El académico Roberto González Villarreal habló con Los Periodistas sobre la evolución que han tenido en el país las desapariciones forzadas, desde el primer caso reconocido en 1969 hasta la era del narco en el Gobierno de Felipe Calderón. El especialista señala que en este tiempo se han diversificado los diferentes actores detrás de estos crímenes a la par que se han disparado los casos.
Ciudad de México, 11 de marzo (SinEmbargo).– La primera desaparición forzada que se configura como un problema político es la de Epifanio Avilés Rojas ocurrida en 1969, en el marco de la contrainsurgencia emprendida durante la Guerra Sucia, un primera caso del que parte el académico Roberto González Villarreal en su libro La desaparición forzada en México. De la represión a la rentabilidad (PAX) y que él identifica dentro de la primera onda de este fenómeno que se extiende hasta 1990.
“El fenómeno de las desaparición forzada empieza a denominarse así cuando las madres, cuando los familiares de los desaparecidos, empezaron a plantearlo como un problema político. No se quedaron en casa rumiando el dolor o lamentando su mala suerte. No, se reunieron en Guerrero, se reunieron en Jalisco, se reunieron en Nuevo León y después en la Ciudad de México. Empezaron a plantear que había una práctica que consistía en primero detener, aprehender a las personas, después detenerlas y después volverlas perdedizas, borrar sus rastros, borrar su historia, en algunos casos hasta borrar su nombre”, comentó González en entrevista con Los Periodista, programa que se transmite en el canal de YouTube de SinEmbargo Al Aire.
El también activista explicó que la desaparición forzada existe como fenómeno político en el momento en que se denuncia y se convierte en un problema de esta índole. “Por eso empezamos en 1969 y todos los casos de la primera ‘gran onda’; yo le llamo así utilizando una referencia teórica de la economía y de la ciencia política. La primera ‘gran onda’ tiene que ver con los desaparecidos de la guerra sucia, de los guerrilleros rurales, de los guerrilleros urbanos y de los activistas sociales”.
González precisó que esta “gran onda” va desde el 69 hasta inicios de la década de los 90 y “tiene el momento culminante, donde hay más desapariciones, cuando ya no es una práctica incidental de un grupo de soldados”. En ese sentido, refirió que un momento fundamental es 1974, en las montañas de Guerrero después del secuestro de Ruben Figueroa a manos de la guerrilla de Lucio Cabañas ”donde se hace una escalada militar a Guerrero, que ocupó prácticamente todo y se hicieron cientos de desapariciones, alrededor de 500 desapariciones”.
Después de esto, indicó, el fenómeno se fue a la guerrilla urbana “porque a los primeros ejercicios urbanos no los desaparecían”. En ese sentido, recordó lo ocurrido con los miembros del Frente Urbano Zapatista. “A todos ellos los presentaron en los medios en aquel, 72, después los empezaron a desaparecer”. “Entonces hasta el 74, momento culminante de esta primera onda son cientos de desapariciones, de ahí en adelante, empiezan a decaer y son los urbanos y después son activistas sociales: enfermeras, colonos, etcétera. Toda esa primera onda, la desaparición está ligada a la represión, es una tecnología política, la tecnología represiva, después cambia”, señaló.
En cuanto a los actores responsables de estas desapariciones, el especialista indicó que en esta primera etapa él identifica una “tecnología represiva” que se usa en las estrategias de contrainsurgencia urbana y rural y después se utiliza en diferentes campos de los conflictos sociales. En ésta, es el Ejército el principal agente de estas desapariciones. Después lo fue la Brigada Blanca, “en donde convergen la Policía Federal, la Policía Militar, los agentes de la Dirección Federal de Seguridad, los de la División de Investigaciones Políticas y Sociales, etcétera”.
“Entonces son agencias de seguridad, pero también los policías judiciales estatales y también municipales y en ocasiones hay varios desaparecidos de Lecumberri, donde llegaban a visitar los presos y no salían, por ejemplo. Entonces, tenemos una multitud de agencias todas, podrían llamarle así, las agencias de seguridad del Estado en sus tres niveles, en esa etapa hasta el 91 más o menos”.
