El Cártel Jalisco Nueva Generación, uno de los grupos delictivos más poderosos de México, está involucrado en conflictos con los «tumbadores», o locales que roban envíos de drogas en la región de Guatemala.
Por Cindy Espina
Ciudad de México, 5 de julio (InsightCrime).– El 21 de julio de 2021, fiscales del Ministerio Público de Guatemala y agentes de la Policía Nacional Civil (PNC) caminaron a lo largo de las cristalinas corrientes del río Azul.
Su destino era el pueblo de San Marcos Huista, en el extremo noroccidental del departamento de Huehuetenango, junto a la frontera mexicana. No querían caminar, pero el único puente que permitía el acceso en automóvil a ese pueblo se había derrumbado.
Los investigadores pertenecían a la Fiscalía Contra el Tráfico Ilícito de Migrantes. Sin embargo, su objetivo era una red de trata de personas supuestamente dirigida por Francisco Román Ramírez, alias «La Ardilla».
Después de atravesar el frío, desolado y montañoso terreno durante una caminata de 45 minutos, las autoridades llegaron a San Marcos Huista. Aunque estaba cubierto por una densa niebla, esa mañana los habitantes del pueblo pudieron ver cómo una línea de policías se acercaba a la casa de Ramírez.
La mayoría sabía quién era. Ramírez había operado en la región durante más de dos décadas como un coyote, es decir, alguien que guía a los migrantes hacia Estados Unidos. Llamaron a su puerta, pero no hubo respuesta. Llamaron nuevamente y tampoco hubo respuesta.
Resulta que Ramírez estaba fuera de la ciudad.
Sin embargo, sí encontraron y arrestaron a un presunto cómplice: Luisa Odilia Ramírez, su asistente.
#México | A pesar de haber sido traicionada y explotada sexualmente por un traficante de migrantes, Valeria* continúa con la idea de abandonar Guatemala para ir a EE. UU., motivada no solo por su situación económica, sino también por su seguridad. https://t.co/2yPK7LfSuC
— InSight Crime Español (@InSightCrime_es) July 2, 2023
LA VÍCTIMA
La operación que llevó a la policía y a los fiscales a las tierras altas de Huehuetenango esa mañana de julio fue impulsada por el deseo de una mujer de huir de Guatemala. La víctima era una mujer indígena Popti’ de 21 años que, por razones de seguridad y legales, vamos a identificar como Valeria.
Se convirtió en madre a los 17 años, pero el padre de su hijo Juan Luis los abandonó mientras ella todavía estaba embarazada. Crió a su hijo con el apoyo de su madre, quien también fue abandonada por su pareja. Ambas mujeres han trabajado como limpiadoras domésticas y ganan alrededor de 50 quetzales al día (unos $6 USD).
Su ciudad natal de San Marcos Huista se encuentra a 414 kilómetros de la Ciudad de Guatemala, en los valles que marcan el comienzo de la Sierra Madre en las tierras altas del noroccidente de Guatemala. Esta región, conocida como «Las Huistas», comprende los pueblos y municipios que conforman el camino y la carretera que conduce a la frontera con México.
Estas áreas están plagadas de intensos enfrentamientos debido a disputas territoriales entre grupos de narcotraficantes. El Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), uno de los grupos delictivos más poderosos de México, está involucrado en conflictos con los «tumbadores», o locales que roban envíos de drogas en la región. Según los lugareños, los «tumbadores» son en su mayoría agentes de policía, aunque no hay pruebas que respalden esta teoría, pero casos anteriores a lo largo de los años han apuntado a los agentes de la policía.
Según las redes sociales vinculadas al CJNG, el grupo armado ha establecido «orden» en la zona, pero la prevalencia de ataques armados y tiroteos ha aterrorizado a la población local. La constante amenaza de violencia entre traficantes de drogas ha restringido severamente las actividades comerciales, algunas de estas implican cruzar la frontera.
Sin educación, un trabajo decente y abandonada por el padre de su hijo, Valeria anhelaba ir a Estados Unidos a trabajar. Hay muchas personas dispuestas a “ayudar” y especialistas en tráfico de personas migrantes como Ramírez buscan agresivamente clientes en Huehuetenango, un epicentro histórico de la migración en Guatemala. Visitan pequeñas aldeas como la de Valeria para ofrecer sus servicios.
Sin embargo, a principios de 2021, Ramírez se puso en contacto directamente con ella a través de Facebook. Valeria confiaba en él. Durante su testimonio a los fiscales, ella les dijo que conocía a La Ardilla desde su infancia. En su conversación por Facebook, él se ofreció a llevarla a ella y a su hijo de cuatro años a Estados Unidos por tan solo 28.000 quetzales (alrededor de $3.500 USD), que es un cifra muy baja al cobro promedio que hacen los coyotes en Guatemala. Además, Valeria no tendría que pagar nada por adelantado. La única condición impuesta fue que no le podía decir nada a su familia sobre sus planes de migrar hacia Estados Unidos.
