Melvin Cantarell Gamboa
25/10/2022 - 12:05 am
Es la diplomacia, Doctor
Hoy se habla de guerra, sufrimiento y dolor en Ucrania, y se identifica a un sólo culpable: Putin, sólo él, todos los demás, Estados Unidos, la Unión Europea, la OTAN y otros involucrados no son culpables, es decir, son inocentes.
El Doctor Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía y profesor de la Universidad de Columbia escribe en su artículo “Las guerras no se ganan con economía en tiempos de paz” (La Jornada, miércoles 19 de octubre de 2022): “En lo político, el G-7 y países afines se han puesto en pie de guerra para detener la agresión rusa… Basta un mínimo de empatía para estremecernos de horror ante la mera idea de tener que vivir bajo el mandato de Putin”. Más adelante, “Esta guerra es peculiar. Putin ha descrito su proyecto como una confrontación con todo Occidente, pero los que combaten y soportan todo el peso de los ataques rusos contra la población civil y la infraestructura civil son los ucranianos”. Según Stiglitz, Estados Unidos, Europa y el resto del mundo enfrenta las derivaciones de la guerra: inflación, encarecimiento de la energía y los alimentos. Ante esta difícil situación, el articulista pide el cadalso para los productores y los operadores de energía y que se graven sus ganancias, pero no para dar apoyo a los perjudicados, sino para gastos bélicos (¡!); por último, su gran preocupación, cómo mantener el apoyo popular; el remedio, no dañar la inversión ni el empleo.
Bien, a fin de expresar mis puntos punto de vista sobre estas tesis, subscribo mi identificación con la idea de Gustav Flaubert de que la Universidad pertenece a la estupidez doctoral y que muchos académicos universitarios practican la insensatez como si fuera más que necesaria en la tierra; pienso, además, que a los premios Nobel se les da, predominantemente, un uso instrumental e ideológico. De ahí mis dudas cuando leo algunos análisis de especialista en cualquier materia; entonces pienso que quizás en el mundo no existiría tanta insensatez si nos ahorráramos sus comentarios que, como los del catedrático de la Universidad de Columbia, todo lo complican en su afán de fortalecer la posición de quienes se ostentan como supuestos salvadores del mundo a costa de la humanidad entera.
Hoy se habla de guerra, sufrimiento y dolor en Ucrania, y se identifica a un sólo culpable: Putin, sólo él, todos los demás, Estados Unidos, la Unión Europea, la OTAN y otros involucrados no son culpables, es decir, son inocentes. Ellos sólo reducen su participación a la defensa de la democracia, la libertad, los derechos humanos y la seguridad. ¿Es cierto? ¿No serán las cosas un tanto más complejas?
Continuemos, Stiglitz al pedir empatía hacia los ucranianos adopta una perspectiva que, desde el punto de vista ético, es unilateral (la empatía es la capacidad humana de ponerse en el lugar del otro y a su nivel emocional); un camino del que hay que huir, porque al pedir compasión para Ucrania y los ucranianos pone al descubierto sus prejuicios, es decir, su actitud no ayuda a comprender cómo piensa alguien con el que no se coincide, como es el caso que nos ocupa; lo más probable es que no estemos actuando con él con integridad moral y hasta podemos estar haciéndolo de manera inmoral; de ahí que la empatía resulte inútil cuando tenemos que tomar decisiones a expensas de nuestra conveniencia. Sólo el demagogo manipula a través de la empatía. Entonces ¿por qué no optar por la comprensión? Según mi admirado Benito Spinoza, comprender es “el entendimiento infinito para comprender la substancia infinita (la realidad) en todos sus aspectos y especies” (Ética), en términos llanos, el filósofo quiere decirnos que comprender es percibir lo que existe materialmente en toda su extensión y tener una idea clara de ello, lo que exige un compromiso con la razón razonante y razonadora, no con racionalizaciones de carácter ideológico y político, posición que asume Stiglitz, que son verdades construidas a modo y conveniencia. Hay multitud de puntos de vista sobre un problema, pero sólo su comprensión abre posibilidades de solución. Dice Spinoza al respecto: No reír, no llorar, no juzgar, no abominar ni odiar, sino comprender.
