Tomás Calvillo Unna
04/01/2023 - 12:05 am
Despojarse
"Para una sociedad alienada en el ruido de la imagen es una tarea descomunal, difícil de lograr".
I
Arrojados a la alberca olímpica de la mente
sin previo entrenamiento,
nos descubrimos entre las olas del océano.
La vida diaria con sus múltiples pormenores
(más el peso de lo acumulado)
pretende perdurar,
en esta densa inercia
que nos circunda,
entre desvencijados archiveros
del pasado y sus rutinas.
Los relatos cortos
de odios y rencores,
salpicados de maledicencia,
mantienen el humor colectivo,
y el entretenimiento estelar
del protagónico mundo erotizado
con su acupuntura de imágenes,
bordando la prostitución digital;
una suerte de pornográfica lotería genética
apropiada por millones
que depositan el diezmo
de sus deseos.
II
La tormenta ya es interna,
desgaja creencias, asume apegos,
disuelve caminos, esparce pantanos,
nuevos y fugaces dioses emergen
y el hastío se siembra;
el sueño alterado es una consigna,
la confusión explota las falsas salidas,
el agotamiento existencial emerge
y la esclavitud de aceptar y asumir
el atropello, la violencia,
los sofismas estériles del poder,
la criminal indiferencia que se propaga
la epidemia del cinismo
enmascarada en la cultura,
la perenne pubertad del lenguaje,
la política, una vez más,
en los siniestros sótanos del rencor
y el desprecio.
III
La punta de obsidiana en el entrecejo,
el arco de la paciencia la sostiene,
la tormenta arrecia,
uno a uno los ídolos se resquebrajan y derrumban.
Deshabitar el yo,
despojarse del pronombre sociológico,
desechar el miedo desde su raíz,
con la palabra que encarna el tiempo
y lo moldea en su devenir.
Para una sociedad
alienada en el ruido de la imagen
es una tarea descomunal, difícil de lograr:
Pero,
Como una conjugación gramatical,
estas 4 letras,
dos vocales y dos consonantes
alternadas, dan un respiro:
la intimidad de la distancia
es la respuesta de un milagro
el llamado milagro requiere de la deshora
y aparece,
se convierte en común y corriente.
Sin ser una salida de emergencia,
o predica de devotos o algo extraordinario;
cuando sucede se evaporan los límites
y esa inmensidad que llevamos asombra
y da pistas para no enfermar
de los clásicos egos pueriles
que suelen exhibirse en la interminable
guerra de ser alguien.
IV
Desde el balcón del paisaje,
la devoción tiene dos facetas:
la rendición y el valor de seguir,
ambas se entrelazan para explorar
este misterio entrañable que nos asiste:
reconocer el deslumbramiento de cada paso,
sin aspavientos,
el silencioso espectáculo de estar presentes.
La devoción elabora los detalles de cada segundo:
registrar los minutos en sus quehaceres
y arribar a las horas al asumir su ejercicio y disciplina
absorbe esas medidas del transcurrir,
y en una suerte de alquimia
convierte la eternidad en cada instante.
El consuelo es una revelación
que fractura la soledad del dolor
el intangible acompañamiento,
el soplo de la presencia.
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