Susan Crowley
19/11/2022 - 12:04 am
La toma de los Pinos
Durante muchos años se nos ha hecho más fácil consumir las grandes marcas comerciales que voltear a ver el trabajo de nuestra gente.
Algo increíble está ocurriendo en Los Pinos. La celebración de nuestros pueblos originarios con sus fascinantes y diversos imaginarios, llenos de color, de belleza en sus materiales, reunidos durante unos pocos días (qué lástima), para ofrecer lo mejor de su creación. Mil artesanos, verdaderos artistas, nos brindan una oportunidad que no debemos dejar pasar.
Desde que se convirtió en la casa presidencial, Los Pinos fue rodeada por una enorme reja. Umbral intransitable, solo permitía especular lo que ocurría en su interior. Historias legendarias que involucraban la vida íntima de las familias en el poder protegidas por la guardia pretoriana llamada Estado Mayor Presidencial, un ejército privado facilitador de los caprichos y privilegios, nana de los hijos y patrocinador de la corrupción. Desde afuera, los ciudadanos de a pie testimoniábamos la historia de los presidentes, sus obras, legado, excesos, un devenir complejo, lleno de omisiones, injusticia y saqueo del país, especialmente a nuestros indígenas que hoy debemos nombrar, con todo respeto: pueblos originarios.
"Original" es un encuentro, exposición y venta de la rica y variada creación de textil mexicano que, al margen del cambio vertiginoso del mundo, continúa fiel a sus orígenes. La intención es visibilizar a la enorme comunidad de artesanos, sus creaciones y promover y generar nuevas relaciones comerciales. En cada estand se pueden ver productos fascinantes: textiles, rebozos, gabanes, jorongos, joyería, calzado, sombreros y una inmensa variedad de objetos. Los precios no son accesibles para personas de una economía precaria, hay que decirlo. Pero el propósito central es mostrar que el producto artesanal de alta calidad puede llegar a ser tan valorado como las marcas de renombre internacional. Se trata de piezas cuya elaboración implica mucho tiempo, meses si no es que años, y materiales de alto costo. A pesar de que la iluminación es paupérrima lo que hace deslucir la belleza de lo exhibido y de que muchos de los participantes no cuentan con sistema de cobro con tarjeta, lo que agilizaría notablemente la operación, es una visita que rebasa expectativas al brindar una experiencia de gozo al escuchar las historias y entender los procesos y el empeño por mantener viva esta tradición.
Cada uno de los objetos expuestos manifiesta lo inconmensurable de mentes que habitan en un tiempo distinto, lleno de poesía y armonía, de un lenguaje complejo que traduce los sueños, los anhelos, los miedos y el deseo de cada uno de los artistas de perpetuar prácticas ancestrales que son su vida y manera de entender al mundo. Las enseñanzas de sus antiguos maestros, la herencia a través de tantas generaciones plasmada en vivos colores, con figuras fantásticas, de un trabajo minucioso y alucinante que en Original puede ser valorado, admirado y ojalá que adquirido.
Con el espejismo de la modernidad y el progreso, el universo artístico de nuestro país se dejó de apreciar. El neoliberalismo y la globalización trajeron sus beneficios, pero terminaron por dejar fuera a una parte importante, justo a esa población que contenía en sí valores que no pueden tasarse sólo con dinero. La libertad en el consumo llevó al país a elegir lo desechable, las modas pasajeras, la acumulación de objetos perecederos. A muy pocos les importó el mal uso y abuso, incluso el plagio y la falta de respeto hacia lo que llamamos de forma peyorativa, artesanías.
Muchas marcas de prestigio mundial se enriquecieron robando los diseños y utilizándolos sin reconocer su procedencia. Mientras, las nuevas generaciones de comunidades cada vez más aisladas fueron condenadas al rezago, olvidadas y hasta denostadas. El enorme valor de su producción artística se vio en peligro de extinción. Durante muchos años se nos ha hecho más fácil consumir las grandes marcas comerciales que voltear a ver el trabajo de nuestra gente.
Muchas capas de nuestra sociedad, sobre todo las que no son visibles, han sido abandonadas. Para sus habitantes es más fácil migrar por la urgencia de conseguir trabajo, que mantenerse en medio de la descomposición social que los amenaza todos los días. Muchos de los miembros de nuestros pueblos originarios han terminado por trabajar en maquiladoras o han cedido ante el crimen organizado y exponen su vida para ganar un poco de dinero. Las cosmogonías de las distintas comunidades han sufrido el saqueo y empobrecimiento de sus costumbres. El tejido social está cada vez más expuesto a la expoliación y al olvido.
Alejandra Frausto, Secretaria de Cultura, ha sido enormemente criticada, muchos miembros de la comunidad artística le reclaman los muchos recortes presupuestales. Hay decisiones cuestionables, como limitar los presupuestos de cultura, pero también sabemos que se han pisado intereses mezquinos. Eso es otra discusión. Lo que habría que reconocer de Frausto es que ha sabido elegir sus batallas y un gran mérito es que conoce al México del Presidente, ese al que le toca ser escuchado.
Es enorme la deuda con cada una de las personas que pertenecen a estos pueblos y con su arte. Hoy tenemos la responsabilidad y podemos y debemos ser parte de su recuperación. La labor de inclusión y reconocimiento requiere de nuestra participación, no solo como responsables del deterioro que han sufrido, sino también resarcir el daño infringido a quienes hemos dejado en el olvido. Ver más allá de nuestros privilegios y egoísmo, voltear a ver a quienes menos tienen, no significa extenderles la mano por caridad, es estar a la altura de su espíritu irreductible, de la dignidad que por más que sea pisoteada no ha sido aniquilada. Lo increíble es que hoy podemos verlo en Los Pinos.
@Suscrowley
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