Gustavo De la Rosa
09/06/2023 - 12:05 am
La sucesión y los desfiguros
El problema que permitía la sucesión por magnicidio era que el emperador tenía la facultad de nombrar a su sucesor, mediante el dominio sobre el consulado, por eso a los adversarios les salía más cortó el camino de ejecutar al emperador antes que ejerciera ese derecho.
Si algo ha preocupado a quienes detentan el poder político es quién los sucederá cuando terminen su mandato.
En el imperio romano se estableció una fea costumbre de asesinar al emperador que ya no era aceptado por la elite de la política romana, asesinaron a Julio César, a Calígula, Nerón se suicidó ante el levantamiento del ejército estacionado en Hispania, Vespasiano, Logró dejar en el poder a su hijo Tito, quien murió poco después, y así fueron los gobernantes matando y muriendo a manos de sus adversarios. El problema que permitía la sucesión por magnicidio era que el emperador tenía la facultad de nombrar a su sucesor, mediante el dominio sobre el consulado, por eso a los adversarios les salía más cortó el camino de ejecutar al emperador antes que ejerciera ese derecho.
En la alta edad media, cuando ya se habían consolidado los reinos y las familias reales argumentaban haber recibido el poder directamente de Dios, y cada uno inventaba su leyenda para divinizar su reino, las luchas entre las diferentes realezas se resolvían a lanza y espada y quien ganaba en el campo de batalla prolongaba su estirpe en el poder, o ahí se acababa la transmisión del poder por herencia. Trágica es la sucesión de las familias de Inglaterra que se enfrentaron en la llamada guerra de las rosas entre, la familia de York y la familia de Lancaster, donde inclusive se ejecutaron a dos niños que eran los posibles herederos de la corona británica.
La escabrosa y perversa lucha de Enrique octavo para conseguir un heredero varón que lo llevó entre otras razones a entregar al verdugo a su Primer Ministro Thomas Cromwell y a una de sus seis esposas y finalmente al morir lo sucedió su hija Isabel, a la que le negó cariño y trató de bloquearle todas las oportunidades para convertirse en reina.
Ya más cercano a nosotros el homicidio de John F. Kennedy estuvo, según muchas opiniones, ligado a la sucesión presidencial, que le daba por seguro su reelección para 1964. Después se encargaron de asesinar a su hermano Robert en Los Ángeles, California, exactamente el día que se convertía en un rival digno de enfrentarse a las fuerzas republicanas que estuvieron haciendo hasta lo imposible para recuperar el poder en nuestra cercana y por muchos admirada nación cuna y vida de la democracia, Estados Unidos.
Aquí en México en el trágico 1994 en plena campaña para suceder a Carlos Salinas de Gortari en la Presidencia de la República en la recién inaugurada economía de mercado global y fronteras abiertas, cayeron bajo balas asesinas Colosio, Ruiz Massieu y el encargado de gestionar el homicidio de este último.
Así las cosas, podemos observar desde un rincón de la historia el gran conflicto realmente desquiciante, para algunos, con la ambición y los sueños guajiros, desatados, la sucesión presidencial de Andrés Manuel López Obrador.
Ríos de tinta y espacio digital en los miles de servidores cibernéticos se usarán tratando de convertir sus deseos, sus intereses legítimos de llegar o mantenerse en el poder en argumentos aceptados por los sofismas diferentes de su interlocutor.
Uno de los pasatiempos más interesantes, por lo críptico del lenguaje, de quienes pueden decidir sobre el futuro gobernante, destroza los nervios y aumenta el consumo de tafil de millones de mexicanos, a los cuales ni les va ni les viene el resultado de quién será el próximo Presidente de la República. Pero discuten casi con la emoción de afirmar que México ganará la próxima Copa Mundial y el nombre de quien ocupe la primera magistratura del país.
Ciertamente porque la designación de candidatos de las principales fuerzas políticas de México es muy importante para el futuro del país, las fuerzas progresistas que buscaron desde la candidatura de Ávila Camacho, separar política y negocios y volver a reorientar las prioridades del Estado hacia los grupos de población que han construido el país y han colaborado en la construcción de otros países, sentimos que se juega lo alcanzado, que no es lo que habíamos soñado, “que no es lo mismo, pero es igual”. Tenemos un fuerte temor a una reversa en el proyecto de Nación, pero lo cierto es que quienes habrán de decidir quién será quien gobierna a México por los próximos seis años, están muy lejos de nosotros los ciudadanos comunes y conste que lo dice un Diputado de Morena del Congreso de Chihuahua.
Para nosotros lo importante es que la candidata o el candidato de la izquierda realmente pueda continuar con estos tímidos pasos que ha dado AMLO para transformar el país, no debemos agotarnos en la disputa interna, que sea el que el señor quiera, con encuesta o con consenso o incluso echándolo a la suerte, pero esperamos que el competidor o competidora para el 2024, además de ganar, continúe con el proyecto de transformar a este país.
Igualmente, no es cosa de agotar las neuronas que nos quedan, tratando de adivinar el candidato de la derecha y nuestros auténticos deseos son que sea un candidato a la manera de Alejandra del Moral, que desde que se inscribió ante el Instituto Electoral, sabía que iba a perder, y ojalá sea el candidato más malo para la campaña electoral de las derechas. Mejor para nosotros y creo que también para el país.
Los nombres, parafraseando a José Alfredo Jiménez, “ahí se los dejo” para que sigan acomodando el difícil rompecabezas qué habremos de votar el 2 de junio de 2024.
Sólo esperemos que las ansias de llegar o bloquear, no lleguen a los extremos de la antigua Roma o del imperio gabacho de los sesenta.
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