Autor de una quincena de obras sobre China, Japón y el Tibet, Donnet explica las fragilidades de China que muy probablemente le impedirán arrebatarle el puesto de primera potencia mundial a Estados Unidos.
Por Joris Zylberman.
Francia, 17 de octubre (RFI).-- Radio Francia Internacional (RFI) entrevistó a Pierre-Antoine Donnet, periodista francés especializado en China, quien ha dirigido un libro colectivo sobre ese país titulada El caso chino.
RFI: ¿Por qué China es un país al borde del abismo? En el libro Le dossier chinois ("El caso chino") usted afirma que China probablemente no llegará a convertirse en la primera potencia mundial. ¿Por qué?
La primera razón es económica. Durante más de 30 años, China registró niveles de crecimiento de 10 por ciento. Ese crecimiento está simple y llanamente desmoronándose. El objetivo de crecimiento para 2022 es de 5 por ciento, pero yo pienso que éste estará muy por debajo del 3 por ciento. Esto significa que el "sueño chino" está esfumándose poco a poco para una gran parte de la población.
Otra razón es que la demografía está por los suelos. El año próximo, el país más poblado del mundo será muy probablemente India, no China. Las repercusiones de esto también son muy fuertes porque la imagen de El Dorado que tiene China ante los inversionistas occidentales está desapareciendo poco a poco.
'China quizá nunca llegue a convertirse en la primera potencia mundial' https://t.co/q6uxvetTQF pic.twitter.com/eE0cfpyANC
— RFI en Español (@RFI_Es) October 17, 2022
La clase media china que, según creíamos, consume mucho, no ha desaparecido, pero los ingresos están cayendo. Esto hace que las inversiones extranjeras en China también se están restringiendo. Ahora estamos viendo que muchos hombres de negocios occidentales están partiendo de China.
RFI. Usted afirma en su libro que el Presidente chino Xi Jinping ha establecido una "política del terror" que es su principal herramienta de poder. ¿En qué consiste concretamente?
La política del terror lleva muy bien su nombre porque consiste en hacer desaparecer o encarcelar a todos los opositores políticos. O también torturarlos. O ponerlos en establecimientos psiquiátricos para quitárselos de encima.
RFI. ¿Piensa usted que la estrategia cero COVID que ha impuesto el presidente chino forma parte también de esta política del terror?
Esta política tiene dos aspectos: de un lado, hacia el exterior, tiene como objetivo mostrar a China bajo una perspectiva favorable, es decir, un país que logró, en muy poco tiempo, vencer la COVID-19, lo cual no es en absoluto cierto.
El otro aspecto concierne la política interior y consiste en aterrorizar a la población, en particular, mostrar que la obediencia es lo único que funciona en China. Y el que no obedece, será castigado.
Déjeme darla una prueba de esto muy reciente: las protestas en un barrio del este de Pekín. Las personas que manifestaban no eran numerosas, pero llevaban pancartas cuyos mensajes son muy elocuentes, pues decían lo siguiente: "No a los test COVID, queremos comer; no a las restricciones, queremos la libertad; no más mentiras, queremos dignidad; no a la revolución cultural, queremos reformas; no a los dirigentes, queremos votos; no más esclavitud, queremos ser ciudadanos".
Este mensaje traduce lo que está viviendo una parte de la población. No toda, por supuesto, porque no hay que generalizar, pero sí una buena parte. Esto muestra que en China hay un alto grado de descontento en estos momentos.
RFI. Usted dice que Occidente debe tomar conciencia de lo que representa China. ¿Qué quiere decir?
Es muy sencillo. Durante muchos años, durante varios decenios, hubo una ingenuidad muy grande con respecto a China de parte de Occidente. Se pensaba que China estaba tomando el camino de la democracia, lo que ha sido un error absoluto y funesto. El principal iniciador de esta visión fue Estados Unidos.
Ellos también se han dado cuenta de ese error, pero demasiado tarde. El camino de China hacia la democracia no existe. Al contrario, ese país corre el riesgo de caer en un auténtico fascismo. Yo pienso que es absolutamente necesario que las naciones occidentales, y no solo ellas, sino también el resto del mundo, tomen conciencia del peligro que representa China para el mundo.
Ese peligro es político, ideológico y económico. Poco a poco, la gente está tomando conciencia de ello. Yo pienso que, dentro de algunos años, Occidente, y no solo Occidente, sino también muchos países que son los rehenes económicos de China, también se darán cuenta del peligro que representa ese país.