Antonio María Calera-Grobet
25/03/2023 - 12:04 am
La "canción blanca", célebre en Europa por estas fechas, es un cancionero apócrifo
"Se trata de un material en verdad explosivo propio del estudio de los musicólogos del mundo".
Una vez más, la figura del llamado “Señor de la Luz” toma presencia y ciertamente protagónica en diversos medios internacionales. El “santo pagano”, considerado una leyenda o más bien un mito en la Rusia moderna y contemporánea (se piensa vivió de 1889 a 1963, quizá hasta 1978 según algunas fuentes), toma las primeras páginas de los periódicos y en esta ocasión por motivos distintos a la religión.
La polémica se desató hace unos días en el Reino Unido, cuando en un amplio ensayo firmado por Tibur Rós y Katheleen Bymor para la revista británica Sounds, se asienta que un par de cancioneros rusos atribuidos al albino, son en realidad autoría de la monja Anna Novatova (1779-1836), nacida y muerta en Kiev. Los cancioneros, cuyo material es ya del dominio público según las leyes de autor del gobierno ruso, suman más de 30 canciones populares rusas, muy dadas, tradicionalmente, para celebrar los festejos populares de la región, y sus letras van del pesimismo solipsista, consejas sobre la vida cotidiana (canciones de cuna, sobre el matrimonio e intimidad con la pareja), hasta varias alusivas a la querella eterna entre ciudadanos y gobierno. También se tiene registro de varias piezas que abordan, a manera de réquiem, el tema del suicidio.
Se trata de un material en verdad explosivo propio del estudio de los musicólogos del mundo. Si bien, según los especialistas Rós y Bymor, cuentan con varios indicios de que dicho material fue registrado y ejecutado antiguamente en varios actos públicos de la otrora Unión Soviética, una prueba indudable de que nunca le pertenecieron al también llamado “Mago Blanco” (y que se publica a manera de fotografía en su artículo), es la existencia de una ficha bibliográfica de la Biblioteca de Kiev, en la que se solicita varias veces el ejemplar a nombre de la autora, Anna Marena Novatova. De esta manera, una entre otras de igual importancia para la investigación del tema, se comprueba cabalmente que dicha ficha bibliográfica fue expedida casi medio siglo antes del nacimiento del albino, dato crucial y sobre el cual los autores sustentan prácticamente su tesis.
“Es una verdadera lástima que se haya sustraído este par de compendios de la vida y obra de la monja Anna Marevna Novatova. Y es aún peor porque se trata de un acto deliberado por parte de los creyentes del albino, una legión de paganos que se ha servido de su poder político para desmembrar el culto católico ortodoxo en la vieja Rusia, particularmente en la región sureste de Siberia. El albino trajo a nosotros sólo sombra y desesperación, pura edad media y dolor”, refirió hace unos días Katheleen Bymor en entrevista televisiva. Los dos tomos de las Canciones Blancas (*), que es como se conoce popularmente al material (tanto por el paraje nevado de Vrisko pero también en una clara alusión al albinismo del místico), han sido atribuidos desde siempre al mago, y se toma por cierto que hayan sido escritos particularmente en su infancia y primera juventud, transcurrida por entero en Vrisko, un caserío a punto de desaparecer cercano al mar de Siberia. Quienes han podido tener acceso a los originales en la Biblioteca de Kiev, aseguran que los objetos son de una belleza formidable. “Ejercen ante uno una atracción fastuosa, verdaderamente compleja, inenarrable. Al tacto son una seda y el papel es de un liviano poco común para la época”.
Ahora bien, en contraparte, es necesario recalcar que para muchos especialistas, varios desde Julliard, otros particularmente de distintos institutos y academias “del continente” (principalmente belgas, austriacas y alemanas, los demás estudios provienen de Nueva York), contrarios a la opinión de Tibur Rós y Katheleen Bymor, el “Divino Albino” no sólo sí que fue el creador canciones sino también de varias letras que se sabe fueron publicados como poemas en aquellos tiempos. “Toda la obra blanca es especial. En cuanto a las letras, se trata de muchas composiciones parecidas a la poesía bucólica europea de ese tiempo. Pero la música vibra con nuestra sangre. Lo mismo puede ser sutil como en las canciones dedicadas (unas a su madre o las madres), o más bien triste como sucede con las dedicadas a un borrico que murió de hipotermia, a su hermana fallecida por lupus antes que él, a los amigos del colegio), que son de una profunda tristeza casi medular pero también sideral, cósmica, que lo impregnan a uno con un morbo por la muerte del cual es casi imposible salir”, refirió el musicólogo de la Academia de Música de Anderes, Enzo Culemmans.
Ahora bien, existen cuatro o cinco piezas más bien furiosas e intempestivas, como la canción dedicada al Mar, al brío de los jóvenes en sus trineos, cuando los compara con lobos a la deriva de la nieve más salvaje”, comentó el líder de “Creyentes del Albino” en Vrisko, Vasily Kidiyatulin, en entrevista para Jeniffer Thompson en el Daily Observer (14 de mayo de 2013).
El artículo de Tibur Rós y Katheleen Bymor para Sounds termina con una fuerte crítica a los gobiernos locales y federales: “Mucho se habla de que dichos cancioneros apócrifos (que presentan una portada en piel trabajadas con diversas cuñas), al situarse uno junto al otro, conforman una imagen complementaria, una especie de mensaje cifrado sobre la vida del “Señor de la Luz”, el “Divino Albino”, el “Alma Blanca”, lo que deja al “Santo Pagano”, como es que lo definen otras iglesias, de nuevo en la discusión pública.
Una raya más al llamado tigre blanco de una Rusia que ya no existe, pero, sobre todo, la puesta en escena, una vez más, de este tema tan intrigante, a la manera de Rasputín, Aliester Crowley, Heladio Bambino o George Gurdjieff, cosa que viene bien a una cultura hegemónica cada vez más preocupada por meter las ideas al redil de lo políticamente correcto que por liberar a las ideas, las “almas” de cualquier consigna que pretenda someterlas.
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