Susan Crowley
07/01/2023 - 12:04 am
Matar al padre como acto artístico
El parricidio se manifiesta de distintas formas, no siempre con violencia física, también es un juego de renuncia a la paternidad, así sea intelectual.
Amar al padre por sobre todas las cosas es un mandato. El padre es la autoridad que representa la sabiduría, nuestro antecedente más preciado. Es el pacto con el origen y la cadena de reconocimiento de lo que somos. Matar al padre es mutilar nuestra estirpe. La definición legal de parricidio señala que es un crimen perpetrado en contra de un pariente en línea superior y es consignado por las autoridades desde la era romana.
Atroz e impensable en una mente civilizada, en muchas culturas es el acto con el que se simboliza el surgimiento del orden social y ha sido abordado por grandes artistas de todas las épocas. ¿Pulsión liberadora o pacto tácito entre un poder originario y su legado?
Al devorar a cada uno de sus hijos, Cronos impide que el mundo acontezca, si Zeus el menor de su prole lo mata, acaba con el caos y el tiempo inicia. Inicia la vida y la creación del panteón griego. En el mito la acción es una espiral, ocurre siempre; empieza y termina, pero nunca acaba. Su repetición le permite ser. La actualización del mito es un recordatorio: de dónde venimos y quiénes somos. Nada más espeluznante que "Saturno devorando a su hijo" de Francisco de Goya, una obra expresionista que rompe con la forma pictórica y desata al pathos que todos llevamos dentro. Matar al padre, esa impensable y cruel ejecución, es una celebración de lo irremediable. Es la fuerza suprema como víctima propiciatoria.
Un acto de transgresión necesario, el sacrificio de uno representa el bien de muchos. Pero el parricidio también revela la podredumbre que subyace en una sociedad. Es el caso de la tragedia Edipo Rey, en la que Sófocles narra los atroces acontecimientos convertidos en una obra sublime. Al nacer su hijo, Layo consulta al oráculo, se entera de que una maldición se cierne sobre él: su hijo lo matará, sin perder tiempo, decide acabar con su vida. Abandonado, Edipo es recogido por un pastor. Al crecer, duda de su origen y consulta al oráculo enterándose del destino que le espera, matará a su padre y se apareará con su madre. Aterrado, huye. En un cruce de caminos mata a Layo y se casa con su viuda Yocasta. Al enterarse de que Layo es su padre y Yocasta su madre, Edipo horrorizado se ciega, y pasa el resto de su vida deambulando como un mendigo para expiar su culpa.
Edipo, rey de Tebas, ha construido su existencia habiendo cometido parricidio y casándose con su madre, sin saberlo. No imagina que sea una pieza del engranaje llamado destino. Su inteligencia y capacidad para desentrañar enigmas reflejan la soberbia intelectual que lo hace creer que sabe todo; en el fondo, sabe nada. La exaltación del ego de Edipo lo lleva a precipitar la fatalidad, vencer a la esfinge es desentrañar el tremendum. Edipo debe desatar los nudos que se le tienden como meros accidentes. Pero no existe la casualidad. No importa si lo que ocurre es desafortunado, es necesario para cumplir con el oráculo que no es otra cosa más que el destino. La anagnórisis, es el paso de la ignorancia a la verdad, una revelación que permite que el orden secuestrado se exponga y concluya; es el fin último de una tragedia, exponer los acontecimientos y restaurar el equilibrio.
"Edipo y la esfinge", del artista francés Gustave Moreau, es un óleo de 1864 que plasma a la monstruosa y sensual mujer-demonio, cuerpo de león, alas de ave y rostro de mujer que evidencia la propia destrucción de Edipo. La esfinge siembra el terror entre los habitantes de Tebas hasta que el destino de Edipo y ella se topan. En la obra de Moreau queda retratado el instante previo al triunfo del futuro rey sobre el enigma. Dispuesta a devorarlo la criatura fantástica, espera la respuesta. El gran pintor logra la suspensión del tiempo en un espacio cargado de simbolismo y sensualidad. Edipo triunfa, precipitando su inminente destino.