La oferta de Ramírez fue inusual. En Guatemala, los coyotes suelen cobrar un promedio de 110,000 quetzales (unos $14.000 USD) para guiar a un adulto y un menor a Estados Unidos, según informes de migrantes e investigaciones realizadas por el Ministerio Público.
Aun así, la oferta era demasiado buena para rechazarla. Ella aceptó.
UN COYOTE LLAMADO «LA ARDILLA»
Valeria siempre había conocido a Ramírez por su apodo, La Ardilla. Había adquirido el sobrenombre en su pueblo natal debido a su baja estatura. En aquel entonces, todos lo conocían como un coyote, pero no había nada que indicara que estuviera involucrado en la trata de personas.
Los lugareños decían que Ramírez fue por primera vez a Estados Unidos a finales de los años 80, cuando tenía alrededor de 18 años. Poco tiempo después, dijeron que su casa, una gran construcción de concreto a lo largo de la carretera que conducía a San Marcos Huista, destacaba por su tamaño y arquitectura, mostraba que el transporte de migrantes se había convertido en un buen negocio.
Los viajes lo hicieron familiarizarse profundamente con las rutas irregulares a tomar, cómo evitar ser capturado y los peligros relacionados al camino. Con el tiempo, convirtió esto en un gran negocio. Al principio actuaba simplemente como guía. Pero a medida que las carreteras y las fronteras se hicieron más difíciles de transitar, el negocio de Ramírez evolucionó. Para mediados de los años 90 se había convertido en un coyote. Ya no dirigía personalmente los viajes, pero contaba con una red que proporcionaba guías, alimentos, alojamiento y transporte para cruzar México y llegar a Estados Unidos.
Ramírez compró tierras en Huehuetenango y México, además construyó grandes casas en la entrada de San Marcos Huista. Es difícil establecer cuántos terrenos posee Ramírez, pero los rumores giran alrededor de varios inmuebles en Huehuetenango, así como viviendas en San Cristóbal de las Casas, justo dentro de México. También tiene propiedades en Tijuana, a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México.
LA MENTIRA
El 19 de marzo de 2021, Valeria dejó San Marcos Huista rumbo a San Antonio Huista. La asistente de Ramírez, Odilia, acompañó a Valeria en este breve viaje. También le quitó el teléfono celular a Valeria y lo reemplazó por otro.
Al día siguiente, las dos mujeres viajaron al cruce fronterizo en el pequeño pueblo de La Mesilla, donde Valeria dice que ella y su hijo cruzaron hacia Chiapas, México, en un cruce fronterizo oficial.
Según el relato de Valeria, eran las 7 a.m., pero las cámaras de seguridad en la frontera no las captaron cuando cruzaron por el punto de control. Dijo que ella y su hijo caminaron durante unos 20 minutos por un camino de tierra después de cruzar la frontera entre Guatemala y México cuando dos hombres en una motocicleta los interceptaron. El pasajero se bajó y agarró a su hijo. Ella dice que luchó, pero ellos se lo quitaron a la fuerza y se marcharon.
Llorando y confundida, Valeria regresó y cruzó de nuevo en La Mesilla, donde Odilia estaba esperando. Las cámaras tampoco captaron su regreso. Los fiscales guatemaltecos dijeron que las cámaras estaban presentes y funcionando, pero las imágenes del cruce no existían.
Valeria dijo que Odilia le aseguró que recuperaría a su hijo si seguía sus instrucciones. Luego, Odilia llevó a Valeria a un hotel barato en Huehuetenango, capital del departamento. Después de llevarla a una habitación, le ordenó a Valeria que esperara.
Poco después recibió una llamada telefónica en el celular que le habían dado. Era Ramírez. Según Valeria, él le dijo que debía tener relaciones sexuales con los hombres que iban a aparecer en su habitación y de no hacerlo no volvería a ver a su hijo. Valeria suplicó, pero él la amenazó nuevamente.
Fue en ese momento cuando un hombre llamó a la puerta de su habitación. Estaba allí para tener relaciones sexuales con ella.
Durante los siguientes días, Valeria permaneció en esa habitación. Además de obligarla a tener relaciones sexuales con los hombres que llegaban, Ramírez la obligó a tomarse fotografías desnuda y grabar videos de ella realizando actos sexuales. Después de dos días, le ordenó que regresara a La Mesilla, donde él la estaría esperando. Pero cuando llegó, Odilia estaba allí para recibirla. Le dijo a Valeria que se pusiera una falda corta y luego le dio dos botellas que contenían un líquido azul claro. Le dijo que volviera a cruzar la frontera.
