Fabrizio Mejía Madrid
27/10/2022 - 12:05 am
El Cid Calderón
A Calderón no lo mencionó la anfitriona, Isabel Díaz Ayuso, de la Comunidad de Madrid, pero debió gustarle la parte donde describió a una izquierda latinoamericana mafiosa, autoritaria, y anti-occidental.
Desde temprano, Felipe Calderón estaba en primera fila, solo, y sudando. Volteaba hacia atrás para encontrarse con alguien que lo conociera en el saloncito medio vacío de la Real Casa de Correos en Madrid, España. Eran los 20 años de una de las tres fundaciones que encabezan la llamada “iberósfera”, la Fundación Internacional para la Libertad, dirigida en el papel por Mario Vargas llosa, pero cuyo patrono es Juan Villar-Mir, ex director de OHL, la constructora favorecida por Enrique Peña Nieto, y la Fundación Disenso, del partido fascista español, Vox. Las tres fundaciones traspasadas por el Cato Institute de Washington y la asociación que crearon Hayek y Friedman para propagar el neoliberalismo, la Sociedad Pelerin. A Calderón no lo saludaron más que el ex presidente José María Aznar, quien metió a España a la guerra de Irak, y Ernesto Zedillo, el autor, junto con Calderón, de la impagable deuda del FOBAPROA. La dirigente del Partido Popular en Madrid, Isabel Díaz Ayuso, no mencionó a Felipe entre los invitados y, al final, cuando lo presentaron para que hablara, se le llamó “Vicente Calderón”, como el estadio de futbol del Atlético de Madrid, lo que provocó que Aznar se refiriera a él como “Santiago Bernabéu”, el estadio del Club Barcelona. El propio Calderón quiso salir de la humillación diciendo: “Yo le voy al Morelia”.
Felipe Calderón llegó temprano para escuchar a los empresarios que respaldan a la internacional neoliberal, como por ejemplo, al chileno Nicolás Ibáñez, que negó ser “economista”, como se le presentó, sino que dijo: “Yo soy un almacenero y reparto pizzas”. Lo que quería decir es que tenía la franquicia de Papa John´s y hacen caridad cristiana vía algo llamado Drake Foundation. Los otros ponentes no eran empresarios sino administradores de empresas, burócratas de los gobiernos neoliberales o miembros de las mismas fundaciones que se autocelebraban en Madrid. Hablaron del terror que les dan las nuevas tecnologías, las redes y lo instantáneo. Por ejemplo, Cristián Larroulette, secretario del presidente de Chile, Sebastián Piñera, externó su asombro cuando dijo que: “los presidentes con las nuevas tecnologías tratan de comunicarse directamente con la sociedad, sin la intermediación de la sociedad civil”.
Eso -dijo- le parece que estimula la violencia en las calles y la destrucción de la democracia. Se escuchó, también, una innovadora teoría sociológica, de parte del abogado peruano, Enrique Ghersi, que aseguró sin miedo: “La izquierda dice que va a resolver las causas de la pobreza pero la pobreza no tiene causas: es el estado natural del Hombre. Si dejamos al Hombre en su estado de naturaleza, todos somos pobres, porque nacemos desnudos. No hay propiedad, sólo violencia y no hay amor. Lo único que tiene causas es la riqueza”.
Luego, Ghersi pasó a despreciar a su propio país, Perú cuando dijo: “Dicen que las constituciones son la sabiduría de un pueblo. Pues Perú debe ser el país más sabio porque lleva 18 constituciones. Mi país no ha roto el récord del fútbol o de la calidad de su cultura, que no tiene o, bueno, quizás con la excepción de su gastronomía, pero ha roto récord en tener 5 presidentes en 5 años”. Luego, sin mayor evidencia, aseguró que el actual presidente, Pedro Castillo, “hizo un fraude con el algoritmo cubano que se usó en Venezuela” y que “dirige una organización criminal”. Vino entonces el turno de Roberto, el primo de Ricardo Salinas Pliego, el dueño de la tienda de licuadoras, Elecktra, y de TvAzteca, quien citó a Enrique Krauze con algo llamado “populismo iliberal” y que ---según él--- es “un rencor que toma decisiones”.
Enumeró las falacias de la derecha mediática mexicana: que Andrés Manuel López Obrador no cree en la ciencia; que Dos Bocas se inunda; que ---cito--- “la revocación de mandato era una antesala de la prolongación de su mandato”; que cree que “los pobres son animalitos que hay que cuidar”; que “vive en un Palacio”; que confunde el desarrollo “con repartir dinero a sus clientelas”, en fin. El primo de Salinas Pliego, a quien se le presentó como director de América Latina de Atlas Netowork, dijo, sin miedo a la simulación, que el uno por ciento contra los que se debería ir no son los megamillonarios sino contra el “uno por ciento que vive como sanguijuela del presupuesto”. Se le olvidó comentar que a su tío le fue regalada la televisora que ahora tiene y que el hermano del entonces presidente Salinas le hizo un préstamo que nunca pagó. Y no hablemos de los 30 mil millones de pesos que le debe al fisco. Al final propuso, “no repartir la riqueza, sino las oportunidades”.