El parricidio se convierte en un acto sublime en la ópera-oratorio Oedipus Rex, guion de Jean Cocteau, traducido al latín por Jean Danieleu y música del compositor ruso Igor Stravinsky. Es una de las más poderosas adaptaciones de un mito que sirve no solo para recordarnos que el poder del hombre, e incluso su aparente libertad, están ligados con algo superior a sus deseos. El destino manifiesto coloca a Edipo en calidad de persecutor del asesino de su padre; no tiene idea de que se trata de él mismo.
La espectacular modernidad musical de Stravinsky nos lleva a penetrar en el entramado trágico en el que asesinato, incesto y locura son el motor. La elección del latín como lengua, fue decisión del compositor que apostó por un texto arcaico que dotaría de una atemporalidad contrastante con la atonalidad de la obra. Los coros y la participación de los personajes están envueltos en un hieratismo contrapunto a la movilidad del narrador; el único que se desplaza por el escenario, tensando los hilos dramáticos. Edipo el rey, Yocasta su esposa, Creonte su cuñado y Tiresias el adivinador, estáticos apenas cantan su tragedia entre escalas ascendentes y descendentes con un talento increíble, extraídas del periodo barroco por el compositor.
Desde su inicio sabemos lo que va a ocurrir. El mito no tiene sorpresas, cumple inexorablemente su misión de voz de la sabiduría. Existe una versión genial que mezcla la obra de Stravinsky con la poderosa producción de Julie Taymor, directora, creadora de máscaras, titiritera, una de las más innovadoras creadoras de escena, de la que entre otros logros podemos mencionar sus increíbles La flauta Mágica y El Rey León. Taymor recrea un pasaje en el que los hilos del destino se desatan con una dolorosa belleza visual. Contemporánea, al mismo tiempo que evocadora de una Grecia perdida en el tiempo, en la versión de Taymor, reúne todo lo que exige un logro artístico. Dirigida por el gran director japonés Segi Osawa; en el papel de Yocasta la inigualable Jessye Norman. La fusión de teatro No japonés (la narradora robada de la película Rashomon de Kurosawa), con vestuarios increíbles y máscaras gigantes tomadas de las cícladas. Bailarines y coro envueltos en barro en un escenario minimalista y una iluminación perfecta. Sin duda la mejor forma de involucrarse con un mito que sigue siendo un escándalo con solo pensarlo.
El parricidio se manifiesta de distintas formas, no siempre con violencia física, también es un juego de renuncia a la paternidad, así sea intelectual. En "Erased De Kooning", el artista norteamericano Robert Rauschemberg mata a su padre, de forma conceptual borrando un dibujo auténtico del artista. Para muchos es un acto sacrílego que habría que considerar una transgresión imperdonable a una obra de arte. ¿A qué se debió? Gracias al video, esta acción queda contada en la propia voz de Rauschemberg, curiosamente, con el testimonio del afectado De Kooning. Ambos considerados fundamentales en el arte del siglo XX, el primero como expresionista abstracto norteamericano y el segundo uno de los máximos innovadores y precursor del Neo Dadaísmo. Al borrar el dibujo, Rauschemberg comete parricidio reconociendo el poder indestructible del padre. Al mismo tiempo sella su pacto con el genio. Si no puedo ser mejor que tú, te borro, al borrarte restituyo el poder a tu obra y lanzó al futuro la mía. Si no es destruida la perfección no es posible seguir adelante. A partir de este simulacro de muerte, se abre la posibilidad a nuevas manifestaciones. Sin este ritual, el joven se condena a ser un eterno aprendiz.
Consagración y liberación al mismo tiempo, el parricidio es una forma de sellar la propia genialidad y crear una cadena de responsabilidad mutua. En tu destrucción está mi poder. Reconozco al mismo tiempo que nunca seré mejor que tú, pero me hago cargo de mi individualidad y pretendo la genialidad que te confiero con este ritual. Para ser lo que puedo ser tengo que matarte querido padre.
Agrego ligas que espero que disfruten:
Oedipus Rex rey https://www.youtube.com/watch?v=lTktBwimAtU
Erased De Kooning https://www.youtube.com/watch?v=tpCWh3IFtDQ
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