Jaime García Chávez
18/07/2022 - 12:03 am
El viaje improvisado de AMLO
Resulta grotesco que ante Biden, López Obrador haga un largo discurso, pretendiendo dar una lección de historia de los Estados Unidos.
Cuando se evalúa el presidencialismo mexicano de manera ordinaria o en la cotidianidad, se le ve siempre el arista del indiscutible peso que tiene en el interior de nuestro país. Ocasionalmente nos ocupamos de su calidad de jefe de estado, que representa a la nación ante el mundo, y el conjunto de los estados en que se divide el planeta.
Ahí nos enteramos, rápidamente, de la importancia de nuestras fronteras con los Estados Unidos, de la complejidad multipolar actual, y del desempeño que el mandatario tiene cuando atiende agendas de tipo internacional, como recientemente ha sucedido con los viajes de López Obrador a Centroamérica, Cuba, y a los Estados Unidos. También suelen ser importantes los viajes que se declinan, como fue el de no asistir a la Cumbre de las Américas, sea eso razonable o no. La ausencia en sí misma es un hecho de trascendencia.
Es muy temprano para hacer una evaluación de la política exterior de Andrés Manuel López Obrador. Hay desde luego improvisaciones lamentables en el nombramiento de embajadores y cónsules. También hay ligereza en el lenguaje, pues es frecuente que hable al margen de los usos y costumbres de la diplomacia, que por algo existen.
Su trumpismo electoral fue algo más que lamentable, retrasar un saludo a Biden por su triunfo, igualmente. Pero sin ser esto hojarasca, lo importante está en que no se advierte que haya un mapa que conduzca la navegación de nuestro país en la complejidad del mundo actual.
Esta debilidad se acaba de hacer patente durante la reciente visita de López Obrador a Washington. El timing no se tomó en cuenta. Biden tenía la cabeza puesta en una agenda internacional que tiene que ver con Ucrania y el petróleo en el mundo. Pero además estaba con un pie en el estribo apuntando hacia una zona geopolítica de importancia mundial.
Resulta grotesco que ante Biden, López Obrador haga un largo discurso, pretendiendo dar una lección de historia de los Estados Unidos. Y aquí quiero tomar un punto de referencia sobre el papel de Franklin D. Roosevelt, al que de una u otra manera se invocó.
Como se sabe, Roosevelt llegó a la presidencia norteamericana en medio de una crisis devastadora y su administración sacó al país de esa encrucijada, en un largo proceso que concluyó con la Segunda Guerra Mundial. En economía se implantó el New Deal, y John Maynard Keynes era el economista más influyente del mundo en ese momento y su huella fue perdurable.
Cuando López Obrador asumió el cargo, en una de mis columnas recordé esos años y el discurso inaugural de Roosevelt, al pronunciarse en contra de un capitalismo desalmado, y sobre todo de cómo encarar la crisis, quizás pensando que aquí se podría hacer algo con cierto paralelismo. No fue así, a mi juicio. Y ahora me encuentro con que en tierra americana, López Obrador le rinde culto a ese famoso presidente, con un agravante: se hizo rodear, en uno de los eventos, de la plana mayor de capitalistas, entre los cuales se encuentran algunos mexicanos, a los que Roosevelt no les hubiera convidado. Carlos Slim, que ha acompañado todo este periodo presidencial, aparece en la foto, como si no hubiera sido beneficiario de los neoliberales, en especial del salinismo.
Veo en esto improvisación y falta de sólida perspectiva para insertar a México en la circunstancia norteamericana, pero más en la mundial.
Nunca me ha gustado decir que los presidentes mexicanos actúan mal porque están mal informados, porque ha de entender que su principal responsabilidad es informarse debidamente, por sus secretarios de estado y por gente avezada en un sinfín de agendas que nunca podrán estar en la cabeza de un solo hombre.
Pero si he estado en contra de esto, más opositor me siento a los hábitos que tienden a reiterarse, porque están prácticamente cristalizados en la política nacional, como el desplegado que se publicó a plana completa por todos los gobernadores de la Cuatroté en la república, en donde la dan la “bienvenida” al presidente porque planteó un “programa sin precedentes para atender la inflación en la frontera” y otras frases impresentables. Cualquier parecido con el echeverrismo, no es ninguna coincidencia.
Del otro lado del Río Bravo, que sí tienen en sus manos los propósitos que buscan, que ven al país sin definiciones, y cuando las hay son pronunciamientos contradictorios con sus intereses, claro que paran las orejas y definen cómo vulnerar a nuestro país, y de paso tienen motivo hasta para burlarse de nosotros cuando registran las palabras de los gobernadores, que nos muestran innecesariamente mucho más pequeños de lo que somos.
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