La escala del sufrimiento era sobrecogedora en una región asolada ya por más de una década de guerra civil en Siria, que ha desplazado a millones dentro del propio país y provocó una ola migratoria a la vecina Turquía. Con miles de edificios derrumbados, no estaba claro cuántas personas podrían seguir atrapadas bajo los escombros.
Por Mehmet Guzel, Ghaith Alsayed y Suzan Fraser
GAZIANTEP, Turquía (AP).— Con la esperanza de encontrar sobrevivientes perdida, los rescatistas trabajaron durante toda la noche en Turquía y Siria en busca de señales de vida entre los restos de los miles de edificios que colapsaron por un catastrófico terremoto. La cifra de fallecidos superó el miércoles las 11 mil personas, lo que lo convierte en el más letal en más de una década.
En medio de pedidos para el Gobierno turco envíe más ayuda a la zona del desastre, el Presidente del país, Recep Tayyip Erdogan, recorrió la “ciudad de tiendas de campaña” de Kahramanmaras donde viven quienes se vieron obligados a dejar sus casas. Tras reconocer deficiencias en la respuesta inmediata a la tragedia, prometió que nadie “se quedará en la calle».
Rescatistas llegados desde más de dos docenas de países se unieron a las decenas de miles de efectivos locales mientras el país comenzaba a recibir la ayuda comprometida. Pero la magnitud de la destrucción causada por el devastador sismo de magnitud 7.8 y sus potentes réplicas era tan inmensa y extendida, llegando incluso a zonas aisladas por la guerra en Siria, que muchos seguían esperando a recibir ayuda.
En la ciudad turca de Malatya, los cadáveres yacían unos junto a otros sobre el piso, cubiertos con mantas, mientras los rescatistas esperaban a que los vehículos funerarios los recogiesen, según el exreportero Ozel Pikal, que dijo que vio cómo sacaban ocho cuerpos de las ruinas de un edificio.
Pikal, que participaba en las tareas de rescate, creía que al menos algunas de las víctimas podrían haber muerto congeladas ya que los termómetros llegaron a alcanzar una temperatura negativa de 6 grados centígrados (21 grados Fahrenheit).
“Hoy no es un día agradable, porque a partir de hoy no queda ninguna esperanza en Malatya”, contó Pikal a The Associated Press por teléfono. “No sale nadie vivo de entre los escombros”.
Según Pikal, un hotel de la ciudad se vino abajo y podría haber más de un centenar de atrapados.
En la zona en la que se encontraba no había rescatistas suficientes y el frío dificultaba la labor de los voluntarios y los equipos del Gobierno, agregó. El cierre de carreteras y los daños registrados en la región impedían los desplazamientos.
“Nuestras manos no pueden agarrar nada por el frío», señaló Pikal. “Se necesitan máquinas de trabajo».
La agencia de gestión de desastres de Turquía reportó el miércoles que la cifra de decesos registrados en el país había superado las ocho mil 500 personas. Los fallecidos en las zonas del norte de Siria controladas por el Gobierno subieron a mil 200, de acuerdo con el Ministerio de Salud de Damasco, y al menos mil 400 más murieron en la región controlada por los rebeldes, según el grupo de emergencias Cascos Blancos.
Esto elevó el total de muertos a más de 11 mil desde el terremoto del lunes, y sus múltiples y potentes réplicas. Decenas de miles de personas más resultaron heridas.
En Japón, un terremoto que desencadenó un tsunami en 2011 causó 20 mil muertos. Ni Turquía ni Siria han dado cifras sobre el número de desaparecidos y, durante su audiencia general semanal, el Papa Francisco pidió oraciones y muestras de solidaridad tras el “devastador” sismo.
Las autoridades sirias indicaron que más de 100 ciudadanos que murieron por el sismo en Turquía fueron repatriados por el paso fronterizo de Bab al-Hawa para ser enterrados en el país. Mazen Alloush, un funcionario en el lado sirio de la frontera, dijo que había 20 cadáveres más camino de la frontera y añadió que todos eran refugiados de guerra.
A medida que aumenta la preocupación por los que siguen atrapados, rescatistas polacos desplazados a Turquía dijeron que habían sacado a nueve personas con vida de entre los escombros, incluyendo padres con hijos y una niña de 13 años en la ciudad de Besni.
Aunque señalaron que las bajas temperaturas jugaban en su contra, dos bomberos dijeron a la televisora polaca TVN24 que el hecho de que, como el seísmo ocurrió al amanecer, la gente estuviera atrapada en la cama bajo las mantas podría aytudar.
Hasta 23 millones de personas podrían verse afectadas en la región, indicó Adelheid Marschang, responsable de emergencias en la Organización Mundial de la Salud, que calificó la situación como una “crisis sumada a múltiples crisis”.
En Turquía, muchos sobrevivientes han tenido que dormir en autos, a la intemperie o en albergues habilitados por el Gobierno.
“No tenemos una tienda de campaña, no tenemos un calentador, no tenemos nada. Nuestros hijos están muy mal. Todos nos estamos mojando bajo la lluvia y nuestros hijos están a la intemperie”, comentó Aysan Kurt, de 27 años, a la AP. “No morimos ni de hambre ni por el sismo, pero moriremos congelados por el frío”.
Erdogan señaló que 13 de los 85 millones de habitantes del país se vieron afectados por el sismo y declaró el estado de emergencia en 10 provincias. Más de ocho mil personas han sido sacadas de entre los escombros en el país y unas 380 mil se han refugiado en los albergues gubernamentales y en hoteles, según las autoridades.
En Siria, la llegada de ayuda se ha visto obstaculizada por la guerra y el aislamiento de la región controlada por los rebeldes a lo largo de la frontera, que está rodeada por las fuerzas del gobierno de Damasco, respaldadas por Rusia. La nación es un paria dentro de la comunidad internacional debido a las sanciones occidentales relacionadas con el conflicto.
La región se encuentra sobre grandes fallas tectónicas y a menudo se ve sacudida por sismos. Alrededor de 18 mil personas perdieron la vida en terremotos de similar intensidad que remecieron el noroeste de Turquía en 1999.