo de la luminosa experiencia que cambiará su vida. Un viaje a la lejana isla de Leros donde se ofrece como voluntario para impartir clases de inglés a los refugiados. Revelación dolorosa, pero también amistosa, al lado de paquistaníes, sirios y afganos. En esta crónica nos enteramos del trágico recorrido de un migrante que no necesariamente llega al final de una triste historia. Pisar tierra puede ser apenas el principio de un infierno.
El arte tiene el poder de plasmar la realidad más terrible y devastadora sin corromperla. Nos brinda la oportunidad de estar a la altura con la inteligencia y la sensibilidad que exigen colocarse delante de los desastres provocados por la ambición humana. Lejos de lavar la consciencia, el artista busca enfrentarnos a los temas lamentables y nos obliga a ver eso que no queremos. Lo que a muchos aflige, pero desgraciadamente a muchos más incomoda, es expresado como una suerte de reivindicación de la dignidad. El arte es una conversación permanente con el otro. Aunque Carrère pareciera un eterno autorreferencial con un ego gigante, su literatura termina siendo un refugio en contra de la medianía que justifica los horrores provocados por naciones que viven, piensan y ejercen el poder considerándose superiores.
Los banlieues de París se han convertidos en los típicos y cada vez más comunes cinturones de miseria y desesperación social. Ahí se gestó el terrorismo de Charlie Hebdo, del que habla Carrère en V13. Crónica judicial su último trabajo. En esos espacios asfixiantes es donde ocurrieron los recientes disturbios que pusieron de cabeza al país. Es donde habitan los refugiados y migrantes. Ahí han quedado atrapados quienes hoy se consideran peligrosos para la estabilidad política y del buen ciudadano francés. Pero, como lo expresa Carrère, ¿quién puede disculpar las actitudes de abuso, explotación y humillación que ha tenido Occidente con ellos?
Los migrantes son seres humanos condenados como lastre. Para quien no ve sus circunstancias, no son más que una cuota de vergüenza. Alrededor de veinticinco conflictos y guerras que afectan a millones de personas están ocurriendo hoy en África. Etiopía, Yemen, Malí, Níger, Somalia, Congo y Mozambique, entre otras regiones han sufrido el horror de los crímenes y los desplazamientos. Esto sin considerar la represión en los países de Medio Oriente que ha obligado al exilio a tantos jóvenes.
Imaginemos por un momento a un muchacho que ha tenido que abandonarlo todo, que ha sobrevivido a la lucha en la que otros han perdido la vida. Llegó a las costas en las que traficantes de personas lo explotaron ofreciendo transportarlo. Cuántos no han perecido en el trayecto. Si logra llegar a Europa, se encontrará con el rechazo y la explotación. Difícilmente saldrá de su condición miserable. ¿Cómo exigirle a este joven que sea alguien de bien?
Por eso la labor de Carrère es tan valiosa, él no busca convertirse en héroe de las minorías injustamente tratadas, simplemente actúa como un ser sensible, se convierte en aliado de quienes viven en las peores condiciones y les otorga una voz. Habla como ellos y llora con ellos. Es en cada conversación y en sus intentos de abrazar esas vidas miserables donde encuentra la verdadera redención y el sentido de su arte. Por esa razón debemos agradecer a Emmanuel Carrère y a los que son como él que nos ayuden a impedir el olvido.
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