Alejandro De la Garza
20/08/2022 - 12:03 am
Vestimenta indígena: apropiación y extractivismo
La denuncia surgió a partir de la celebración en Oaxaca de la Mercedes Benz Fashion Week y la promoción ahí de la vestimenta indígena y los textiles oaxaqueños de la marca Moravy.
El sino del escorpión atestigua la enésima denuncia por la apropiación de la vestimenta indígena por parte de marcas comerciales, pero esta nueva disputa involucra a la marca de ropa Moravy, propiedad de Ivette Morán, esposa del gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat, y presidenta honoraria del DIF, quien “hace uso del patrimonio cultural de las comunidades indígenas y afromexicanas como ‘fuente de inspiración’ y comercializa sus prendas aprovechándose del trabajo de las comunidades”, pero sin remunerarlas equitativamente, según denunció en el Congreso estatal la bancada de Morena.
La denuncia surgió a partir de la celebración en Oaxaca de la Mercedes Benz Fashion Week y la promoción ahí de la vestimenta indígena y los textiles oaxaqueños de la marca Moravy, con el fin de lograr que “el lujo promueva y aliente el consumo de la moda, la gastronomía, el arte y la cultura del estado”. Una semana de moda para la cual, además, la oficina de comunicación social del estado invirtió cuantiosos recursos de promoción, incluyendo anuncios en la revista Vogue, los cuales indirectamente benefician a la marca de Ivette Morán.
El alacrán ha visto una y otra vez a las ávidas marcas comerciales argüir como “fuente de inspiración” a los textiles indígenas para justificar así su atentado contra los derechos de la propiedad intelectual colectiva de los pueblos indígenas y afromexicanos de Oaxaca. En el caso de la marca Moravy, se publicita como “moda artesanal para ir a cualquier lugar” o “alta costura para ocasiones especiales”, y si bien ofrece algunos accesorios de 800 pesos, en general el costo de sus prendas va de 3 mil 500 a 29 mil 900 pesos. La marca arrancó en 2008 y en su inicio sólo vendía ropa de marca, luego aceptó haber utilizado los diseños de los textiles, pero aseguró haber elaborado estas prendas en colaboración con los artesanos y como una manera de preservar la herencia cultural. Lo que no se sabe es si las ganancias han sido distribuidas con equidad entre las comunidades de artesanos.
La lista de marcas comerciales señaladas por apropiarse (o adueñarse) de este patrimonio textil por encima de la propiedad intelectual colectiva es larga y va de Levi’s y Dracco Textil a la inescrupulosa Zara; de Carolina Herrera e Isabel Marant a Antik Batik de Gabriella Cortese y la empresa Shein, además de Pineda Covalin, Dior, Nestlé, la estadounidense Madewell y las españolas Mango, Desigual e Intropia. Uno de los reportajes más completos sobre el tema fue publicado por la periodista Guadalupe Fuentes López en 2019, aquí en Sin embargo (https://www.sinembargo.mx/22-06-2019/3599883), donde destaca: “Entre 2012 y 2019, al menos 23 marcas de ropa, nacionales e internacionales, se han apropiado de los diseños de comunidades indígenas de Oaxaca, Chiapas e Hidalgo, de acuerdo con un análisis realizado por la organización Impacto, que acumula hasta el momento 39 casos de plagio registrados”.
Para ahondar en el significado de la vestimenta, el escorpión acuda a la antropóloga, académica e investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de México, Rosalía Hernández, quien en su trabajo “La vestimenta indígena: una manifestación cultural mexicana”, señala: “la función de la vestimenta no es solo la de cubrir el cuerpo, también se representa en ella la forma de vivir y de interpretar la realidad de los grupos que conforman a la sociedad, por medio de los diseños, los colores y las formas que se le bordan y plasman. En ella se representan diversos datos sobre las costumbres, el entorno ecológico y social de sus portadores, también es posible observar las diferentes influencias que han recibido estos pueblos a lo largo de su desarrollo y se puede tener un acercamiento a las particularidades culturales, históricas y sociales de los pueblos”.
La Secretaría de Cultura ha intervenido tratando de frenar este fenómeno de apropiación ilegal del patrimonio colectivo a través de media docena de cartas a las empresas y comercializadoras, aprecia el venenoso, pero haría falta profundizar en una legislación más clara para delimitar estas acciones de apropiación, pues como señalan varios grupos de artesanas y de activistas, esta apropiación cultural, incluidos los textiles y la vestimenta, es también una forma de extractivismo y atenta contra su patrimonio, tal y como atentan contra su territorio las mineras y las eólicas.
Luego de estas lecturas, el alacrán reptó al Zócalo de la ciudad a la octava edición de la Feria de las Culturas Indígenas de la Ciudad de México, donde representantes de las comunidades indígenas residentes en la capital ofrecen una extensa variedad de productos tradicionales y artesanías —dulces, juguetes, alimentos, bisutería, pulseras, collares, adornos y más—, dentro de los cuales sobresalen los textiles y la vestimenta indígena. Curiosamente, los artesanos lamentan la resistencia de la genta a pagar el precio justo por los textiles y las vestimentas indígenas tradicionales, hechas y bordadas a mano, e incluso se quejan del regateo constante de los asistentes. Por ello, aseguran, ya se impone la venta de textiles hechos con máquina industrial, cuyo costo es mucho menor al de un huipil, una faja, un quechquémitl, un enredo, una falda, blusa o un rebozo, tejidos en telar de cintura y bordados a mano.
Twitter @Aladelagarza
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