Calderón escuchó con atención al presidente del instituto Von Mises de Barcelona, Lorenzo Bernaldo de Quirós, quien llamó a enfrentar al “colectivismo vegetariano”, compuesto ---según él--- por las feministas radicales, los del cambio climático, y los “animalistas”. También al hijo de Vargas Llosa, Álvaro, quien hace un cuarto de siglo firmó un libro llamado “Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano” y que, según él, describía a la izquierda. Ahora, derrotado por la historia y muchas elecciones democráticas, este Vargas Llosa Jr. se lamentó de que “lo que antes era un problema monetario, de los bancos, ahora es moral y todo mundo opina”. También criticó la forma en que se organiza políticamente la nueva sociedad. Dijo: “Surge lo tribal en causas fragmentarias, que si las mujeres, que si las hormigas; toda una escalera de víctimas donde todo mundo quiere ocupar su lugar”.
Felipe se removió en su asiento de primera fila cuando vino la primera mención a López Obrador. La hizo una rubia esmirriada llamada Cayetana Álvarez de Toledo y Peralta-Ramos, Marquesa de Casa Fuerte y diputada del Partido Popular español. Dijo: “ese populismo que enfrenta a españoles e hispanoamericanos y derriba estatuas. Estoy pensando en AMLO que para escurrir su responsabilidad en el auge de la violencia y la inseguridad del narco, culpa a los españoles de hace 500 años”. Cayetana debió escuchar alguna mañanera en que AMLO hizo la historia de La Niña, la Pinta y la Santa María como orígen del Cartel Jalisco Nueva Generación, pero no lo explicitó. Luego acusó a López Obrador de ser “separatista”, como si fuera catalán o vasco, porque divide a la “iberósfera”, geografía que sólo los españoles monárquicos creen que existe. Sin miedo al conflicto diplomático, Cayetana convocó a los españoles a “no tener pudor a que nos digan injerencistas” y habló de que -cito- “la Razón necesita representación”. Y, por supuesto, la Razón es Cayetana.
La Razón también es Ian Vázquez, un peruano del Cato Institute que, sin miedo a la estadística, dijo tenemos “vidas más largas, más seguras, y más prósperas que en cualquier momento de la Historia” y que la brecha entre los países más ricos y los más pobres se ha cerrado como nunca. Pero, ya puesto a pensar, Ian se preguntó: “Si todo es tan maravilloso como lo podemos demostrar, ¿por qué hay gente que rechaza los valores liberales que le han dado tanto beneficio?” Y se respondió sin miedo a la simplificación: “La ideología de la izquierda. La desigualdad es una falsedad”, dijo haciendo él mismo una aseveración indemostrable, es decir, ideológica.
A Calderón no lo mencionó la anfitriona, Isabel Díaz Ayuso, de la Comunidad de Madrid, pero debió gustarle la parte donde describió a una izquierda latinoamericana mafiosa, autoritaria, y anti-occidental. Dijo la funcionaria: “el populismo de ahora tiene cordones umbilicales con la metástasis del régimen cubano, las mafias de la droga, y los autoritarismos del otro lado del mundo”. No quiso, pero se refería a Rusia. Después de reivindicarse como heredera de “Grecia, Roma y el humanismo judeocristiano”, acusó a los gobiernos constituídos de América Latina de contar con “resentidos” que “toman las calles con frustración y odio, que votan por problemas que no existen”. Una vez más, ellos que se precian de ser “la razón”, hablan de que la desigualdad y la pobreza, la corrupción y el saqueo de sus empresas, no existe. Dijo que la izquierda “vegetariana” es “identitaria, antihistórica, histérica, codiciosa” que quiere acabar con la Corona española, la hispanidad, la maternidad, el mestizaje, la OTAN y hasta con la alegría de vivir. “Tenemos la responsabilidad es defender la España en América”, convocó y describió contra la política que hay que estar: los que enfrentan ricos y pobres, mujeres y hombres, trabajadores y emprendedores, “que convierten a todos en subsidiados y dependientes, que despilfarran y compran voluntades, confiscan la propiedad y que, cuando todo caiga, sólo quedarán ellos para salvarnos”. Ya más tranquila, Ayuso presumio que Madrid era ya “la segunda Miami”.
Finalmente, se dio paso a la última mesa de este aniversario de la fundación de OHL, y se subió al escenario, adornado con una bandera española, Felipe Calderón. Estaba con Aznar, Zedillo, y Sergio Moro, el fiscal brasileño que acusó a Lula da Silva de corrupción para dejarlo fuera de la boleta electoral y cuyas pruebas eran tan endebles como fuerte fue su parcialidad. Calderón celebró que Aznar dijera que, para ser presidente de Ecuador o Uruguay, se necesitaba pasar por la fundación del Partido Popular, FAES, porque tanto Lasso como Lacalle habían sido formados ahí. Risitas. Zedillo confesó que se acababa de dar cuenta de qué tan dificil fue su sexenio si sus opositores eran, cito, “dos señores: uno que ya fue presidente y otro que es el actual”.
