Sanctorum, filme de Joshua Gil, es una historia que se desenvuelve entre lo real y una ficción que toca la fantasía para exponer la grave precarización y el abandono por el que pasa el campo mexicano y las manos que lo cuidan. Esta cinta ya está disponible en salas de cine.
Ciudad de México, 24 de septiembre (SinEmbargo).– «El otro día escuché en el rancho algo que sonaba como una campana. ¿Qué será? ¿estaré escuchando bien? Sonaba muy fuerte haciendo ruido en el cielo y en el viento», comenta un anciano a su esposa mientras come a luz de lo que parecen las últimas horas del día después de una jornada de trabajo en el campo.
«Yo también lo escuché, hace rato también lo escuché en el rancho. Se escuchaba mucho ruido como de carros. Como el de una campana», coincide su esposa mientras corta en pedazos su tortilla para comer sus frijoles.
«Lo que nos tiene que preocupar es que algo está anunciado; algo va ocurrir. ¿Qué estará anunciando?…», se cuestiona él sin hallar respuestas.
Esa premonición se asienta en Sanctorum, cinta dirigida y escrita por Joshua Gil (La maldad, 2015) que muestra entre una narrativa documental y de ficción fantástica la situación del campo en México a través de las voces de los habitantes de un pequeño pueblo acosado por la guerra entre el ejército y el narcotráfico.
«Teníamos información que había esta condición en el campo mexicano y los campesinos. Una situación del campo muy precaria, y entonces la idea de escribir una historia de estas características era tratar de elevarlo a la mesa de discusión, a platicarlo, a comentarlo, exponerlo a través de una película que tuviera la oportunidad de profundizar ciertamente con esta condición histórica del campo mexicano», comenta el director entrevista con SinEmbargo.
En ese lugar, en algún punto de México que puede ser cualquiera, no hay muchas opciones. Los campos son para sembrar mariguana y la gente que quiere trabajar a cambio de unos cuantos pesos debe hacerlo ahí aunque su vida corra peligro y la amenaza del ejército esté latente.
«Había una necesidad grande de ahondar sobre la situación de campesinos, de este acoso que se vive con el Gobierno y por supuesto también con esta guerra de baja intensidad que se tiene con el Ejército mexicano en muchos estados de la República mexicana, todo esto debido a la fuerza que ha tomado en las últimas décadas en narco mexicano».
ENTRE LO REAL Y LA FICCIÓN
Hablada en la lengua ayöök, Sanctorum cuenta varias historias, entre ellas, la de una madre a la que el desamparo en su oficio en el campo le termina por arrebatar la vida. Ante la orfandad de su pequeño hijo, la abuela de éste le dice que la única manera para que regrese con vida su madre es pidiendo a las fuerzas de la naturaleza un milagro.
El niño entonces sale sin pensarlo gritándole a su madre, guiado por xoloescuincles que lo conducen a Mictlán y entre hombres hechos de fuego que parecen ser eso que predijo aquel estruendoso ruido en el rancho.
«Lo más renovador es plantear una fantasía de algo tan complicado que es la realidad de nuestro país, tan inmersa en una violencia diaria, tan inmersa en una posición económica precaria como lo es la del campo mexicano, la de los campesinos y los pueblos originarios».
«Era tratar de llevar esa tragedia a la gente para que fueran a consumir una historia que les pareciera atractiva y que pudiera llevarla con ese mismo ímpetu hacia una mesa de diálogo hacia el futuro. Que tengan la intensión de hablar, de platicarla, de mejorar lo que está sucediendo en nuestro país con respecto a partes muy importantes que tiene que ver con la legislación, que tiene que ver con los incentivos al campo, la seguridad, el narco, los militares en la comunidad», destaca Gil.
Toda la parte documental del filme nace de una investigación realizada por el director y fue grabada en auténticos campos de mariguana, pero también gracias a un trabajo por parte de los actores naturales del filme, quienes se acercaron a los habitantes de aquellas zonas, pidieron permiso y se les compartió lo que ellos vivían y sentían.
«Lo que se logró fue que la comunidad se integrara en la realización de la película. Es una película comunal, es una película de participación tanto de autoridades comunitarias, como de la población en general», señala Damián Martínez Vázquez quien interpreta a Marcos, uno de los campesinos a los que sus padres les enseñaron el oficio en el campo y que ahora temen por lo que les pueda pasar en medio de esta guerra que es ajena a ellos.
Mientras, la ficción que recae a veces en la fantasía, es narrada a través de la misma cosmovisión de las comunidades del sureste del país. Imágenes poderosas y fotografía dirigida por Mateo Guzmán y Joshua Gil permiten al espectador ser testigo de paisajes hermosos y otros simplemente inimaginables.
«Es importante conocer estas otras posibilidades de hacer cine sobre todo porque es una película que es ficticia pero también hablada en una lengua originaria», comenta Nereyda Pérez Vázquez, la madre de esta historia.
QUITAR MASCARAS
Con Sanctorum, Joshua Gil busca que se abra la conversación y se deje de criminalizar a los jornaleros mexicanos que son sólo víctimas de su circunstancias y señalar a los verdaderos culpables. Narrar una historia «con mucha sensibilidad y con una apertura para que se pudiera tratar de la mejor manera».
«El plus de hablar de la violencia sin que fuera tan violenta la película, hablar de tragedia sin que sea un drama telenovelesco, hablar del fin mundo sin que sea una cosa trillada y hollywoodense, y no solamente los temas, sino también la forma en cómo se hablan en la película, y el estilo y eso que está con la cosmovisión de esos pueblos originarios, de la sensibilidad, del acercamiento que se tuvo por parte de todo el equipo de trabajo hacia la parte del arte, fotografía, sonido, que es enaltecer mucho las culturas, poder darlas a conocer sin generar ningún tipo de drama o un sentimiento negativa como de lastima, mucho menos», señala el cineasta poblano.
El filme, con el que Joshua Gil fue reconocido por el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) a Mejor Dirección, ya está disponible en las salas de cine del país.
«Hay una realidad hecha poesía visual. Realmente ver Sanctorum es una poesía visual y es una realidad que ocurre en nuestro país y que todo mundo sabe, todo mundo conoce, el Gobierno lo sabe, sin embargo, no se puede atender. Sanctorum puede ser esa película que pueda mostrar una realidad donde viven los pueblos, pero también que hay una solución distinta a partir de su cosmovisión, a partir de su vinculo con la naturaleza y con la madre tierra, ahí también está la importancia», culmina Damián Martínez.