El Nobel de Economía afirma también que el proyecto de Putin es una confrontación con Occidente, pero los que combaten y soportan sus ataques son los ucranianos, por eso “el G-7 y países afines se han puesto en pie de guerra para detener la agresión”, en otras palabras: que siga la guerra. ¿Por qué habría de seguir? ¿No sería más deseable un mundo de paz, tranquilidad, civilidad y socialmente justo? Al respecto, el siglo pasado dijo José Ortega y Gasset: no hay Derecho Internacional, hay países u organismos con intereses de dominación, con suficiente poder moral para ser escuchado y atendido. Es decir, en rigor, si queremos paz sólo existe un camino para alcanzarla: la diplomacia, la que en esta ocasión se ha dejado totalmente de lado por así convenir a estadounidenses y europeos; si en verdad buscaran la paz habría que curar a “Occidente” de su codicia, su avidez de acumulación, egoísmo y rentabilidad. En este momento, sus empresas bélicas, tecnológicas y transnacionales, por ejemplo, están acumulando las mayores ganancias de su historia y apropiándose de bienes ucranianos estratégicos que en el futuro inmediato serán los de mayor rentabilidad. Todos sabemos que históricamente el Imperio norteamericano ha demostrado estar incapacitado para cohabitar pacíficamente con lo aparentemente irresoluble de esta aldea global por su irrefrenable ambición de poder y dinero.
Los gastos bélicos de Ucrania dependen, en buena medida, de créditos otorgados por el Congreso norteamericano, pero terminado el conflicto tendrá que pagar intereses con sus activos, recursos naturales y bienes nacionales; por otro lado, la vieja Europa es obligada a poner su parte y, al mismo tiempo, los americanos invierten el sentido de la colonización europea de hace cinco siglos, ahora ellos serán recolonizadores, pues la UE al hacer depender su seguridad de la OTAN y permitir que ésta amplíe el número de sus bases militares, está consintiendo la ocupación de su territorio por tropas extranjeras y, para colmo, ellos están pagando con su dinero los costos.
Dos argumentos para probarlo: empecemos con Ucrania; del inicio de las hostilidades a la fecha, tres grandes multinacionales norteamericanas dedicadas al agronegocio han adquirido, mediante su compra, 17 millones de hectáreas de tierras agrícolas, cuya extensión equivale al territorio de Italia; se trata de Monsanto, Dupont y Cargill; los principales accionistas de estas empresas son Vanguard, asesora financiera que provee de recursos a inversionistas de todo el mundo, sus oficinas se ubican en Valley Forge, Pensilvania, USA; Blackrock, cuya especialidad son los activos, los suyos alcanzan los diez billones de dólares en casi todo el planeta y Blackstone, especializada en seguros y banca, se distingue por realizar operaciones polémicas y una política financiera agresiva, lo que le ha valido que se denomine a sus créditos “fondos buitres”. ¿Es evidente que esta no es la mejor manera de más de salvar a los países en dificultades y el modo como el cristianismo occidental demuestra su amor al prójimo? Dos: empresas europeas, principalmente alemanas, han recibido la invitación de trasladarse a Estados Unidos; ahí encontrarán combustibles baratos (y más tarde, seguramente hasta reducción de impuestos). Moraleja: No hay guerras sin negocios y estas serán eternas mientras sean rentables.
Hay en el mundo otras guerras (se combate en diez países en el mundo además de Ucrania), que no ofrecen grandes negocios; a estas, según el proceder de Occidente, hay que ignorarlas, no publicitarlas en los medios y guardar silencio, bastará con administrarlas o aprovecharse de estos países si son miembros de la ONU, para que apoyen sus iniciativas. Como lo ha hecho Estados Unidos al apremiar a 77 países africanos para que subscriban las sanciones impuestas a Rusia.
