Susan Crowley
13/08/2022 - 12:04 am
Víctimas o victimarias
Hoy, debemos escuchar a las víctimas y creer 100 por ciento sus historias, por increíbles que parezcan, pero eso las compromete a decir la verdad y no falsear situaciones para ganar notoriedad.
Acostumbrados a las historias de amor románticas con finales felices, convenientes para todos y políticamente correctas, nos hemos convertido en enjuiciadores de aquellas relaciones que salen de nuestra comprensión. Pero el amor se ha expresado eternamente de las formas más absurdas e inexplicables; pareciera que Eros apunta su flecha y la tira no sólo al afecto que gusta a todos y que dura para siempre, sino a relaciones que rebasan lo normal, motivo de escándalo y, por lo mismo, disfrute de los apasionados y revoltosos que aman salir de las reglas.
Tratar de entender el amor que sintieron Camille Claudel por Auguste Rodin, Collete por Gabrielle Goudeket o Clara Wieck por Robert Schumann, sería como desentrañar un enigma. Desde una perspectiva moral, muy de moda en la actualidad, imposible. Seguramente acusaríamos a los amantes de estas mujeres de crueles, abusivos o incluso pedófilos. No podrían pasar el examen impuesto hoy para proteger y considerar víctimas a las mujeres de hombres sin moral. Se diría que son bestias que salen de sus casas a buscar una presa sólo por el gusto de apuntar una conquista más en su catálogo de Don Juanes.
Sin embargo, cuando revisamos exhaustivamente las biografías de estas fantásticas mujeres, descubrimos que sus historias de amor habitan en espacios insondables. Por la biografía de Camille Claudel, nos enteramos de que ella y Auguste Rodin se enamoraron como iguales, a pesar de no serlo por la diferencia de edad; él era casado y ya era muy famoso. Pero sufrieron y se entregaron en una historia de admiración y abuso de ida y vuelta. Pese a su juventud, Camille sometió a Auguste a la pasión oscura y absoluta del amor.
La aprendiz del gran escultor le abrió las puertas a sitios inexplorados. Sabemos que ella sufrió, pero ¿quién habla del sufrimiento de Rodin? Ambos, el uno dentro del otro, ella a partir de él, pero también él descubriéndose en ella, emprendieron un viaje en el que se rompieron las reglas de lo establecido y fueron derrotados al mismo tiempo que victoriosos por vivir una historia única, llena de sinsabores, pero también de una intensidad sin medida. Camille terminó encerrada en un hospital psiquiátrico en el que vivió muchos años. ¿Fue culpa de Rodin?, ¿es acaso el camino natural de una mujer extremadamente sensible y que más allá de su relación con Rodin, siempre vivió al borde de la locura? La obra de Claudell es potente, sensual, rompe con los límites de lo conocido en su momento y en todas las épocas; es oscura y es luminosa, es ardiente y apasionada como lo fue su amor por Rodin.
Cuando la adolescente Collete conoció al famoso escritor Gabrielle Goudeket, "Willy" como le decían, se fascinó con la personalidad de un hombre 15 años mayor que ella. Siendo una chica de provincia, se escapó con él para adentrarse en la vida libertina de París. Introducida por su amante en los decadentes círculos del arte, gozó con la invitación a explorar su lado lésbico también promovida por él. Willy usó a Colette como a muchos otros artistas jóvenes, que, con tal de ver publicadas sus obras, se las entregaban para que él las firmara. A Colette no pareció importarle demasiado que su amante la usara por un buen tiempo, lo sabemos por sus extraordinarias novelas con gran carga autobiográfica. La famosa escritora estaba sedienta de ese joie de vivre experimentado a partir de las enseñanzas del ambicioso personaje. Con el tiempo, Colette descubrió no sólo los abusos, sino también las múltiples infidelidades de las que era objeto. Lejos de convertirse en la víctima oficial de "Willy", se liberó y recuperó los derechos de su obra. Siempre, a pesar de él y después de él, llevó una vida envidiable (para cualquier época); fue actriz, cantante y brilló como escritora. Para muchos moralistas, es el ejemplo del comportamiento reprobable, pero paradójicamente, podría también ser el símbolo de una vida digna y prolifera, que se rehusó a autoinmolarse y convertirse en cómoda víctima para ganar adeptos. Colette es la imagen de una mujer poderosa, reivindicadora de los derechos y de la libertad de todas las mujeres.