Se refería a Calderón y a López Obrador. Agregó: “Qué bueno que ya no estamos en la política”, pero ante el reclamo de Calderón, dijo: “bueno, ¿usted sí? Yo no”. Risitas. Luego pasó a anunciar “otra década perdida” para el crecimiento económico de la región. Pero no se responsabilizó de lo que él ha contribuído a las crisis, por lo menos la de México en 1995 y que terminó en la conversión de las deudas privadas en una deuda de dos billones de pesos que no se termina de pagar nunca, llamada FOBAPROA.
En cambio, Zedillo dijo que la debacle actual no era por las políticas neoliberales sino porque no se habían completado. Es decir, que no nos habíamos tomado el tratamiento completo. Luego, se hizo un poco de bolas, el ex presidente de las matanzas de Aguas Blancas y Acteal, cuando dijo que los peores resultados de la pandemia, es decir, los muertos, estaban en América Latina por las políticas adoptadas, pero luego confesó: “Bueno, la mayor mortalidad fue en Reino Unido, Italia, lo lamento, aquí en España, y Estados Unidos”. Machacó Zedillo: “Nuestro retroceso tiene que ver no con lo que se hizo sino con lo que no completamos. Hoy, se recuperan recetas del pasado. Hay liderazgos que prometen que el maná que caerá del cielo, se cree en fórmulas mágicas, y se le culpa a los otros: al pasado, los extranjeros, hasta a la gente de este lado del océano”.
Calderón vio la luz de su micrófono, al fin, después de 10 horas y cuarenta minutos de esperarla, de ansiarla. Había sido ninguneado, su nombre confundido con un estadio, pero era el momento en que podría decir que él tambuén había sido presidente, importante, decisivo. Empezó diciendo que tenía una sensación de“deja vù. Que él, junto con Zedillo, habían firmado, “en una mesa como esta”, la reforma electoral. No se acordó que, también, habían acordado la deuda imagable del FOBAPROA. Eso no lo mencionó. Pero había llegado hasta Madrid para hacer “grilla” política: anunciar que, en México, “la democracia está a punto de caer quizás en un mes más”; que México había “quedado incomunicado del mundo” cuando se suspendió la construcción del “quinto mejor aeropuerto del mundo”; que López Obrador ha presionado a ministros de la Suprema Corte que han tenido que renunciar y soportar que se congelaran sus cuentas bancarias (se refería al corrupto Medina Mora), que perseguía hasta Ricardo Anaya que estaba “protegido” en Estados Unidos, y que hasta a él le habían abierto 6 carpetas de investigación que calificó de “absurdas”, y aseguró que el 35% del territorio mexicano estaba en manos del crimen organizado.
Pero rápidamente, Calderón fue a la suyo, al anuncio de que no se había ido nunca, que pretendía regresar con su propio partido político. Lo dijo así: “Organizamos un movimiento maravilloso que se llamó Mexico Libre, afliamos 200 mil mexicanos por una aplicación. Teníamos ya el registro pero la presión del presidente hizo que nos lo negaran a las cinco de la tarde”. Siguió, complacido consigo mismo: “La gente en la calle me para para preguntarme qué voy a hacer yo. Y lo que les digo es que yo ya lo hice, le gané una vez ---dice en referencia al fraude de 2006--- pero necesitamos que la gente buena se meta en política con todo”. Además de que finge que podría caminar en la calle sin que la gente lo abucheara, aprovecha para refrendar lo que debe ser una obsesión: que ganó con un fraude electoral. Aquí, Calderón golpea la mesa con el puño cerrado, ante el despertar repentino de sus oyentes.
Asegura que a su ex partido, Acción Nacional, lo dominan “los cadeneros”. Es decir, que considera al PAN un antro. Está exultante, alborozado, eufórico. Dice que López Obrador lo ha mencionado más de 800 veces, cita al cerdo de Toy Story que lleva un corcho en la barriga, dice que con México Libre puso en riesgo su patrimonio, y no su matrimonio, menciona el libro del “rey del cash” y al final, remata con una cita de lo que conoce de la hispanidad: dice que él no se considera el Quijote porque ese luchaba contra gigantes que no lo eran, sino El Cid, que ganaba batallas después de muerto. Eso dice y suelta el micrófono con abandono. Ha dicho frente al único público que no lo abuchearía, que al caballero que salva campesinas que le parecen princesas, El Quijote, él prefiere ser un mercenario, es decir El Cid. Y así, Calderón tuvo su momento. Las luces se apagaron. Los convidados se despidieron. Ya con la cabeza en la almohada, repitió en su mente esos diez minutos en los que habló bien de sí mismo.
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