África padece conflictos armados con enormes pérdidas sin recibir atención de ninguna clase: A) Yemen, aquí, Estados Unidos vende miles de millones de dólares en armas a Arabia Saudita, la monarquía más rica del mundo, para que masacre, en coalición con el Gobierno yemení, a un pueblo miserable, prácticamente desarmado con un saldo de 233 mil muertos hasta 2022, 133 mil desaparecidos, 10 mil niños muertos por causa directa de los combates; faltan alimentos, servicios de salud e infraestructura; el 71 por ciento de la población necesita asistencia humanitaria y protección para su supervivencia; la inútil ONU califica la situación como la peor del mundo, en términos humanitarios. B) Myanmar, una guerra civil de carácter étnico, que se desató después que los militares tomaron el poder en febrero del año actual y que a marzo habían muerto 10 mil personas, 14 millones de personas necesitan con urgencia ayuda humanitaria a riesgo de morir de hambre; C) Etiopia, dos años de guerra, un millón de personas fallecieron por falta de alimentos, nueve millones claman por su supervivencia y están condenadas a perecer sin ayuda externa; se trata de un conflicto brutal con asesinatos de civiles y violaciones masivas. D) Siria, 380 mil muertos y 220 mil desparecidos. E) África subsahariana; después de la derrota del Estado islámico en 2017, grupos yihadistas migraron hacia el sur, a África, donde encontraron gobiernos y sociedades frágiles incapaces de luchar contra su influencia, invadieron y crearon conflictos armados en Malí, Níger, Burkina Faso (el país más pobre del mundo), Somalia, Congo y Mozambique produciendo una gran destrucción, crímenes, decapitaciones y asesinatos. Nada de esto recibe la menor atención de Occidente, la información es escasa y superficial, a nadie parece importarle la suerte de esos pueblos, a fin de cuentas, no tienen nada que ofrecer al mercado neoliberal, no son blancos, son de color y pobres.
En Ucrania, una guerra que tiene toda la atención del mundo (discúlpenme por la comparación), en lo que va de la guerra han muerto sólo cinco mil 900 civiles. Pienso que, en el caso de África, para el occidente cristiano, las matanzas, los crímenes, los homicidios y los asesinatos y todo lo que ahí representa la maldad hay que dejarlo al juicio definitivo de Dios, pues, como dijo Arnaldo Amaury el 22 de julio de 1209, después de la masacre que las tropas papistas hicieron de los albigenses que también era cristianos: Dejad que se maten; “Dios reconocerá a los suyos”. En tanto, el público espectador, estadounidenses y europeos, continuarán tranquilos en su vacío sumiso.
Por último, a Stiglitz, como lo señalamos más arriba, le preocupa que las políticas occidentales pierdan el apoyo popular. ¿En qué mundo vive el catedrático de la Universidad de Columbia? El público del planeta entero sufre todos los días y las 24 horas del día el lavado de cerebro y el acoso más insidioso e implacable bajo la forma de información que difícilmente alguna persona se atreva a dudar de las opiniones, declaraciones de gobernantes, intelectuales, políticos, sesudos profesores universitarios que nos acosan con mentiras y engaños de supuestas verdades acomodadas a las necesidades de los gobiernos neoliberales; Estados Unidos, a saber, domina Internet, son propietarios de los diez más importantes buscadores, Google, redes sociales (Facebook) y los medios de comunicación corporativos mundiales propiedad del poder económico global; controlan, además, nuestros deseos, emociones creencias, miedos y valores manipulando los sentimientos y conocimientos de los seres humanos mediante contenidos de distracción y entretenimiento (noticias, opiniones, películas, series, comedias, entrevistas, sucesos estimulantes y breves, etc.), todo perfectamente calculado y prefabricado para consumo masivo y, de esta manera, fortalecer la solidez del sistema y no dejar pasar nada que pudiera socavar el poder del capital (Ver Peter Phillips, Mega capitalistas. La élite que domina el dinero y el mundo. Roca editorial, 2020). Ellos son los que nos están matando y a los que debemos temer.
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