Por su diario íntimo sabemos que Clara Wieck amó apasionadamente a Robert Schumann desde que tenía nueve años y él 21. A pesar de que tuvo que lidiar con obstáculos inimaginables, la virtuosa del piano y gran compositora vivió al lado del hombre al que amó hasta que él murió y jamás volvió a amar a nadie. La pasión absoluta que Clara tuvo por el compositor la llevó a pelear un juicio en contra de su propio padre, que acusaba a Schumann de abusador, indeseable y pervertido. El matrimonio tuvo ocho hijos y una vida de infortunio por la enfermedad mental de Schumann, que terminó sus días en un asilo psiquiátrico. Sin embargo, no existe un sólo registro en el que Clara se haya colocado como víctima. Lejos de dejarse someter por el machismo de su padre y del mismo Schumann que era inseguro y la quería encerrada en casa cuidando hijos, ella se impuso. Es una de las primeras estrellas del ámbito musical como intérprete, al nivel de Chopin y Lizst, y una compositora de enorme talento. La economía de la numerosa familia era sostenida, justamente, gracias a las giras internacionales de la pianista. La obra de Clara es un campo fértil de ideas musicales, las canciones que compuso de la mano de Schumann quedan como un legado a manera de epístola apasionada y llena de erotismo.
En esta época de persecución en las redes, abundan las difamaciones contra hombres que se han relacionado con mujeres fuera de lo considerado correcto. ¿Qué papel jugarían mujeres como Camille, Collete o Clara? Y aquí es donde debemos tener cuidado. Defender a una víctima es obligación de todas y de todos y no debemos dejar pasar un acto reprobable bajo ninguna justificación. No obstante, el que una mujer usurpe el papel de víctima y lo use para jalar la atención de los medios puede convertirla en victimaria de quien ella acusa, ocasionándole un daño irreparable, incluso, destruyendo su vida. Así como hay muchas mujeres que están utilizando el poder del #MeToo y la visibilidad de un asunto tan complejo como es el abuso para denunciar y hablar de su dolor, también existen, y hay que decirlo, las que lo han aprovechado para contar historias que no ocurrieron y en las que se colocan como presas indefensas de un hombre. Mientras tanto, muchas verdaderas víctimas siguen en silencio, porque no encuentran el sitio ni la forma de denunciar.
Así como las redes sociales se han vuelto una arena pública en la que muchas mujeres han podido denunciar la violencia que han sufrido frente a la indiferencia institucional, también ha sido una plataforma de linchamiento injustificado. Juicios lapidarios contra hombres que están lejos de ser los villanos de la historia y que son sometidos a los más inverosímiles insultos; el anonimato cubre con una máscara a quienes ultrajan y deja sin defensa a los insultados. Hoy, debemos escuchar a las víctimas y creer 100 por ciento sus historias, por increíbles que parezcan, pero eso las compromete a decir la verdad y no falsear situaciones para ganar notoriedad. Nada daña más la causa de las mujeres que la construcción de una falsa identidad de víctima.
Somos seres humanos que vivimos experiencias que nos marcan en todos los sentidos; unas maravillosas y otras no tanto. Desde mi perspectiva, debemos aprender a parar en seco a un abusador. En la medida que razonemos cómo funciona su psicología y cuáles son las áreas de riesgo en las que podemos caer, sabremos defendernos. Incluso, si hemos experimentado cualquier tipo de lo que consideramos maltrato, entenderemos que nuestra vida no se acaba ello, y tendremos la inteligencia para superar el mal momento buscando todos los medios, acudir a otras mujeres y a otros hombres para ser apoyadas y lograr constituirnos en algo más que una víctima, mujeres poderosas que sepamos defendernos y defender a otras.
@Suscrowley
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