Y añadió: “De ahí en adelante cambia, después de 2007 hay un incremento sustancial de las desapariciones en la era con el narco y disculpen que no diga la guerra contra el narco porque evidentemente no fue una guerra contra el narco, sino fue con el narco para reorganizar tanto la distribución, circulación, consumo de los estupefacientes y otras mercancías y servicios ilegales u objetivos particulares de control social”.
Lo cierto, expuso Roberto González, es que si en la primera onda eran cientos de desapariciones, para la segunda se comenzaron a registrar decenas de miles de desapariciones. Es decir, indicó, entre 1992 y el 2005 iban creciendo las desapariciones por centenas, hasta que en este último año se da un rebote muy grande de desapariciones.
“Antes las desapariciones estaban en cuatro o cinco estados, en 2005 ya están en todo el país y de ahí en adelante hay saltos abruptos. En 2007 crece muchísimo, pero en 2010 crece mucho más y las desapariciones registradas son alrededor de cinco o seis mil anuales, y en 2016 hay un nuevo salto, terrible, que es 8 mil al año de los registrados, en 2019 son cerca de 9 mil; el año pasado ya anda bordeando los 8 mil”.
En ese sentido, el académico señaló un punto de inflexión: la “era con el narco” durante el Gobierno de Felipe Calderón Hinojosa en la que las industrias criminales, como llama González a los cárteles de la droga, afianzaron una articulación con las agencias estatales en sus diferentes niveles.
“Los objetos y los objetivos de la desaparición forzada en la nueva época están vinculados a las industrias criminales y digo industrias criminales y no crimen organizado porque justamente se trata de recuperar la dimensión económica y política en que se producen, se circulan, se distribuyen y se consumen bienes y servicios ilícitos. Entonces, es un modo de producción que para que funcione y se desarrolle necesita de la confluencia de las agencias de seguridad estatales en los tres niveles, igual que antes, pero también de las agencias de seguridad de las industrias criminales”, ahondó el especialista.
Roberto González aclaró cómo uno los objetivos del libro es precisamente mostrar “cómo la desaparición dejó de ser una tecnología represiva para convertirse en una tecnología rentable, que es útil para el funcionamiento, el desarrollo, profundización, etcétera, de lo que llamó la necro-acumulación de capital basado en la muerte, basado en el dolor, basado en la desaparición”.
El especialista destacó en ese línea que ahora estas industrias criminales han empezado a desaparecer trabajadores. “¿Cuando habían desaparecido trabajadores calificados? ¿Se acuerdan de los 39 de Cadereyta? Pero hay muchos petroleros en Tamaulipas y hay técnicos en comunicaciones en Chihuahua y hay comerciantes en todo el norte y qué me dicen de todos los operadores de camiones en esa terrible carretera que va de Monterrey a Nuevo Laredo”.
Expuso que esto quiere decir que estas organizaciones criminales ya son funcionales y “por los registros que tenemos, de los que regresan, que no los desaparecen nada más para matarlos, los desaparecen porque son funcionales, ¿para qué?, para la producción, distribución, circulación y consumo de los bienes y servicios ilícitos”.
“Entonces tenemos que se está generando un modo de producción que necesita a los desaparecidos para que funcione y entonces uno dice cómo eliminar porque ya no es que esté Calderón, con Calderón se afianzó [...] ¿Cómo se corta eso? Pues tiene que atender a las causas que nos están generando esta producción de desaparecidos cada cada vez mayor, lo que yo llamo en la necro-acumulación de capital, todos estos negocios que no son el trasiego de drogas, que son muchísimos más, desde la trata de personas, la esclavitud sexual, el tráfico de especies, una cantidad impresionante”, refirió.
Gonzalez dijo que si esto no se detiene, no habrá condiciones para disminuir la producción de desapariciones. “Entonces el problema es más complejo que nada más decir la impunidad”.