Allí, Valeria recibió una videollamada donde Ramírez le instruyó que cruzara la frontera como lo había hecho antes y fuera al mismo lugar donde le habían quitado a su hijo. Él le aseguró que le devolvería a su hijo.
Después de caminar durante una hora hasta llegar a una zona desierta en el campo, Ramírez volvió a llamar y esta vez para ordenarle que consumiera el líquido azul claro que Odilia le había dado. Si no lo bebía, le dijo Ramírez, nunca volvería a ver a su hijo. También amenazó con publicar las fotos y videos que ella le había enviado.
Llorando, Valeria consumió de mala gana el líquido amargo. Luego todo se desvaneció a negro. Lo siguiente que recuerda es despertarse con un dolor intenso y moretones en las piernas y los brazos. Los fiscales no están seguros de qué sucedió exactamente, pero creen que fue abusada sexualmente.
Herida y traumatizada, Valeria regresó a La Mesilla donde Ramírez la llamó y le dijo que fuera a un hotel. En las horas que siguieron, continuó siendo abusada sexualmente, aún bajo la ilusión de que su tortura y agresión serían recompensadas con el regreso de su hijo.
Después de dos días más de abuso, Valeria salió del hotel, se comunicó con su madre y le suplicó que la recuperara. Su familia llegó el mismo día para rescatarla y traerla de regreso a San Marcos Huista.
Una vez en casa, las amenazas de Ramírez continuaron. Él ya la había obligado a enviar videos explícitos y los usó como chantaje sin proporcionar una respuesta clara sobre el regreso de su hijo. Finalmente, el 31 de marzo, 12 días después de que comenzara su terrible experiencia, Valeria reunió el coraje para denunciar su desgarradora experiencia a la policía.
En un giro surrealista de los acontecimientos, las autoridades contactaron a Ramírez directamente en un intento de negociar el regreso seguro del niño. Por teléfono y con Valeria presente, los agentes le imploraron que los reuniera. Ramírez confesó los abusos que le había infligido a Valeria y admitió haber retenido al joven Juan Luis en contra de su voluntad. Pero no se dejó intimidar por las implicaciones de sus acciones y emitió una última amenaza: Valeria nunca volvería a ver a su hijo.
LA LARGA ESPERA
La investigación sobre todo lo que Valeria reveló duró cuatro meses. Los investigadores la acompañaron a la frontera, buscaron grabaciones de las cámaras de seguridad e identificaron todas las propiedades de Ramírez en Guatemala. No obstante, el mayor desafío fue localizar al niño secuestrado. Dado que Juan Luís había sido secuestrado en México, el primer paso fue revisar informes sobre niños fallecidos en el sur de ese país.
Durante este proceso, una imagen en particular del cuerpo de un niño encontrado en un vertedero de basura en Chiapas, cerca del cruce fronterizo de La Mesilla, llamó la atención de los fiscales. Dada la ubicación y la fecha en que Valeria recordó que su hijo fue secuestrado, decidieron mostrarle las imágenes. Fue doloroso, y después de mirar, Valeria afirmó que las características físicas del niño coincidían con las de su hijo.
Las autoridades dijeron más tarde que el niño en la foto fue asesinado el 28 de marzo, pocos días antes de que Valeria denunciara a Ramírez con la policía. Sin embargo, hasta julio de 2022, los fiscales guatemaltecos ni siquiera habían podido obtener el ADN de las autoridades mexicanas para verificar si el cuerpo era realmente el de Juan Luis. Los intentos posteriores de contactar a las autoridades guatemaltecas para ver si esto había cambiado quedaron sin respuesta.
Por su parte, la agregada legal para Centroamérica y el Caribe de la Fiscalía General de México, Keyla Román Villegas, dijo que los expertos examinaron el ADN y bsucan una posible coincidencia con el joven Juan Luis. Sin embargo, no proporcionó más detalles, ya que el caso está bajo la jurisdicción de los fiscales guatemaltecos.
Un juez posteriormente dictaminó que no había suficientes pruebas para respaldar los cargos de secuestro contra Odilia en relación con la desaparición de Juan Luis. Ella fue recapturada al año siguiente, pero Ramírez aún no ha sido capturado.
Mientras tanto, Valeria sigue rechazando las medidas de seguridad ofrecidas por las autoridades tras la horrible experiencia. Los fiscales creen que ella rechazó el apoyo porque está considerando intentar migrar nuevamente a Estados Unidos. Dicen que simplemente está esperando que el cuerpo de su hijo finalmente le sea devuelto.